tag:blogger.com,1999:blog-234575832024-03-08T04:40:30.597+01:00ArtículosArtículos sobre feminismo, pacifismo, literatura y temas sociopolíticos de Fuensanta M. ClaresSarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.comBlogger43125tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-29651515767068751502009-11-30T19:53:00.000+01:002009-11-30T19:53:38.295+01:00Comisión 8 de Marzo<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjeMmFkI7FM-Z4a18Twnlj4EaswMp8rQobLCdQGTs3kO0cJnnqQk4OZvXMemXN-ksKk660PmcAonYTxAXHqlztRy0fbt7JBFh0id4nuKBN4p0GOhcvrl-MOeO9tzwTzmWimh-t87A/s1600/logolila8marzo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjeMmFkI7FM-Z4a18Twnlj4EaswMp8rQobLCdQGTs3kO0cJnnqQk4OZvXMemXN-ksKk660PmcAonYTxAXHqlztRy0fbt7JBFh0id4nuKBN4p0GOhcvrl-MOeO9tzwTzmWimh-t87A/s400/logolila8marzo.jpg" /></a><br />
</div><div style="text-align: justify;">A comienzos del año 2001 se reunió por primera vez, en el Casino de Murcia, un grupo de mujeres representantes de diferentes organizaciones sociales, partidos políticos, sindicatos, organizaciones no gubernamentales, y mujeres sin adscripción a ninguna de estas organizaciones dichas, independientes, pero todas con una misma idea y un mismo proyecto, en el horizonte siempre los principios del Feminismo y como meta la igualdad. Las impulsoras del proyecto eran, principalmente, mujeres del Foro Ciudadano; sin embargo, podemos decir que todas las que respondieron a ese primer llamamiento eran todas entusiastas de la idea y deseosas de reorganizar de algún modo el Feminismo en una ciudad y en una región cada vez más agostada por una politica conservadora que lo último que podía practicar era una política de igualdad ni de apoyo a la liberación de las mujeres. En aquella primera reunión todas salimos ilusionadas y esperanzadas, pero muy conscientes del trabajo que quedaba por hacer, y con los primeros debates abiertos, acerca de las actividades, de los escasos recursos disponibles, del papel de los hombres concienciados, de nuestra disponibilidad para realizar las labores que nos veíamos por delante. Los proyectos eran muchos, pero se optó por la prudencia y eso que se llama el paso a paso, o como nos decían las viejas maestras, despacito y buena letra, que piano, piano, se va lontano. Las cosas empezaron así, con las sencillas celebraciones de días significativos para la liberación de las mujeres: el 8 de marzo, el 25 de noviembre. A este proyecto se unió una asociación ya formada de antemano, el Foro de la Mujer, de inspiración cristiana y con gran inquietud por la erradicación de la violencia de género; no se trataba de una unión de hecho, mediante compromisos, sino una alianza para celebrar estos días juntas y unir fuerzas, en un panorama bastante desolador.<br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiC0jQvcv_TEfTGFddE0xDXXRtlDkktnobp40Zn1AVIR-O-VLDuAA75l7-TFdE6YiPOAdj6X64d8DX3nyOBHoAUusGGVoqUJ8_1RG4gS_0YPEDDoB3RUvhs3EMX6CzbAZPIRXtlLQ/s1600/7m01.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiC0jQvcv_TEfTGFddE0xDXXRtlDkktnobp40Zn1AVIR-O-VLDuAA75l7-TFdE6YiPOAdj6X64d8DX3nyOBHoAUusGGVoqUJ8_1RG4gS_0YPEDDoB3RUvhs3EMX6CzbAZPIRXtlLQ/s320/7m01.JPG" /></a><br />
</div><div style="text-align: center;"> <i><span style="font-size: x-small;">Alicia Poza y Karina Santiago en la primera </span></i><br />
</div><div style="text-align: center;"><i><span style="font-size: x-small;">comemoración del 8 de Marzo.</span></i><br />
</div><div style="text-align: center;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Desde entonces, la Comisión 8 de Marzo ha elaborado informes, ha convocado manifestaciones y concentraciones, compitiendo siempre con la "oficialidad" y obstaculizadas por ella, en razón de que las instituciones murcianas, dominadas por la derecha más rancia, vieron al momento que la Comisión prosperaba y decidieron en primer lugar no dar espacio informativo nunca; en segundo lugar, no prestar ningún recurso; en tercer lugar, ocupar los espacios públicos en los que solía ser convocada. O sea, todo un programa de ninguneo y desprecio, mientras estas instituciones, obligadas por ley a velar por la igualdad, escatimaban recursos y acciones, se sumían en la inercia y en el abandono de sus funciones.<br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi5pZwn_aRwsjRWKBXaXb5koRLDpA-JkabFP3PJugngGuK4nGNWl1UcJsKqi8aKBA_jzbHPyHAXzU7u4vpmWB4RNNn_0Ot3kAAnj0b_GwbvyaRYp6Ywpk1q0P0428g7FQtMzMp8gg/s1600/25nov08+%281%29.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi5pZwn_aRwsjRWKBXaXb5koRLDpA-JkabFP3PJugngGuK4nGNWl1UcJsKqi8aKBA_jzbHPyHAXzU7u4vpmWB4RNNn_0Ot3kAAnj0b_GwbvyaRYp6Ywpk1q0P0428g7FQtMzMp8gg/s320/25nov08+%281%29.JPG" /></a><br />
</div><div style="text-align: center;"><i><span style="font-size: x-small;">Pancartas feministas en el25 de noviembre.<br />
</span></i></div><div style="text-align: center;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Por otra parte, no sólo se ha tratado de acciones de tipo sociopolítico, sino que también se ha ocupado la Comisión 8 de marzo de realizar actos culturales tendentes a denunciar la injusticia y la violencia contra las mujeres, a activar la historia silenciada de las mujeres y a proponer metas de igualdad. Este sí, todo un programa a favor de las mujeres y de una sociedad más justa e igualitaria.<br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZWfkdIhSTVtmn_Y_lo67cjT6mDX4V0Fg5bLMhxdOGX8yrOmPaE1mSNqJL9fbc2xql9vNMJESRC1BHiDAurbWxeI-MX-AnpXAJzz37sBieQz9mM00Edbq0yPS4-yvTx5TVRELT8A/s1600/C8marzo06+%285%29.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZWfkdIhSTVtmn_Y_lo67cjT6mDX4V0Fg5bLMhxdOGX8yrOmPaE1mSNqJL9fbc2xql9vNMJESRC1BHiDAurbWxeI-MX-AnpXAJzz37sBieQz9mM00Edbq0yPS4-yvTx5TVRELT8A/s320/C8marzo06+%285%29.JPG" /></a><br />
</div><div style="text-align: center;"><span style="font-size: x-small;"><i>Una reunión de la Comisión 8 de Marzo</i></span><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Las organizaciones que persisten en la Comisión 8 de Marzo, ocho años después de su primer encuentro o que se han unido con posterioridad, son las siguientes:<br />
</div><div style="text-align: justify;">Sindicatos: CGT, STERM-La Intersindical y UGT.<br />
</div><div style="text-align: justify;">Partidos políticos: PSOE y IURM<br />
</div><div style="text-align: justify;">Organizaciones: Foro Ciudadano, Foro de la Mujer.<br />
</div><div style="text-align: justify;">Mujeres independientes, que sería muy largo nombrar, forman parte también de la Comisión 8 de Marzo.<br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0wX4Paky1L2HMk_zJVn-UF3R2MZDX8vTPmG_fWUtyI6G7wKjR3cPUz4UDpWHQR_1FCK4e_U4RL320yDO16M9ZtfsPMmGPd77rR-Adz4Y0bHfVAOmKVnoHvYsq-OMl0vME9KM4Sw/s1600/25nov08+%286%29.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0wX4Paky1L2HMk_zJVn-UF3R2MZDX8vTPmG_fWUtyI6G7wKjR3cPUz4UDpWHQR_1FCK4e_U4RL320yDO16M9ZtfsPMmGPd77rR-Adz4Y0bHfVAOmKVnoHvYsq-OMl0vME9KM4Sw/s320/25nov08+%286%29.JPG" /></a><br />
</div><div style="text-align: center;"> <i><span style="font-size: x-small;">Lola L. Mondéjar, escritora, lee el manifiesto</span></i><br />
</div><div style="text-align: center;"><i><span style="font-size: x-small;">del 25 de noviembre, mientras Mercedes Noval sostiene </span></i><br />
</div><div style="text-align: center;"><i><span style="font-size: x-small;">el micrófono</span></i>.<br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">A lo largo del tiempo se ha ido consolidando este grupo y cada vez hay más experiencia en organización y diálogo. También se ha unido como formación a distintas propuestas sociopolíticas, ecologistas, por ejemplo, y ciudadanas, y que cada tercer lunes de mes se une a la concentración contra la violencia de género ante el Edificio Moneo, junto con las mujeres del Foro de la Mujer. Es de destacar que a las últimas concentraciones y actos se han sumado hombres de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género, y hombres independientes concienciados con los problemas de género y comprometidos con la igualdad. Por supuesto, las instituciones y los medios de comunicación siguen sin prestar ni la mínima atención, pero algún día este trabajo por la igualdad y los derechos de las mujeres de la Comisión 8 de marzo, será reconocido. Al menos, eso es lo que esperamos. <br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-small;"><i>Nota: Si existiera algún error u omisión en este resumen, cualquier mujer de la Comisión 8 de marzo puede subsanarlo mediante un correo, y yo editaré inmediatamente la entrada para ajustarla. Si es necesaria alguna precisión, también se aplicará el mismo procedimiento. Así mismo, quiero decir que este blog está abierto a colaboraciones de quien lo desee, en línea con el pensamiento feminista, o con elaboraciones culturales de mujeres o sobre mujeres.</i></span><br />
</div>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-81332100038484383972009-09-10T10:44:00.004+02:002009-09-10T11:11:57.464+02:00La hija de Abihail<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjThcm3NbrTV2hzBzE2gE1RKFhfPc9ltIDvwWP8tX3GSuLa-m43plyJ-dxhDh1tvgXj0eYoT4Of0xBhs4g70wM2UlFkx3uDjnekC3b2k0erK0wQtEQMRNJgq_Z-kMWaK89L30Eew/s1600-h/museo_ciudad.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 138px; height: 177px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjThcm3NbrTV2hzBzE2gE1RKFhfPc9ltIDvwWP8tX3GSuLa-m43plyJ-dxhDh1tvgXj0eYoT4Of0xBhs4g70wM2UlFkx3uDjnekC3b2k0erK0wQtEQMRNJgq_Z-kMWaK89L30Eew/s200/museo_ciudad.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5379761645388583618" border="0" /></a><br /><div style="text-align: justify; font-style: italic; color: rgb(204, 255, 255);">Este texto corresponde a una lectura en el Museo de la Ciudad de Murcia, en una preciosa actividad nocturna organizada por Soren Peñalver bajo la dirección de Manuel Fernández Delgado para el Festival de las Tres Culturas, realizado en el mes de mayo de 2009. Próximamente aparecerá en un libro publicado por el Museo de la Ciudad que recoge todas las ponencias de diferentes autores.<br /></div><br /><br /><br /> <style type="text/css"> <!-- @page { size: 21cm 29.7cm; margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } --></style><p style="font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <style type="text/css"> <!-- @page { size: 21cm 29.7cm; margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } --> </style> </p><p style="margin-bottom: 0cm;" align="center"><span style="color:#ffffff;"><b>La hija de Abihail</b></span></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="center"><span style="color:#ffffff;"><i>por Fuensanta Muñoz Clares</i></span></p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"><span style="color:#ffffff;">Una bella hora es ésta para hablar de todo aquello que une a los seres humanos. Lo que es común y no particular, lo que puede acercarnos al entendimiento y al respeto mutuo. Cuando hablo de entendimiento, no me puedo referir a lo que, por encima de cada corazón se ha construido, sino a los cimientos que mantienen un edificio complejo, a veces tan espantoso, a veces tan bello. Me refiero a una comprensión profunda, misteriosa, por la cual mi mirada cae sobre el otro y lo reconoce, pues reconocer es otorgar entidad, aceptar, e iniciar un respeto que puede conducir hacia el amor y la unidad. Ojalá cada persona que aquí escuche estas palabras tenga ese camino iniciado y lo siga hasta el final, hasta guardar su mirada sobre el otro como un reconocimiento.</span></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"><span style="color:#ffffff;">Esa mirada es la que nos puede hacer comprender la poesía, a pesar de las diferentes culturas que le dan sustento; a pesar de que sea peregrina desde tiempos lejanos y ya desconocidos para los seres humanos modernos; a pesar de todas las diferencias, la poesía es objeto común en sus verdades.</span></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"><span style="color:#ffffff;">Debo reconocer que no soy una buena lectora de poesía. No busco ávidamente por los anaqueles de las librerías; no leo todo aquello que el destino me pone ante los ojos. No me enamoro fácilmente. Soy una lectora muy selectiva, y quizás caprichosa. De algunos poetas casi todo, de otros casi nada. De alguno, un solo poema. Ya lo he dicho, caprichosa. Pero es porque elijo aquellos que me dejan un recuerdo, un aroma especial que no sé explicar, quizás porque precisamente no soy poeta. Si yo lo fuera, podría decirlo con palabras poéticas. Como no lo soy, me debato inútilmente con las palabras que lo expresarían. Elijo algunos porque me hieren. Elijo otros porque me endulzan. Otros vienen a mí despavoridos o cansados. Los hay que me hacen sonreír y los hay que me dejan un rato suspensa. </span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"><span style="color:#ffffff;">Como se puede ver, por esta parte tengo bien pocos méritos para hablar de poesía. Tampoco puedo alegar una erudición esforzada para dar fechas, datos, nombres y topónimos. Ni siquiera un interés malsano por las vidas de los poetas, aunque algunas veces me haya sumergido en alguna biografía borrascosa. No tengo el don de lenguas, ni natural ni adquirido. Y todo esto no son excusas para justificar mi torpeza, sino para llegar a otro punto, al hecho de que lo único que pretendo es compartir con quien quiera escucharlo y recibirlo el amor a la hija de Abihail. Para que todo el mundo comparta esta admiración, yo tendría que mostrar un retrato, aunque fuera tamaño de un grano de trigo, en el caso de que los que me escucharan fueran unos mercaderes que vienen a Murcia a comprar seda, pero como estoy absolutamente convencida de que quien a la medianoche sale de su tranquilo hogar para escuchar poesía o palabras relativas a ella, tiene fe, una enorme fe, y que, sin ningún retrato, sólo por la fuerza mágica de la palabra, creerá en la gran belleza de la hija de Abihail. Lo único que sabemos de ella lo dijo Yehuda Ha-Levi en un poema breve. El poema dice bien poco y lo dice todo. Eso precisamente es un poema, el que diciendo lo menor abarca lo mayor.</span></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"><span style="color:#ffffff;">Antes que nada, esto dijo Ha-Leví de la hija de Abihail.</span></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"><br /></p> <p style="margin-left: 5cm; margin-bottom: 0cm;" align="left"><span style="color:#ffffff;"><i>¿Por qué sales, oh sol, y por qué brillas?</i></span></p> <p style="margin-left: 5cm; margin-bottom: 0cm;" align="left"><span style="color:#ffffff;"><i>Ya ha salido la hija de Abihail,</i></span></p> <p style="margin-left: 5cm; margin-bottom: 0cm;" align="left"><span style="color:#ffffff;"><i>avergonzando al sol con su belleza</i></span></p> <p style="margin-left: 5cm; margin-bottom: 0cm;" align="left"><span style="color:#ffffff;"><i>y disminuyendo los resplandores del rey del día.</i></span></p> <p style="margin-left: 5cm; margin-bottom: 0cm;" align="left"><br /></p> <p style="margin-left: 5cm; margin-bottom: 0cm;" align="left"><span style="color:#ffffff;"><i>No escogió para vivir el cielo,</i></span></p> <p style="margin-left: 5cm; margin-bottom: 0cm;" align="left"><span style="color:#ffffff;"><i>sino que convirtió el mirto en su esfera.</i></span></p> <p style="margin-left: 5cm; margin-bottom: 0cm;" align="left"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"><span style="color:#ffffff;">Creo que no habrá que buscar ninguna miniatura persa para demostrar, casi mil años después, que la muchacha iluminaba la judería toledana con la luz de su cara, ante la cual el sol se sentía menoscabado. Ni que la muchacha era hermosa como un ángel que hubiera elegido la tierra con sus jardines de arrayán antes que los espacios etéreos a los que por su beldad tendría derecho. Habrá ahora quien se pregunte, porque la mente es curiosa y hasta indiscreta, quién era Abihail, y cómo se llamaba su hija, y hasta quién era este Yehuda Ha-Leví, que no hizo descripción alguna de la hermosura juvenil de la muchacha, ni dio más conocimiento de su persona, sino sólo de hechos tan simples y comunes como que avergonzaba al mismo sol, lo cual, como se sabe, es potestad de toda muchacha bella. De los pormenores acerca del objeto del poema luego me ocuparé, y daré cumplida información, porque lo he madurado mucho y he sacado mis conclusiones. Del que la vio salir y la cantó, hay noticias históricas. No es ni más ni menos que el primer poeta castellano. “El Castellano” le llamaban, a pesar de haber nacido, según se sabe, en Tudela, en la judería Vétula, hacia el año 1070, y si bien por origen no le correspondía el sobrenombre, sí por su permanencia en Toledo y otras ciudades castellanas. Si podemos llamar castellano a la lengua mozárabe en la que se cantaron las jarchas, recogiéndolas de las voces de muchachas, para engarzarlas en los bellos poemas árabes o hebreos llamados moaxajas, entonces podemos decir que él fue de los primeros poetas que escribió en castellano, pues Yehuda Ha-Leví incluye en sus poemas cultos algunas de las jarchas más llenas de gracia de aquella remota literatura castellana. </span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="center"><span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 13pt;font-size:100%;" ><i>Viene la Pascua, ay, aún sin él<br />herido está mi corazón por él</i></span></span></span></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="center"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="center"><span style="color:#ffffff;"> <span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 13pt;font-size:100%;" ><i><span style="">(De la elegía por la muerte de Yehudá Ben Ezra</span></i></span></span><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 13pt;font-size:100%;" ><i><u><span style="">)</span></u></i></span></span><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 13pt;font-size:100%;" ><i><span style=""> </span></i></span></span></span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="center"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="center"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="center"><span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 13pt;font-size:100%;" ><i>Como [si fueses] hijito ajeno,<br />ya no te aduermes más en mi seno</i></span></span></span></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="center"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="center"><span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: 13pt;font-size:100%;" ><i>(Del panegírico en honor de Abu l-Hasan ben Qamniel)</i></span></span></span></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="center"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"><span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><span style="font-style: normal;"><span style="">De su biografía no sabemos tanto como quisiéramos; sobre todo, nuestra curiosidad se ensancha cuando llegamos al final, porque de eso no hay apenas noticias. Después de andar por las cortes cristianas y árabes, después de establecerse en Toledo, de casarse y tener al menos una hija, que le dio un nieto, el poeta decide iniciar un viaje. Sorprende que pueda dejar todas sus querencias y partir hacia Jerusalén, en manos del temido y aborrecido Edom, o sea, en manos ya de los Cruzados. Largas travesías por mar e innumerables peligros aguardan al viajero de la época, pero él va guiado, dice, por su afán de encontrarse con su Dios y con su tierra. Como yo también soy persona de fe, me creo lo que me dice, pero como persona moderna y un punto escéptica, sin olvidar unos gramos de humorismo, adivino detrás una gran atracción por la aventura, por el viaje, que era común a los intelectuales de aquellos tiempos, que por mucho menos, sólo por ver mundo y satisfacer su curiosidad, hacían un hato y salían de viaje sin ningún reparo, a ver cuántas largas travesías por mar y cuántos peligros les acechaban. No sé si era costumbre de los de Tudela, porque la misma ocurrencia tuvo </span></span></span></span>Abraham ben Meir ibn Ezra<span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><span style="font-style: normal;"><span style="">, viajero curioso por Europa, y Benjamín de Tudela, que incluso dejó escrito un “Libro de Viajes”, en este caso por Italia y Grecia, llegando en su periplo hasta la misma Bagdad. Dicen que el tal Benjamín tenía motivos menos culturales que el poeta Yehuda Ha-Leví o que Ibn Ezra, pues se dedicaba al comercio de piedras preciosas y corales. Cualquier pretexto es bueno para hacer la maleta. </span></span></span></span></span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify" lang="es-ES"><span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">A Yehudá este arrebato por viajar, con la espiritualidad por medio, sea el único motivo o no, le sobreviene por la súbita comprensión de que se está haciendo viejo. Cuando le aparece la primera cana se lo toma con filosofía, y nunca mejor dicho. Expresa tal acontecimiento, el haber tomado conciencia de la edad, en dos tonos diferentes. Uno, como distanciada ironía sobre sí mismo:</span></span></span></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"><br /></p> <p style="margin-left: 5cm; margin-bottom: 0cm;"><span style="color:#ffffff;">“<span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>Cuando vi en mi cabeza la primera cana, </i></span></span></span> </p> <p style="margin-left: 5cm; margin-bottom: 0cm;"><span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>la arranqué con la mano.</i></span></span></span></p> <p style="margin-left: 5cm; margin-bottom: 0cm;"><span style="color:#ffffff;">“<span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>Has podido conmigo”, me dijo, “porque estoy sola.</i></span></span></span></p> <p style="margin-left: 5cm; margin-bottom: 0cm;"><span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>¿Qué harás cuando me siga un escuadrón?”</i></span></span></span></p> <p style="margin-left: 5cm; margin-bottom: 0cm;"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"><span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">Desde luego, la respuesta de Yehudá no fue el tinte, que era él hombre gustoso de lo auténtico, sino tomar un camino diferente. El camino. Hacia Jerusalén, pero hasta allí, qué de vivencias y de visiones.</span></span></span></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"><span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">Y adopta también, en los poemas de la travesía marítima, con la mirada puesta en Dios, un tono religioso, piadoso en la vejez, como es costumbre entre la mayoría de los pueblos.</span></span></span></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"><br /></p> <p style="margin-left: 3.75cm;"><span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>¿Perseguirás la juventud pasados los cincuenta,<br />estando ya tu vida presta a emprender el vuelo?<br />¿Huirás del servicio de Dios<br />ávido de servir a los hombres?<br />¿Preferirás ir en pos de las gentes y renunciar<br />a Aquel a quien buscan los que le aman?<br /><br />¿Sentirás pereza de avituallarte para tu camino?<br />¿venderás tu parte por un plato de lentejas?<br />¿No te sigue diciendo tu alma: ¡déjalo!,<br />no hace reverdecer sus apetitos cada mes?<br />No sigas sus designios sino los de Dios,<br />¡aléjate de los cinco sentidos!<br /><br />Hazte grato a tu Creador los días que te restan,<br />que tan presto se pasan.<br />No quieras complacerle con corazón doblado,<br />no vayas tras augurios.<br />Sé fuerte cual pantera para hacer su deseo,<br />ágil como corzo, valiente cual león.</i></span></span><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><br /></span></span></span><br /><br /></p> <p align="justify" lang="es-ES"><span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">Así que no le cuesta hacer el hatillo y marcharse a recorrer el mundo. Su objetivo es Jerusalén. Pero, ¿llegó alguna vez a Jerusalén, aunque fuera para entregar su alma, tal como hizo, un siglo después, el trovador Jaufre Rudel ante Hodierna, la princesa de Trípoli? Nunca lo sabremos. Su rastro se pierde en El Cairo, después de pasar una buena temporada en Alejandría, bien acogido por la intelectualidad judía del lugar. </span></span></span> </p> <p align="justify" lang="es-ES"><span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">Pero antes de todas estas filosóficas y misteriosas aventuras, está la hija de Abihail, que es la alegría de la vida. No sabemos su nombre. No importa tanto, pues es el de su madre el que ella perpetúa en su belleza. Cuando dice el poeta “la hija de Abihail”, nace la imagen de la mujer que es su madre; una mujer que ha embarnecido, por los hijos habidos y por una felicidad de mujer piadosa, bendecida con todos los bienes y honestos placeres, hermosa aún, pero madura. Como su hija nació cuando ella tenía quince años, Abihail tendrá ahora algo menos de treinta. En este tiempo, sería una mujer en la plenitud de su edad; en aquellos, una mujer ya madura. La vemos en el balcón de su casa toledana, mirando complacida a su hija que camina por el zoco, a pasos cortos y delicados, cubierta con un fino manto de filillos de oro; así caminaba ella a los trece, a los catorce años, por ese mismo zoco toledano. La nostalgia se mezcla con la alegría de ver a su hija tan hermosa. La madre observa, pues nada se le escapa, que un joven la mira caminar por la plaza. Abihail lo conoce; es Yehuda Ha-Leví, un muchacho religioso y cumplidor, tal vez soñador de más, estudioso, que escribe hermosos poemas. Dicen que es muy inquieto, y que no se dedicará al comercio, sino a la medicina. Quizás le agrade su hija, y no sería un mal matrimonio. A la joven habrá que casarla pronto. Ese Yehuda no le parece mal a la madre, a la dulce Abihail. La madre mira a Yehuda que a su vez mira a su hija, y su hija, la hija de la dulce Abihail, no parece mirar a nadie. Un comerciante árabe ha salido de su zaguán umbrío a ver la hermosa cara de la joven. Sus catorce años recién cumplidos tienen ya fama de espléndidos. Un arcipreste se detiene pasmado de su belleza y gira para verla seguir su camino modestamente, ajena a la admiración que despierta. Abihail está orgullosa de su hija, y ese Yehuda, que no sería un mal partido, parado en un pórtico, la mira como si estuviera contemplando un ángel del paraíso. Abihail piensa que hablará con la casamentera. </span></span></span> </p> <p style="font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">¿Cómo se llamaba la hija de Abihail? No tiene nombre. ¿Podría llamarse Ofra? ¿Es la Ofra a la que canta el poeta Ha-Leví, la que lava sus vestidos con las lágrimas de sus ojos?</span></span></span></p> <p style="font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"><br /><br /></p> <p style="margin-left: 5cm;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>Ofra lava sus vestidos en el agua de mis lágrimas</i></span></span></span></p> <p style="margin-left: 5cm;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>y los pone a secar al sol de su hermosura.</i></span></span></span></p> <p style="margin-left: 5cm;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>No necesita el agua de las fuentes, pues tiene la de mis ojos,</i></span></span></span></p> <p style="margin-left: 5cm;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>ni otro sol que el de su belleza. </i></span></span></span> </p> <p style="font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"><br /><br /></p> <p style="font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">Ya he dicho que no tengo yo el don de las lenguas, así que solo por conjeturas, y éstas muy simples, puedo dudar si la hija de Abihail se llamaría Ofra, pues en otras traducciones he visto este poema en donde ese nombre se traduce por “gacela” o por “cierva”, que era el modo habitual en que Yehudá Ha-Leví llamaba a las muchachas hermosas, algo común con la poesía árabe de la época y no muy lejano del uso poético que en toda la Península Ibérica hace de los ciervos la poesía más primitiva. Ofra, la hija de Abihail... nunca lo sabremos.</span></span></span></p> <p align="justify" lang="es-ES"><br /><br /></p> <p style="font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">¿Se llamaba Rahel la hija de Abihail? Quizás. Un par de siglos después, la hija de Abihail, la muchacha que es como una cierva, es cantada con ese nombre en un romancillo sefardí que rescata doña Isabel Escudero en su Cancionero Didáctico:</span></span></span></p> <p style="font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"><br /><br /></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">Iba la niña Rahel,</span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">carita de mazapán,</span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">por el zoco de Toledo,</span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">¡quién la pudiera comprar!</span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">Así la miraba el moro,</span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">ojillos de gavilán,</span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">así la miraba el moro</span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">de la sombra del zaguán.</span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">Iba la niña Rahel,</span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">carita de mazapán,</span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">va a casa del rabino</span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">que la tiene que casar</span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">con su primito Samuel</span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">como manda la Misná,</span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">que ni niña ni mujer</span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">doce añitos cumple ya.</span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">Mirala el señor Obispo</span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">de la umbría catedral;</span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">¡quién meneara campanas</span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">por novia tan celestial!</span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm; font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"><br /><br /></p> <p style="font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">Si se llamaba Rahel o no, sigue siendo un misterio, pues de los poetas no hay que hacer caso, que buscan los nombres que más les convienen. ¿Acaso estamos seguros por completo de que su madre se llamara Abihail? Así la llamó el poeta a su conveniencia y gusto, pero nadie pondría la mano al fuego ni por su nombre ni por el de su hija.</span></span></span></p> <p style="font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">En ese momento tenía doce años y, según poetizamos, no se casó con su primito Samuel como manda la Misná, sino que es mucho más probable que fuera aquella que Yehudá Levi tuvo en sus rodillas, y en cuya mirada descubrió uno de los principios del amor más hermosos, tan hermoso que a veces puede tomar aires trágicos. </span></span></span> </p> <p style="font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"><br /><br /></p> <p style="margin-left: 3.75cm;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>El día en que la acaricié sentada sobre mis rodillas</i></span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>y se vio reflejada en mis pupilas, </i></span></span></span> </p> <p style="margin-left: 3.75cm;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>me besó entre risas los ojos;</i></span></span></span></p> <p style="margin-left: 3.75cm;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>pero no besó en ellos sino su imagen. </i></span></span></span> </p> <p style="margin-left: 3.75cm;" align="justify" lang="es-ES"><br /><br /></p> <p style="font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">Abihail ya ha conseguido su propósito. Habló con la casamentera, habló con la familia Ha-Leví. Habló con el joven Yehuda. Habló y habló con todo el mundo, incluido su esposo, que, sin embargo, fue el último en enterarse de que se estaba negociando el matrimonio de su hija, pero no habló con la joven. Tal cosa nunca se había visto hasta entonces y no se consideraba bajo ningún concepto necesaria. La joven hija de Abihail aceptaría a Yehuda con la modestia de una buena hija, y se casaría con un muchacho prometedor, que sería médico, y con el cual tendría hijos, que le proporcionaría una vida tan plácida como la que su madre había llevado hasta el momento, y finalmente, rondando los cincuenta, haría lo que todos los jóvenes soñadores que escriben poemas, a saber: asustarse de su edad, entender que había que tomar un camino, y tomarlo. Para entonces, la hija de Abihail sería una mujer vieja. Tendría nietos en los que entretenerse y no pensar más en un esposo cuya única meta a partir de entonces sería la peregrinación y la poesía. Tal vez para entonces, la hermosa hija de Abihail, habría dejado el mundo. </span></span></span> </p> <p style="font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;">Yehudá la recordaría en toda su belleza, aquel día de su boda, con el rostro velado, bajo el cual relucían las joyas de la ceremonia. Y al retirarle esa veladura sagrada, vería en sus delicadas orejas las arracadas de oro y aljófar, los múltiples collares de piezas labradas en luneta, las finos aros adornando su frente, las perlas enhebradas en el cabello rojizo, y tras todos estos adornos de esposa, la verdadera belleza de la joven que había venido a ser su esposa, un poco después de que la viera pasar por el zoco de Toledo y compusiera aquel hermoso poema primero en el que la llamaba la hija de Abihail. Sin más nombre ni atributo que ser la hija de su madre y avergonzar al mismo sol con su belleza.</span></span></span></p> <p style="font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"><br /><br /></p> <p style="margin-left: 3.75cm;" align="justify" lang="es-ES"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>Seda bordada es el vestido de tu cuerpo, pero </i></span></span></span> </p> <p style="margin: 0.21cm 0.5cm 0cm 3.75cm;" align="justify"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>la gracia y la hermosura recubren tus ojos; </i></span></span></span> </p> <p style="margin: 0.21cm 0.5cm 0cm 3.75cm;" align="justify"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>las joyas de las doncellas son obras de artesano, mas </i></span></span></span> </p> <p style="margin: 0.21cm 0.5cm 0cm 3.75cm;" align="justify"> <span style="color:#ffffff;"> <span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>esplendor y encanto son tus adornos.</i></span></span></span></p> <p style="margin: 0.21cm 0.5cm 0cm 3.75cm;" align="justify"><br /></p> <p style="margin: 0.21cm 0.5cm 0cm 3.75cm;" align="justify"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>Te revistas o no de brocados como las señoras, </i></span></span></span> </p> <p style="margin: 0.21cm 0.5cm 0cm 3.75cm;" align="justify"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>te basta tu figura, pues te adornas de encanto y no de joyas. </i></span></span></span> </p> <p style="margin: 0.21cm 0.5cm 0cm 3.75cm;" align="justify"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>Estás colmada de hermosura, ¿qué te añaden collares y lunetas? </i></span></span></span> </p> <p style="margin: 0.21cm 0.5cm 0cm 3.75cm;" align="justify"> <span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>¡Sólo impiden abrazar tu garganta, besar tu cuello!</i></span></span></span></p> <p style="margin-right: 0.5cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm;" align="justify"><br /></p> <p style="margin-right: 0.5cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm;" align="justify"><br /></p> <p style="margin-right: 0.5cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm;" align="justify"><br /></p> <p style="" align="justify" lang="es-ES"><span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>Todas las traducciones de poemas están tomadas de la “Nueva Antología Poética” de Yehuda Ha-Leví, con traducción, prólogo y notas de Rosa Castillo, excepto los dos fragmentos finales, tomados del estupendo ensayo sobre la poesía amorosa de Yehuda Ha-Leví, del profesor José Javier Alfaro, publicado en esta página web:</i></span></span></span></p> <p style="" align="center" lang="es-ES"><span style="color:#ffffff;"><span style="font-family:Nimbus Roman No9 L, Times New Roman, serif;"><span style="font-size:100%;"><i>http://www.uned.es/ca-tudela/revista/n001/art_7.htm</i></span></span></span></p> <p style="font-style: normal;" align="center" lang="es-ES"><br /><br /></p> <p style="font-style: normal;" align="justify" lang="es-ES"><br /><br /></p> <p></p>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-10152679419696321872009-05-23T12:44:00.004+02:002009-05-23T12:53:56.594+02:00Muñoz Barberán íntimo<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh59d38kYQhSf4-8GfZs7IzGZDrpBsQ8k3FoFbqXOSX7BYCuIgChcxP-kBDydWwjmAPCEvIY4gI9psnTGezYyE54N-7H7ZqQwMOqwgxNYMrB8-A5yJcsDSxTGW3SiWxSsM1g5m6uw/s1600-h/intimo_01.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 278px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh59d38kYQhSf4-8GfZs7IzGZDrpBsQ8k3FoFbqXOSX7BYCuIgChcxP-kBDydWwjmAPCEvIY4gI9psnTGezYyE54N-7H7ZqQwMOqwgxNYMrB8-A5yJcsDSxTGW3SiWxSsM1g5m6uw/s400/intimo_01.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5338968731861568594" border="0" /></a><br /><div style="text-align: justify;">El Museo Ramón Gaya expone actualmente una colección de cuadros y dibujos de Manuel Muñoz Barberán a la que ha titulado "Muñoz Barberán íntimo". Está formada la reducida colección por obra propiedad de la familia y de amigos muy cercanos. Entre esas obras se expone este austero óleo de caracolas. Coleccionaba el pintor, modestamente, porque no era un coleccionista de pasión ni de estas ni de otras cosas, caracolas y conchas que iba adquiriendo sobre todo en los veraneos de Águilas. Le fascinaban las formas perfectas de las caracolas y sus texturas. Las contemplaba como se contempla un misterio. Por fin, un día se decidió a pintarlas. Si eso es posible, tratándose de un diseño de la naturaleza, había comprendido las circunvoluciones, las aristas, los delicados picos, la superficie nacarada de los interiores, y con gran sobriedad expresiva las plasmó en este cuadro, que nos evoca toda la profundidad del mar que aflora en las playas.<br /><br /><div style="text-align: center;"><a href="http://sites.google.com/site/kaolinclares/Home/ExposicionGaya.doc?attredirects=0">"No sé si me entendéis"<br />Texto del catálogo de la Exposición<br />"Muñoz Barberán íntimo"<br />Museo Ramón Gaya de Murcia<br /></a></div></div>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-12156925757352184442009-05-08T16:53:00.003+02:002009-05-08T17:08:24.703+02:00Diario de Florencia de Muñoz Barberán<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEpMtBAqusuZCPv3x2iaxzGCNMbVg51U2SHb8_aowbZasYiS28sr9OGl4N7LcPGaHZkru3OczQOvtS7mKHjwBtSgOW-vHRAMguzAKYNXc9p3fuUp593jDTGOAfSjuMnC_iYw4Jkw/s1600-h/mmbarberan.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 184px; height: 259px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEpMtBAqusuZCPv3x2iaxzGCNMbVg51U2SHb8_aowbZasYiS28sr9OGl4N7LcPGaHZkru3OczQOvtS7mKHjwBtSgOW-vHRAMguzAKYNXc9p3fuUp593jDTGOAfSjuMnC_iYw4Jkw/s200/mmbarberan.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5333469911225105218" border="0" /></a><br /><div style="text-align: justify;">Unos meses antes de la muerte del pintor Manuel Muñoz Barberán, la Real Academia Alfonso X de Murcia, publicó un libro homenaje dedicado a su persona y a su obra. Muchos intelectuales, investigadores y profesores murcianos, así como algunos foráneos, colaboraron en este libro. Como hija del pintor y como escritora, la Academia tuvo la deferencia de invitarme a que escribiera un texto en este libro. Así lo hice. Para ello, traté una faceta de mi padre que pertenecía a su mundo personal, el de los viajes. Utilicé fragmentos del Diario de Florencia seleccionados según mi parecer y criterio, comentando, anotando y ofreciendo en definitiva una visión personal de la relación del artista con el viaje, y sobre todo con el viaje a una de sus ciudades más queridas, Florencia. El libro publicado utilizó como portada un autorretrato del pintor a los dieciocho años. Dirigio el proyecto Santiago Delgado, escritor y profesor murciano, como académico correspondiente.<br /></div><br /><br /><br /><div style="text-align: center;"><a href="http://sites.google.com/site/kaolinclares/Home/EL_VIAJERO_Y_SU_HIJA_%28florencia%29.pdf?attredirects=0">Homenaje al académico Muñoz Barberán<br />EL VIAJERO Y SU HIJA<br />por Fuensanta Muñoz Clares<br /></a></div>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-22634705208247162902009-05-07T19:17:00.003+02:002009-05-08T00:18:31.095+02:00Homenaje a don Miguel Ortuño<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiA4q_hOMOm5KO_c7WBBIzS-vNvuKGElYA6SDhtNhHLt_3xhg_yw-6OK9XxHkSAU_1ldDf5hABE7wKJy-S_TJpxd6HvdAlWl__IqmKom4QnJkxmxBHvW8qvmWmIdlt4ewTapVl_sA/s1600-h/ortu%C3%B1o.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 181px; height: 254px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiA4q_hOMOm5KO_c7WBBIzS-vNvuKGElYA6SDhtNhHLt_3xhg_yw-6OK9XxHkSAU_1ldDf5hABE7wKJy-S_TJpxd6HvdAlWl__IqmKom4QnJkxmxBHvW8qvmWmIdlt4ewTapVl_sA/s200/ortu%C3%B1o.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5333196982138164098" border="0" /></a><br /><div style="text-align: center;"><br /><div style="text-align: justify;">Me invitaron a colaborar en el homenaje que la Academia Alfonso X de Murcia rendía a don Miguel Ortuño, eminente profesor, historiador y académico yeclano, que tuvo una buena amistad con mi padre. Es un hombre de avanzada edad y de energia inagotable, sabio y erudito, al que he tenido la inmensa suerte de conocer con plena conciencia, porque ya de niña lo conocía, pero sin saber quién era aquel que conocía. No lo dudé un momento; dije que sí. Conservamos manuscritos de mi padre, Manuel Muñoz Barberán, sobre su larga estancia en Yecla, así que repetí un esquema anterior: el combinar su voz con la mía, que es un modo de hablar con él, ahora que ya no está entre nosotros. Aquí dejo el texto que publicó la Real Academia Alfonso X de Murcia.<br /></div><br /><a href="http://sites.google.com/site/kaolinclares/Home/texto_yecla.pdf?attredirects=0">Texto sobre los manuscritos de Yecla de Muñoz Barberán.<br />Homenaje a don Miguel Ortuño<br />por Fuensanta Muñoz Clares<br /></a></div>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-40951780765471879782009-03-27T18:52:00.005+01:002009-03-27T19:02:02.011+01:00Un relato teatral: LA CAPA<div style="text-align: center; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-size:130%;">LA CAPA<br /></span><div style="text-align: right;"><span style="font-size:130%;"><br /></span></div></div><div style="text-align: right; font-style: italic; color: rgb(255, 255, 255);"><span style="font-size:130%;">Este relato inédito<br />fue escrito para César Bernad,<br />actor y director de escena,<br />magnífico pedagogo teatral.<br /></span></div><span style="color: rgb(255, 255, 255);font-size:130%;" ><br /><br /></span> <style type="text/css"> <!-- @page { size: 21cm 29.7cm; margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } --> </style> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> "César Bernad, un gran amigo al que me unen muchos y divertidos recuerdos juveniles, además del común amor al teatro, me proporcionó no hace mucho un buen rato contándome una historia sorprendente. Lo era, en verdad, por muchos conceptos, el menor de los cuales no era la reflexión que nos hicimos, acabada la narración, para el caso de que en absoluto fuera cierto lo ocurrido, sino una simple alucinación. Pensamos ambos, y uno de los dos dijo, que, dudando mucho de la veracidad del asunto, no era de todos modos despreciable ni falto de sustancia, sino que nos mostraba claramente cómo los deseos humanos, las ansias y las pasiones pueden crear mundos ficticios que, en cualquier caso, son símbolos de esos mismos deseos, ansias y pasiones.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> Y esta historia me la puso delante una tarde invernal en nuestra ciudad. Yo vivía por entonces demasiado lejos de ella, de mis amigos, de mis familiares, del ámbito donde había pasado mi infancia y mi juventud. Razones de trabajo y razones menos razonables me tenían en esa situación de apartamiento de lo mío. Llegó un momento en que sobrepasé la nostalgia y ya no sabía con certeza dónde quería estar. Cuando volvía a mi ciudad, por las vacaciones, me sentía también allí una extraña y sólo los viejos amigos y las viejas calles, los paseos que en mi primera edad había hecho tantas veces, me hacían recuperar mi ámbito; pero cuando eso ocurría, mi tiempo de asueto había terminado y de nuevo me alejaba. Lo hacía con la alegría del que regresa después de un largo viaje a su casa, y al llegar sentía que mi verdadero hogar otra vez lo había dejado atrás. Pero no es esto lo que ahora interesa, sino la narración que César me hizo aquella tarde. Quizá en sí misma no sea tan importante, sino lo que dio lugar a que se produjera. Que aquella tarde salí sin rumbo fijo a pasear por la ciudad, con la muy vaga intención de ver, si venía al caso, algunos libros que necesitaba y vagabundear por las tiendas del centro de la ciudad. El cielo estaba plomizo y no hacía una temperatura muy agradable. Por otra parte, era una hora demasiado temprana para que las calles estuvieran animadas. Anduve de aquí para allá, recorriendo varias veces la calle de Trapería y luego la de Platería, viendo los escaparates de las tiendecillas tradicionales que sólo por la fuerza del amor de los ciudadanos sobrevivían al ataque desconsiderado de los grandes almacenes. Me detuve a mirar las colecciones inacabables de botones en las mercerías, los tejidos brocados en falsas pedrerías de las tiendas textiles, las peinetas de concha y las mantillas de blonda, las plumas de todas clases en la tienda diminuta que tenía como enseña desproporcionada una pluma fuente de los años treinta de un metro y medio de largo. Cuando se me acabó la distracción por esa zona, me dirigí al barrio de San Lorenzo, donde estaban los puestos de flores. Algunos habían abierto ya. En uno, que me llamó la atención particularmente, me paré a mirar las flores y tiestos. De inmediato me quedé prendada de las caléndulas, flores de toda estación, humildes y serviciales. No sé por qué compré un ramo, y una vez pagado y en mi mano, empecé a pensar qué hacer con él. Mirando su vivo color anaranjado, recordé que tres calles más allá vive mi buen amigo César Bernad y que todavía no había ido a visitarlo, como solía hacer en cada una de mis estancias en la ciudad. Aparte el placer de verlo, siempre tenía alguna novedad que contarme, la mayoría de las veces relativa al mundo teatral, del que yo andaba muy alejada. Gustosamente alejada. Contadas por él, y con el debido distanciamiento por mi parte, me procuraban un buen rato en cada ocasión. Así que, sin previo aviso y arriesgándome a que no estuviera en su casa, me decidí a probar suerte. Estaba allí y, ya por el telefonillo del portal, me saludó con alegría, me reprochó mi tardanza en visitarlo y me invitó a subir.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> Sentados en el salón de su casa, habitación muy acogedora que había alegrado la viveza de las caléndulas, con el delicioso fondo musical de una voz femenina mediterránea, comenzamos a charlar de nuestras cosas: noticias familiares, comentarios sobre amigos comunes, saludos transmitidos por conocidos, trabajos y amores viejos o nuevos. Sabíamos que el tiempo era breve y que debíamos ponernos al corriente de todo lo acontecido durante los tres meses anteriores. Hablando de amores precisamente, hizo su misteriosa aparición la Marni. Con aires de gran princesa, marcó el aire con tres sinuosidades de su espléndida cola, olisqueó mis zapatos, y, a pesar de mis palabras cariñosas, me despreció olímpicamente para ir a refugiarse en los brazos de César. Cerró los ojos dorados de lechuza de Atenea y se durmió. Sólo cuando advirtió que César hablaba conmigo sin hacerle mucho caso, se retiró a lo alto del taquillón como una esfinge entre dos palmeras. </span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> Estábamos en el momento mejor de nuestra conversación, saboreando un vino dulce de Cartagena, cuando César recordó algo e interrumpió lo que venía diciendo.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> –Por cierto, ¿te acuerdas de Juan Segura?–me dijo. Pero yo, por más que hacía memoria, no lograba asociar ningún rostro con aquel nombre–Te tienes que acordar... Estaba en el grupo de...–En ese momento me vino al recuerdo un muchacho alto, de cuerpo flexible, moreno y bien parecido.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> –Ya sé–dije–.Estaba en el grupo de Perico Laurencio, de nefasta memoria... ¿Qué ha sido de él?</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> –De eso te quería hablar. De lo que ha sido de Juan Segura.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> –Me refería a Perico Laurencio...</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> –Ah, ¿no lo sabes–palabras rezumaban sarcasmo, cosa poco habitual en él–. Como vino se fue, misteriosamente, pero lo que dejó no quedó lo mismo. Desapareció, sin dar aviso a nadie y sin disolver la sociedad que había creado para el grupo de teatro, de modo que dejó a los socios empantanados en un montón de deudas. En las cajas del grupo, que nunca estuvieron, por otra parte, a rebosar, no quedaba ni un duro. Laurencio arrambló con todo, con lo poco o lo mucho que hubiera. Pero esa es otra historia. Lo que te quería contar era lo de Juan Segura. Recordarás que en el grupo de Laurencio estaba como galán. Dicen que Laurencio andaba enamoriscado de él y que él no le hacía caso, pero que la esperanza de conseguir algo finalmente, le hacía mantenerlo en los papeles principales de todos sus montajes. Ya sabes, las malas lenguas, que nunca faltan en el mundo del teatro. No era cierto del todo. Que Laurencio estuviera prendado del muchacho, no me extraña, porque, no sé si lo recuerdas bien, era muy atractivo, pero si le daba los papeles principales, no era por eso. Era que el tal Laurencio, lo de sinvergüenza aparte, tenía cierto gusto teatral y había intuido que el chico era bueno. A mi parecer, era un diamante en bruto que se estaba desaprovechando en manos de aquel cantamañanas... ¿Te acuerdas de aquel horrible montaje de Macbeth que se le ocurrió hacer al mangante de Laurencio?</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> –Me acuerdo perfectamente–le dije–. Y también recuerdo que lo único pasable en todo aquello era el papel que representaba Juan Segura, de un modo intuitivo y nada trabajado, pero daba idea del caudal virgen que tenía el muchacho.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> –Pues por ahí va la cosa–. En ese momento apareció Coquí, el hijo de la Marnie, con menos contoneo y seducción, inocente y grandón, lento y majestuoso- ¡Coquí, precioso, ven aquí! - exclamó César, pero el príncipe persa comprendió que la atención de su amo estaba en otra parte y se retiró a su cesto.- Bueno, te cuento. Antes de desaparecer el director con toda la taquilla, Laurencio y Juan tuvieron una terrible discusión. No sé los términos en que discutieron ni las razones... La gente habla, pero yo escucho poco esas historias sórdidas del teatro. El caso es que el muchacho se largó del grupo y en ese momento no se le ocurrió mejor cosa que acudir a mí. Se ofreció para cualquier papel en lo que yo estaba haciendo. No me fue posible en aquel momento darle nada, pero a partir de ese primer encuentro, comenzamos una relativa buena amistad. Digo relativa porque ya sabes tú que las amistades de teatro son siempre relativas. </span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> - Menos la tuya y la mía y alguna otra honrosa excepción - dije yo.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> - Naturalmente, entiendo siempre hecha esa salvedad. Pues bien, el chico de verdad que era muy bueno, pero en tanto no se iniciara un nuevo montaje, yo no podía contar con él. Esperando esa oportunidad, se presentó sin ninguna esperanza a unas becas que se convocaban en Madrid para la cantera del Teatro de la Comedia. Le ayudé a preparar todos los documentos y los envió. Fue seleccionado. Él siempre creerá que yo influí entre mis amistades madrileñas, y por más que le he dicho que nada tuve que ver en ello, cree y siempre creerá que yo le ayudé. Pero no es así. Acudió a las pruebas de selección y también salió con éxito. Qué quieres que te diga, yo me alegré muchísimo. Aparte de que siempre es cosa de gusto que un paisano triunfe, pensaba que el muchacho lo merecía y que, si sabía llevarlo, podría llegar a ser un buen actor de la Comedia. Lo que yo no había podido imaginar es que su ascensión sería tan rápida. Una cosa que se me escapó de su personalidad, te lo digo francamente, es que pertenecía a esa categoría de actores que yo llamo ascetas: gente con una voluntad de hierro, que se apartan del mundillo teatral más vano, que se dedican en cuerpo y alma a su ejercicio, y que además poseen un afán inagotable de perfección.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> Siempre se piensa desde provincias que el mundo teatral capitalino es un mundo corrupto donde los primeros actores son siempre los que se encaman con los poderosos o los que saben mantener varios juegos a la vez, los astutos, los pícaros y los hipócritas. Y no te niego que haya algo, o incluso mucho, de verdad en eso; pero también te puedo decir que este caso, hasta donde yo llego, es una clara refutación de ese prejuicio, o la confirmación de que no hay regla sin excepción. Juan Segura llegó, lo vieron y triunfó. Al mes y medio de estar en Madrid, disfrutando de su beca y trabajando con los actores de la Comedia, me escribió una carta entusiasta y llena de ánimo, en la que me ponía al corriente de todas sus actividades: gimnasio diario, danza y esgrima, cursos extraordinarios de dicción del verso clásico; un verdadero programa, en parte ofrecido por la Comedia, en parte buscado por él mismo. Allí vi que estaba dispuesto a todo y que había elegido el camino más difícil, pero a mi parecer el más honesto. También me contaba el detestable ambiente entre los compañeros, la competencia desmesurada y la lucha a brazo partido por los papeles. Todos podían ser debutantes junto a otros actores consagrados en un montaje nuevo de "El caballero de Olmedo". Juan no se hacía ilusiones, pero, al menos, estaba seguro de que obtendría un papel secundario o, al menos, una "lanza".</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> Pasó otro mes largo y una noche me llamó por teléfono. No había tenido la paciencia de comunicármelo por carta. La noticia era importante: le habían ofrecido el papel de don Alonso en "El caballero". Me llamaba para decírmelo y para consultar conmigo si debía aceptarlo o si era jugar demasiado fuerte para empezar. Le dije que aceptara de inmediato. Este muchacho no terminaba de asombrarme. Date cuenta lo que es: le ofrecen el papel principal en un montaje de cantera del Teatro de la Comedia y llama para preguntar si debe aceptarlo. El caso es que lo aceptó, faltaba más. Habían comenzado los ensayos, cuando tuve que ir a Madrid por unos asuntos de la Escuela de Arte Dramático. Naturalmente, llamé a Juan Segura para verlo en algún rato que tuviéramos libre. Nos vimos y me invitó a un ensayo. Estaba magnífico, tú sabes que yo no soy fácil de conformar. El director, que era conocido mío, estuvo extremadamente amable conmigo y, en un aparte, me comentó que aquel muchacho era una verdadera joya. Creo que otra vez su encanto viril había hecho estragos. </span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> Fuimos a comer a la plaza de Santa Ana, en un restaurán cercano a la Comedia, y atiende, que esto es importante, le pregunté, mientras íbamos allá si había entrado ya a San Sebastián. La cara que puso de asombro ni te la cuento. Primero, estoy seguro, pensó que se trataba de un bar de moda o algo así, pero cuando le dije que se trataba de aquella misma iglesia cuyas espaldas estábamos viendo, pero que no era un interés religioso ni arquitectónico lo que me movía a recomendárselo, sino puramente teatral, entonces sintió una gran curiosidad y mucha más cuando supo que allí había estado enterrado Lope, y que, aunque su cuerpo ya no estaba bajo el altar de una de las capillas laterales, una lápida lo recordaba, además de haber otras muchas lápidas que recordaban que allí fueron bautizados, casados o despedidos del mundo de la farándula muchos escritores, dramaturgos y actores. No pudo esperar a la tarde y fuimos a ver si la Iglesia de los cómicos estaba abierta, pero no lo estaba. Eran cerca de las dos de la tarde. Después de comer yo fui a mis cosas y él a sus ejercicios ascéticos... No te puedes imaginar cómo trabajaba aquel fiera y el cuerpazo que había echado: un verdadero torero. Perfecto para don Alonso. Por la noche me acompañó al tren, después de tomar unas tapas juntos, y yo me volví a Murcia, muy satisfecho de todo, de mis asuntos, que quedaban solucionados, y de ver a un paisano triunfante con todos los merecimientos. </span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> En un par de meses no tuve noticias de él, pero allá por el mes de octubre recibí una invitación para el estreno de "El caballero de Olmedo".</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> Nuestra conversación se interrumpió un momento porque volvía de la calle mi buen amigo Fernando del Río. Tuvimos nuestro intercambio de saludos y besos y le dije que César me estaba contando una historia muy interesante, aunque todavía no me podía imaginar en qué pararía. Fernando estaba al corriente de toda ella.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> –Te vas a quedar muerta–dijo–. Seguid con lo vuestro, que yo voy a ponerme una copa de vino. ¿Y estos dos? ¡Coquí, Marnie! Voy a ponerles de comer.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> Los dos felinos aristócratas siguieron a Fernando a la cocina, felices de haber encontrado al fin alguien que les dedicara toda la atención que se merecían. Pero les duró poco, pues pronto volvió con su copa y se sentó a oír la historia con nosotros. Ya la sabía, pero el interés con el que escuchaba a César me confirmaba que el placer de escuchar una historia se renueva cada vez que se oye, con un sentido distinto a la primera vez. Y esto quizás es lo mismo para otras muchas cosas de la vida. César prosiguió su narración y los gatos, rendidos al fin, se acomodaron en el sofá, junto al narrador.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> –Pues decidimos ir al estreno y acompañar al muchacho para bien o para mal, aunque estábamos muy convencidos de que sería para bien. Nos fuimos un par de días antes, sin tener nada que hacer en Madrid, así que los pasamos deambulando por la ciudad, viendo algunas exposiciones y una magnífica película iraní que luego te recomendaré. Sólo en una ocasión vimos a Juan Segura antes del estreno. Comimos juntos en el mismo restaurán en el que habíamos comido hacía dos meses. Juan estaba muy nervioso, pero nos pareció absolutamente normal. Lo suyo había sido vertiginoso y se jugaba demasiado en aquella representación. Pero había algo más que le inquietaba, una responsabilidad añadida que nosotros ignorábamos. Me dijo que me había hecho caso y que había visitado San Sebastián, no una vez, sino muy a menudo. Que le servía de relajación cuando estaba demasiado excitado y de consuelo cuando veía que algo no iba bien. Se había acostumbrado en aquellos dos meses a reflexionar en la capilla donde Lope había estado enterrado. Al principio notaba algo excepcional en aquel sitio, pero poco a poco se había ido acostumbrando a sentir una presencia extraña y había terminado hablando al Fénix como si estuviera realmente allí. A veces pensaba que se estaba volviendo loco de tanto ensayo y tanto entrenamiento. Fernando, que es tan psicólogo, lo tranquilizó diciéndole que en los momentos más tensos de la vida necesitamos apoyaturas y que él se había buscado una bastante inofensiva. Yo añadí que, aunque esa comunicación no fuera cierta en el sentido en que la gente razonable considera las cosas ciertas, en el ámbito poético estaba sumergiéndose en una comunicación íntima con la obra que tenía que representar y con el hombre que cuatro siglos atrás la había escrito. En definitiva, que se quedó algo más tranquilo y ya no lo volvimos a ver hasta el día del estreno sobre el escenario. Por supuesto que Fernando y yo comentamos que aquel chico estaba demasiado afectado, pero que un éxito, como el que imaginábamos que tendría, le quitaría esas tontunas de la cabeza, aunque fuera sustituyéndolas por otras, quizás menos sensibles y poéticas.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> Fue una representación inolvidable, te lo puedo asegurar, y yo no suelo conformarme con poco. Fernando te lo puede decir, que no es menos exigente. Preciosa, de verdad, y cuidadísima. Los jóvenes actores estaban magníficos, no desmerecían de los consagrados que los apoyaban en los papeles de autoridad. Aparte nuestro paisano, que tuvo su gran noche, nos gustó extraordinariamente el que hizo el Gracioso, un muchacho asturiano que parecía un Arlequín, al que luego conocimos en la fiesta de estreno. El vestuario era una verdadera obra de arte. Juan lucía su traje como nadie. Yo, de verdad, nunca he visto un Caballero tan galán y tan torero. Pero al comenzar el primer acto, cuando el monólogo de don Alonso, vi que Juan se descomponía y que la mirada se le iba al fondo del patio de butacas. Seguramente el público común no lo advirtió, pero a mí esas cosas no se me pueden escapar. Tardó unos segundos en recuperar la calma y el monólogo terminó con un aplauso cerrado; apenas había empezado la función y ya arrancaba aplausos. Durante todo el primer acto, vi que varias veces volvía a las andadas; la mirada se le iba del punto donde debía tenerla hacia el fondo del patio. Pensé que había algo allí que lo distraía y miré hacia atrás. No vi nada fuera de lo común; algún señor dormido y alguna jovencita embobada. Pero el colmo fue que en el segundo acto lo mismo hicieron doña Inés y el Gracioso. Mientras, nuestro buen amigo seguía cosechando aplausos. En este segundo acto sacaba una capa española magnífica, de terciopelo azul marino con vueltas púrpura. Su único defecto era el tener aspecto de recién estrenada, como efectivamente lo era. Se puede lograr el efecto de uso, como tú sabes, en muy buena parte del vestuario, mediante manchas y arrugas oportunas que desde el patio de butacas no se advierten como tales, pero que ofrecen una apariencia de ropa llevada largo tiempo, pero una capa es algo más difícil. Una capa es para toda la vida y sólo cuando el dueño deja el mundo tiene verdadero aspecto de vieja. Una capa envejece con su dueño a fuerza de inviernos. Y aquella era una magnífica capa, de esas que se pueden heredar con muy buen poner todavía. Se habían esmerado con el vestuario. Pues bien, para el tercer acto la capa se había hecho vieja. Como lo oyes. Se había envejecido. Y no me engaño, de veras. Que te lo confirme Fernando.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> –La capa aquella era una verdadera reliquia en el tercer acto, te lo digo yo que entiendo mucho de vestuario. Del segundo acto al tercero habían pasado por ella años, o siglos–confirmó Fernando.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> –Bueno, yo pensé que había habido un cambio y no le di más vueltas, pero en este tercer acto, nadie miró al fondo del patio de butacas y cuando Tello sacó al Caballero muerto en sus brazos, pidiendo justicia para su amo, se hizo un tenso silencio como nunca se ha hecho en esta función. A mí se me saltaron las lágrimas, pero la capa en la que venía envuelto... El final fue apoteósico, un éxito, una locura... Yo no sé las veces que tuvo que salir la compañía a saludar ni las reverencias que hizo el Caballero ni las cabriolas de Tello. Una hora después nos reuníamos todos, actores, servidores, técnicos e invitados, en el ambigú del teatro, donde se había preparado una cena fría. Juan no se había cambiado ni desmaquillado. Era como si quisiera ser el Caballero toda la noche y para siempre, pero bajo el maquillaje se advertía una gran palidez, los labios lívidos y los ojos asombrados. Nos saludó con agrado, pero distraído. Fernando ya empezó con las interpretaciones: vamos, que se le había subido el éxito a la cabeza. Pero yo sabía que no podía ser eso. Cuando acabaron los brindis y los abrazos, los toqueteos y besos con que tú ya sabes que los actores y las gentes del teatro muestran su cariño - ponlo en reserva, ya sabes lo que es- las conversaciones se fueron haciendo por grupos. Algunos revoloteaban de grupo en grupo, queriendo sopar en todos. Yo quería felicitar especialmente al diseñador del vestuario y le pedí a Juan que me lo presentara. Juan estaba muy silencioso, demasiado para ser su gran noche. Me llevó hasta un señor muy retintado y emperejilado, que me saludó histriónicamente. Lo felicité calurosamente.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> – No ha quedado mal, me parece–me dijo–. El único problema ha sido conseguir efectos de antigüedad de la ropa. Con la capa, querido mío, no había modo ni manera, pero este bribón ha conseguido una capa vieja... La original era magnífica, pero esta que lleva ahora es la que yo quería, una capa gastada en mil aventuras nocturnas...¿De dónde la has sacado, pichón? La otra que la guarden, por si acaso...</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> Juan ni le contestó. Levantó su copa de cava y brindó por el mejor regidor, por el mejor diseñador, por el mejor director y, muy especialmente, por el mejor Gracioso de la Comedia. Su compañero lo abrazó agradecido y al poco todo el mundo volvió a sus conversaciones. Juan me tomó del brazo y me apartó a un lado. Quería hablarme en privado.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> –César, mira, esto no lo sabe nadie, nada más que Luis Reina, el Tello, y doña Inés. Les he dicho lo que me estaba pasando porque tenía que decirlo y porque sólo ellos podían confirmarlo, si veían lo mismo que yo. Ninguno de los dos ha podido ver nada y, aunque creen que estoy loco, no me lo dicen , porque lo toman como una extravagancia más. Pero yo lo he visto. Y luego además esta capa es la prueba... Y estas dos monedas también...</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> Sacó del bolsillo de la chupa un par de moneditas y me las puso en la mano. Yo las miré con disimulo y le eché una mirada interrogante.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> –Esto es lo que costaba entrar a un corral de comedias en el siglo diecisiete. ¿Sabes dónde las encontré? En mi camerino, en el descanso del acto primero. Lo de la capa no lo advertí hasta que estaba en escena. No sé cómo pude seguir adelante en aquel momento. Luego, sentir esta capa sobre mis hombros me daba una fuerza desconocida. La capa nueva no está ya en mi camerino. El consejo del diseñador es inútil; tendré que representar ya siempre con esta capa, que no es mía sino de un visitante que hemos tenido esta noche. Habrás visto que la mirada se me iba hacia el fondo del patio de butacas. Durante todo el primer acto allí ha habido alguien que pagó su entrada de una forma poco habitual; era un caballero alto, cubierto con una capa de pies a cabeza. ¿Sabes a quién me recordaba? Al Menipo de Velázquez, aunque yo sólo podía ver su silueta, pero era la misma imagen, pero este más altivo y estirado. Para el tercer acto dejé de verlo. Y yo sé quién es...</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> Yo lo oía como hechizado, pero al mismo tiempo pensaba que este muchacho se había vuelto loco de verdad.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> –¿Quién era, según tú? - le pregunté.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> –Era Lope... Te lo juro, César, era él-. Ya no sabía qué pensar. Juan puso en mi mano de nuevo las dos monedas. Las acaricié mientras hablaba. Eran monedas gastadas y suaves, redondeadas por la ronda inacabable del dinero. Miraba también la hermosa capa que aún llevaba puesta. Pero no podía dar crédito a lo que oía. Hace mucho tiempo que no creo en los milagros–Te lo juro, César, tienes que creerme. Él vino porque yo se lo pedí. Se lo he pedido en muchas ocasiones, allí sentado en la capilla de San Sebastián. He tenido con él largas conversaciones, que yo consideraba monólogos míos... Ahora las considero conversaciones.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> ¿Qué le podía decir? Tuve que tranquilizarlo, pero él me decía que estaba muy tranquilo, que no estaba afectado y que más bien se sentía muy feliz, serenamente feliz.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> Se retiró pronto con las protestas de toda la Compañía y Fernando y yo lo acompañamos a su casa. Por el camino nos tomamos la última copa y charlamos un rato, pero ninguno de los dos volvió a comentar el suceso mágico de la noche. Fernando en ese momento estaba ajeno a lo que me había dicho en el ambigú. Apenas dejamos a Juan, en el taxi que nos llevaba al hotel, le conté todo lo que Juan me había dicho. Fernando se asombró mucho y opinó que el chico estaba bajo los efectos de una fuerte impresión, que había alucinado. El que no sabía cómo poner la oreja era el taxista, que debió pensar que los locos éramos nosotros. Al bajarnos en la puerta del hotel, mientras le pagaba la carrera se permitió una observación.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> - Pues no crea usted, caballero, hay cosas raras en la vida. Si yo le contara...</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> Le di las buenas noches lo más cortésmente que pude y lo despedí. Con una historia extraña tenía bastante por el momento.</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> Y esta es la historia de Juan Segura. ¿Qué te parece? Por cierto, que en tres días lo tendremos aquí, en el Romea, con "El caballero de Olmedo". Si quieres vamos a verlo...</span></p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2; color: rgb(255, 255, 255);" align="justify" lang="es-ES"><span style="font-size:130%;"> Por desgracia, mis vacaciones se acababan antes de la actuación y me tenía que perder el acontecimiento. De verdad que lo sentí. Me hubiera gustado muchísimo ver un "Caballero" bendecido por el Fénix. Y la célebre capa del siglo diecisiete. No pude permitírmelo. Como siempre, tuve que regresar a mi casa, que luego no era en verdad mi casa. </span></p>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-84917585377557614042009-02-27T19:05:00.003+01:002009-02-27T19:22:00.574+01:00Censura en Gaula<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3ibL5qwxhIrLNU8aIe-bvKc4W3ZTnEVe8dwLnsi_IGwEus5SQQ3IBY5_yYnXm1RkE5NWXf89nlJwjZkZsvrLiYqrLEh3e87ykjDDQ6yVy4R6hPJtbpkZ8likIqKOTgqMr9GIbqg/s1600-h/amadis_gaula.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 250px; height: 195px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3ibL5qwxhIrLNU8aIe-bvKc4W3ZTnEVe8dwLnsi_IGwEus5SQQ3IBY5_yYnXm1RkE5NWXf89nlJwjZkZsvrLiYqrLEh3e87ykjDDQ6yVy4R6hPJtbpkZ8likIqKOTgqMr9GIbqg/s400/amadis_gaula.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5307540151511783378" border="0" /></a><br /><div style="text-align: justify;">Estoy de mediana enhorabuena. Digo mediana porque no he ganado el concurso, que es lo que quiere cualquiera que envía un cuento a un concurso, por corto que sea el cuento y por poco que sea el premio. Lo convocaba la <a href="http://www.hipalage.com/">editorial Hipálage</a> y se llamaba I Premio Algazara. Condición inexcusable es que el tema tenía que hablar de la felicidad y de la alegría de vivir. No es que mi cuento hable de eso, sino más bien del tratamiento que la felicidad recibe en la literatura, y más en la literatura fantástica de todos los tiempos, porque la alegría de vivir vende poco, es poco interesante. Entre un montón de cuentos, cerca de mil, que han participado en el concurso, han seleccionado unos doscientos setenta, creo recordar, y entre esos está el mío. Bueno, pues bien de muchos, consuelo de todos. Saldrá en un libro que se llamará "Cuentos para sonreír", que dicen que está ya en prensa. Gracias, Hipálage, por este premio de consolación. Estar con el resto de la tropa siempre es agradable.<br /><br />El cuento que presento se llama "Censura en Gaula". Reconozco que es muy conceptual y literario, pero quien sepa qué son los libros de caballerías, y haya leído el célebre<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Amad%C3%ADs_de_Gaula"> "Amadís de Gaula" </a>cuyo <a href="http://www.elpais.com/articulo/madrid/Reencuentro/Amadis/Gaula/elpepucul/20081011elpmad_9/Tes">quinto centenario</a> se celebró el año pasado, tendrá una sonrisa muy intelectual al final. No puedo negar la influencia de Borges en este cuento, en tanto se considera existente ese país del cual es el <a href="http://books.google.es/books?id=U-UgBIi_-ZsC&dq=Amad%C3%ADs+de+Gaula&printsec=frontcover&source=bl&ots=kCCmrp1paq&sig=d9TWJ-zIsICxSyXpH89y9GoQwUE&hl=es&ei=ASuoSZjZDpKM1QXFz8TUAg&sa=X&oi=book_result&resnum=8&ct=result">Caballero.</a><br /><br /><div style="text-align: center;"><br /><br /><span style="color: rgb(255, 255, 102);">CENSURA EN GAULA</span><br /><br /></div> <style type="text/css"> <!-- @page { size: 21cm 29.7cm; margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } --> </style> <p style="margin-right: 0.2cm; margin-bottom: 0cm; color: rgb(255, 255, 102);" align="justify"> Por razones obvias de falta de interés literario, se suprimió del texto original una frase que daba entrada a todo un capítulo. En Gaula, los censores eran muy severos, al menos en lo que se refería a las convenciones del género.</p> <p style="margin-right: 0.2cm; margin-bottom: 0cm; color: rgb(255, 255, 102);" align="justify"> Afortunadamente esta frase se ha recuperado con un minucioso trabajo de restauración. Ofrecemos la frase, adaptada al estado actual de la lengua. El resto del capítulo puede suponerlo el lector.</p> <p style="margin-right: 0.2cm; margin-bottom: 0cm; color: rgb(255, 255, 102);" align="justify"> “El caballero Amadís, a la caída de la tarde, descansando bajo un frondoso roble, era feliz. Aquel dia no le había salido al encuentro ningún endriago”.</p> <p style="margin-right: 0.2cm; margin-bottom: 0cm;" align="justify"><br /></p> </div>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com11tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-86458727616005804742008-12-30T21:16:00.004+01:002008-12-30T21:24:20.216+01:00EL ZAPATERO<div style="text-align: center;"><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiEDPZpnfsX2mRicIHgEfd-E4QzHSr6Qak-Q4_uwFsTrmpjyAd32EYO7HybwzYYnnhj3AVELDqgZX2_TaTS5H0bS9EgNGbWGkklMXxZ4exkS-vIHr_BU66nuaI1VaqI2VlTKBiYWg/s1600-h/mixtura_1.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 120px; height: 200px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiEDPZpnfsX2mRicIHgEfd-E4QzHSr6Qak-Q4_uwFsTrmpjyAd32EYO7HybwzYYnnhj3AVELDqgZX2_TaTS5H0bS9EgNGbWGkklMXxZ4exkS-vIHr_BU66nuaI1VaqI2VlTKBiYWg/s200/mixtura_1.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5285679698638821282" border="0" /></a><br /> </div><style type="text/css"> <!-- @page { size: 21cm 29.7cm; margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } --> </style> <p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">La calle del Val de San Juan no estaba precisamente en el mismo corazón de la ciudad, pero debía de ser una pequeña válvula muy importante en las cercanías de la víscera urbana. Lo que sí estaba claro es que pertenecía al llamado casco antiguo, a pesar de lo cual había sufrido algún mordisco de la modernidad, no demasiado crudo, la verdad, pues seguía siendo estrecha y penumbrosa. Como todo el barrio en que se encontraba, la calle tenía un aire pueblerino; sus edificios no eran de más de cuatro plantas y en los bajos de las viviendas regentaban sus modestos negocios comerciantes de toda la vida. </p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">Cuando Felicitas dio su primera vuelta por el Val de San Juan, con conciencia de que aquella iba a ser su calle por muchos años, comprobó con mucha alegría que había un estanco, lo que le venía muy bien por ser fumadora impenitente y olvidadiza; una mercería, que también era cosa de su gusto, aunque no tuviera especiales habilidades con hilos y agujas; un persianero tradicional, que ni le iba ni le venía, pero que le pareció cosa muy buena en un barrio, al igual que un tapicero, que también había uno. Lo que más le gustó de todo fue ver que entre el estanco y la persianería tenía su taller un zapatero remendón. Ese fue el hallazgo de los hallazgos, porque a Felicitas le gustaban los zapatos. Nada tiene de extraordinario, ni nadie lo considera así, que se sepa, que los seres humanos hayan creado algo tan inteligente y práctico como los zapatos, ya que, no teniendo pezuñas ni zarpas, algo tenían que inventar para sus delicados pies si es que querían recorrer la tierra, y al efecto no hay nada más que ver cómo los animales nacen con sus extremidades protegidas y listas par caminar, correr, trotar y retozar por el mundo, mientras que nuestras crías nacen con unos piececillos sonrosados y finos, como si fueran a caminar toda su vida sobre nubes de algodón o sobre alfombras de terciopelo. Así que nada hay de sorprendente en el invento de los zapatos, sobre todo en un ser tan industrioso e inquieto como el humano. Pero ¡qué le vamos a hacer!, cada cual elige sus admiraciones, y fascinarse con un hecho tan cotidiano y común es fácil cuando se observa con atención el objeto. Felicitas había desarrollado esa fascinación por los zapatos. Viendo que había un zapatero remendón tan cerca de su casa, se quedó encantada y soñó con los montones de arreglos que aquel hombre podía hacer para los montones de pares que tenía.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">Se acababa de mudar a su nueva casa en la calle del val de San Juan, la cual estaba hecha una verdadera tremolina de cajas y maletas, con la ropa de uso inmediato sobre una cama, y estaba a la espera de varios profesionales que le instalaran muebles y aparatos diversos, poniendo por fin la casa en orden y funcionamiento. Entonces ella hizo una cosa muy propia de su carácter: agobiada por la infinidad de tareas grandes, pequeñas y medianas que tenía que llevar a cabo para procurarse una vida cotidiana más o menos cómoda, sin una decisión razonable, sólo por un impulso sin fundamento, comenzó por lo menos necesario, es decir, por asegurarse la comodidad de sus pies y el capricho de disponer del mayor número de pares de zapatos. Hizo varios montones con las cajas, que eran numerosas, porque Felicitas era capaz de desprenderse de muchas cosas en la vida, pero muy difícilmente de un par de zapatos usados; primero los clasificó por estaciones: entretiempo, verano e invierno. Luego cada nuevo grupo por su estado general: necesitados de limpieza, de arreglos y en estado lamentable. Después comenzó a repasar par a par, considerando si estarían tan estropeados como para hacerse la violencia de tirarlos; si estaban lo bastante pasados de moda como para elevarlos al limbo del trastero, hasta que lograran la gloria con una resurrección de esa misma moda años más tarde, o una parodia de vida eterna en un museo de usos y costumbres; si no siendo viejos ni pasados de moda, pudieran tener sólo necesidad de una limpieza a fondo o de una reparación que los dejara en buen uso, los ponía en un montón distinto. Pasadas dos horas de clasificación, sólo había logrado hacer el duelo por dos pares. Seis pares fueron a parar al trastero, cuatro a la sección limpieza y cinco quedaron para su reparación. Los demás estaban en perfecto uso. Dos conclusiones: tenía que comprarse zapatos nuevos y ya tenía trabajo para darle al zapatero de su calle. Pero ahí no acabaron sus tareas; aún le quedaba encontrar el lugar adecuado para guardarlos, bien clasificados por temporadas y usos. Eso le llevó su tiempo y su trabajo. Así que cuando alguien le preguntaba: “¿Qué tal llevas tu nueva casa?”, ella respondía con gesto de cansancio: “Es un lío, no te puedes imaginar. Ahora estoy ordenando los zapatos y no le veo el fin”. Naturalmente, para estupor del que le había preguntado.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">En principio pensó que sólo llevaría al zapatero un par a ver qué tal lo hacía, pero luego se aventuró con dos pares: unas sandalias de verano y unos botines de invierno. Cogió las dos cajas –ella nunca tiraba las cajas– y se fue para el taller de su reciente vecino. Era el taller un espacio minúsculo ocupado casi en su totalidad por un gran banco de trabajo. Las paredes estaban cubiertas, de la mitad hacia abajo, por estanterías de madera protegidas con papel de estraza, y en ellas se alineaban zapatos de todo estilo, tamaño, temporada, forma y color. Muchos estaban solos, como viudos tristes, y allí parecían perder su sentido, o convertirse en la precaria y arrugada imagen del abandono; los que más pena daban a Felicitas eran los zapatos infantiles; los que habían sido depositados como par semejaban mensajes cifrados de la vida y andanzas de sus dueños.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">La tienda olía a cuero y a betún. Sobre la mesa se encontraban en relativo orden las herramientas del zapatero –leznas, tenazas, agujas, ovillos de cordón, cola amarillenta, pequeños martillos y tijeras–, el cual las dominaba y tenía a su alcance desde su asiento tras la mesa. Era un hombre de algo más de cuarenta años, de cabeza grande, pelo ensortijado, muy corto, como pegado al cráneo, y cara encendida de colérico. Felicitas se fijó al punto en lo robusto que parecía, tenía una enorme anchura de hombros y brazos de forzudo; sus manos no iban a la zaga en tamaño y fortaleza. Eran unas manazas como jamones. Cuando cogió los zapatos que Felicitas le traía para examinarlos, ella se dio cuenta de que las tenía muy encallecidas, más de lo que era de esperar en su oficio. Al entrar sólo había dicho buenas tardes y él le había contestado secamente. No mediaron muchas más palabras; ella dejó las dos cajas sobre la mesa y él las abrió en silencio. Fue examinando zapato a zapato con calma y atención profesional. Tenía aquello su emoción. Era una espera tensa. El zapatero respiraba ruidosamente. Felicitas oía el aire salir y entrar por sus pulmones como por un fuelle viejo. Aquel hombre tenía bastante dificultad para respirar. No le quitaba ojo a los zapatos. Finalmente, dictó su diagnóstico: “A estos, medias suelas y tacones. A los otros, coserles las correas... Si acaso, le cambio los tacones”. A ella le pareció bien. Le dio su nombre: “Felicitas” y el zapatero escribió con tiza blanca en la suela algo así como “flita” y puso los dos pares en un hueco de la estantería sin levantarse de la silla.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">–¿Cuándo paso a recogerlos?– preguntó Felicitas.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">–Jueves o viernes–. Era lunes– ¿Vive usted cerca de aquí?</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">–Sí, muy cerca– dijo ella.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">–Pues para el jueves por la tarde se pasa y si no están, el viernes.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">Después de eso, Felicitas se quedó desconcertada por completo, porque tenía la sensación de haber concluido algo importante. Ya en su casa, se sentó en el único sillón disponible de su salón a pensar por dónde podría seguir. Y así se pasó su buen rato fumando y desechando tareas, hasta que se dijo, como la hermosa Escarlata, “mañana lo pensaré”.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">El jueves por la tarde pasó por el zapatero. No estaban aún. Le dijo el hombre que faltaba algo, que estarían el viernes. Felicitas se sintió contrariada, pero sólo por costumbre de cliente. En realidad, no le desagradaba que se alargara un día más el plazo y la emoción.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">El viernes empezaron a acudir los profesionales: carpinteros, electricistas, fontaneros. Su casa se convirtió en un zafarrancho del que quiso huir sin poder, porque los hombres la llamaban para consultas. Se ponía muy nerviosa cuando uno de estos empezaba: “Que digo yo que...”, porque a continuación ella tenía que decidir y tomar partido por una tuerca o un tornillo, un trozo de cañería o un azulejo. Cuando se fueron todos a media tarde, la casa parecía tener más sentido, pero aún estaba en desorden. Se sentó en una caja de madera y se fumó un cigarrillo aliviada. De pronto se acordó de sus zapatos. Bajó a toda prisa temiendo que el zapatero hubiera cerrado ya, pero no era así. Seguía en su taller como si la estuviera esperando. El hombre no le sonrió, sólo dijo secamente buenas tardes. Tenía los zapatos en sus cajas y las puso sobre el banco de trabajo, esperando que Felicitas las abriera, tal que si se tratara de un regalo. Cuando las abrió, se quedó deslumbrada: había hecho el arreglo perfecto, los había estirado, los había abrillantado y las suelas lucían un negro profundo de betún. Parecían nuevos, tersos, brillantes. Pero sólo lo parecían, y eso era lo que Felicitas apreciaba más: unos zapatos que manifestasen en ciertos detalles su historia sin perder su encanto ni verse abrumados por ella. Este zapatero compartía con ella esa idea, lo supo de inmediato, y había hecho un magnífico trabajo. A cambio le pidió una cantidad razonable de dinero que Felicitas le dio con mucho gusto. Al despedirse, el Zapatero le dijo: “Son unos zapatos de mucha calidad”. Nada más. Ella lo sabía y sonrió complacida.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">Naturalmente, y en vista del éxito, al lunes siguiente le llevó el resto. En estos arreglos tardó algo más, pero el resultado fue el mismo. Consideró que aquel hombre tenía amor por los zapatos, como ella, y sintió no tener por el momento más pares que llevarle a reparar. Acechaba cada par que se ponía para encontrarle un roto o un descosido sin ninguna fortuna. Pasaron unos dos meses y su casa dejó de ser una vieja almoneda. Por fin lo tenía todo en un orden aceptable, dentro de lo que cabía, dado su carácter.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">Una tarde, a última hora, se quedó sin cigarrillos. Se asomó al balcón a ver si estaba aún abierto el estanco y, viendo las puertas abiertas y luz dentro, bajó apresurada. Cuando salió del estanco, el Zapatero estaba cerrando sus puertas. Lo hacía con mucha dificultad, dejando una muleta apoyada en la pared y cerrando con la mano libre, primero un lado, luego otro, cambiando de mano y de muleta, hasta echar el cerrojo. Felicitas se detuvo tanto a mirarlo que de pronto se vio avergonzada como un crío maleducado y repasón. El hombre la miró, primero con cierto desafío, luego apuntando una media sonrisa, y le dijo buenas noches. En aquellas dos palabras convenientes había un mundo completo, la equivalencia de una terrible explicación pedida inoportunamente. Contestó Felicitas con otra media sonrisa y las mismas palabras. Se tuvo que ir, dándole la espalda al Zapatero. Había tenido tiempo de ver el aparataje de hierros que le mantenía apenas dos piernas débiles, cortas y sin articulaciones, y aquellos pies inconcebibles en dos botas informes, como pezuñas negras. Luego volvió la cabeza una vez más, concesión a su curiosidad, y lo vio subir a su coche con mucho trabajo, muletas sobre el capó, cambio de manos y lentos movimientos de gran prudencia y cuidado. Ahora recordaba que en la puerta había un disco municipal marcando el espacio de aparcamiento de un coche de minusválido. Ahora entendía muchas cosas sobre el Zapatero. Como era una sentimental, al llegar a su casa, se sentó en un sillón y encendió un cigarrillo; era su manera de llorar sólo un poco. En efecto, lloró un poco, tres o cuatro lágrimas le rodaron entre el humo del cigarrillo.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">Cada vez que pasaba por la puerta del Zapatero, echaba una mirada rápida al interior; siempre estaba allí, con sus enormes espaldas, sus manazas y su cara congestionada, ocultas las piernas tras el banco de trabajo. Felicitas bajaba la cabeza tristemente. </p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">Hasta que un día no estuvo allí. La puerta de tijera no se abrió esa mañana. Tampoco se abrió por la tarde, ni al día siguiente, ni al otro, ni al otro. Al cabo de una semana, se atrevió a preguntar al estanquero.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">–¿Es que han quitado la zapatería?–preguntó con esa impersonalidad, como si sólo le interesara por tener cerca un zapatero.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">–Pues no creo que se vuelva a abrir, por desgracia–le dijo el estanquero, que era filósofo socarrón y pardo–. Por lo menos, no el mismo zapatero, creo yo.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">–¿Le ha pasado algo o la ha quitado porque sí?–preguntó Felicitas.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">–Pues le ha pasado lo que a todos nos espera al final, o sea, que se ha muerto el hombre.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">–Pero era joven...</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">–Ya lo creo que lo era, muy joven, pero ya se sabe que lo mismo se muere un viejo que un crío... lo ingresaron la semana pasada y, nada, que se ha ido... La vida, vaya, que al final todos calvos...</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">Felicitas le dijo que lo sentía mucho, por el hombre mismo, que parecía buena persona, y porque era muy buen zapatero. El estanquero le dio la razón y añadió que había muerto de lo suyo y por su misma culpa, por ser un atascado, o sea, se había muerto de congestión cerebral, por lo de las piernas. No se veía a simple vista la relación, pero la había. Si el Zapatero hubiera consentido en ir en silla de ruedas, estaría vivo a lo mejor. Pero no quiso ir en silla de ruedas, hay gente muy tozuda. Felicitas lo comprendió. Ella, quizás, habría hecho lo mismo.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;" lang="es-ES">Al cabo de un mes, en el lugar del taller del Zapatero había una corsetería muy coqueta. Felicitas adoraba esas diminutas tiendas donde venden diminutos encajes y sutiles intimidades femeninas. También le gustaban, la verdad, pero no le había dedicado tanta observación. Le parecía algo más artificioso, menos lógico, que unos zapatos. Le costó varios meses decidirse a entrar. Cuando lo hizo, tuvo que encender un cigarrillo.</p>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-42746109316026870152008-12-22T17:54:00.004+01:002009-01-01T10:55:23.199+01:00POBRECITO CONEJO<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgOg-yH7Olqa5igUB1l3p7gWgHZ-3m61lbrdOkci73FTFV8kkH2ukxE9hF9vUFYVZZMGtOv5HY2abkktdv2vbgPsVzQuPDtbmIkcq7zNUePcFPNkXaifANoKA0xRJF57saBrgmV8g/s1600-h/mixtura_1.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 120px; height: 200px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgOg-yH7Olqa5igUB1l3p7gWgHZ-3m61lbrdOkci73FTFV8kkH2ukxE9hF9vUFYVZZMGtOv5HY2abkktdv2vbgPsVzQuPDtbmIkcq7zNUePcFPNkXaifANoKA0xRJF57saBrgmV8g/s200/mixtura_1.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5285681351127490514" border="0" /></a><br /><style type="text/css"> <!-- @page { size: 21cm 29.7cm; margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } --> </style> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> El Víctor era un zagal de catorce años con cara de huertano simplón que vivía desde que le salieron los dientes con su abuela Josefa. La verdadera historia de por qué lo había criado su abuela viuda, Josefa la Bizca, seguramente la sabía todo el pueblo y, si no fue por desgraciada orfandad, tuvo que ser en su momento un buen escándalo entre la gente de aquella parte de la Huerta. El caso era que el Víctor no conocía más madre que su abuela ni más hogar que su modesta casa entre bancales de hortalizas y limoneros. </p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> El muchacho era sano en general, y bien fuerte, por cierto, y aparte de ir a la escuela en su último año, sin rendimiento conocido, excepto leer y escribir de mala manera y hacer cuentas sencillas, le ayudaba a su abuela en el cuidado de los animales y del huerto.</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> Sin embargo, y a pesar de su aspecto saludable, en el mes de octubre en que acababa de cumplir los catorce años, se vio atacado por una invasión de malvados forúnculos que le salían sin avisar en cualquier sitio de su robusto cuerpo, pero preferentemente en sus partes más tiernas. Además, le iban saliendo uno tras otro, como esperando su turno, para que la criatura no se viera libre de ellos de una vez, de modo que durante tres meses tuvo que hacer muchas visitas al médico por la mañana y muchas curas de la practicante por la tarde. Su abuela lo acompañaba. Como un ánima en pena, entraba en la consulta y decía: “Nada, don Braulio, que le ha salido otro, y ahora en la rabadilla”, o en cualquier otro sitio inconveniente. El médico le recetaba antibióticos y ungüentos y lo mandaba a la practicante para las curas. A las seis de la tarde, ya estaba otra vez la abuela con su nieto penando en la consulta de la practicante: “Nada, Conchita, que le ha salido otro, y ya ves, hija, esta vez en la rabadilla”. Pues nada, Conchita, toda paciente y atenta, que lo era mucho, se empleaba en las curas del tremendo absceso dos veces a la semana hasta que se curaba, y al poco tiempo vuelta a empezar en el muslo, o en un sobaco, incluso en zonas aún más sensibles. Procuraba no hacerle mucho daño – ella tenía fama de ser delicada con estas cosas y de no hacer daño- pero el muchacho, de vez en cuando, pegaba unos alaridos que metían espanto. La abuela sufría lo indecible. A su modo rudo y despegado, quería a su nieto con pasión. </p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> El tormento de los abscesos llegó hasta diciembre. Después no le salieron más y Josefa la Bizca respiró tranquila por fin.</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> Acercándose la Navidad, pensó la mujer que su deber era hacer unos presentes al médico y a la practicante. Con el médico no dudó mucho; tuvo el detalle de comprarle una botella de anís dulce; para la practicante reservó algo que ella creía mucho mejor, pues, al fin y al cabo, había estado dos tardes a la semana durante tres meses trasteando por los forúnculos de su nieto; le parecía que había hecho mucho más que el médico, y además, salvo los alaridos ocasionales, se había portado muy bien con el chiquillo, procurando no hacerle mucho daño. Josefa la Bizca, que no era bizca, pero que había heredado el mote de su madre, tenía un corral envidiable: tenía una gran variedad de gallinas, gallos y pollos, de flor de haba, de pata gorda, orondas ponedoras, pollos negros de engorde, orgullosos gallos padres, todos ellos la envidia de sus vecinas. Los conejos eran más iguales, pero eran los mejor criados del pueblo, rollizos y sanos como ellos solos.</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> La Josefa, después de la siesta, eligió de su conejera el conejo más gordo, peludo y sedoso, lo ató por las patas de atrás con un cordel fino y lo echó en una bolsa grande de plástico a cuadros azules y blancos. Con el pobre conejo rebulléndose en la bolsa se fue para el dispensario de Conchita. La practicante era soltera y joven. La Josefa no se explicaba por qué esta muchacha tan guapa, al menos así se lo parecía a ella, no se había casado. Y que además de guapa era buena persona, de buen carácter y con su trabajo, que ganaba sus buenos dineros. Vivía la joven practicanta a las afueras del pueblo, en una casa con jardín de nueva construcción, pero pasaba consulta en otro lugar. Cuando la Josefa llegó al dispensario, pasó la verja, que siempre estaba abierta en horas de consulta, y llamó tímidamente a la puerta, como temiendo molestar, pero muy segura de que al final Conchita se daría cuenta de que esta vez no iba a suponerle ninguna molestia, sino todo lo contrario. Como aún era temprano, Conchita estaba sola. Recibió a la mujer con una sonrisa interrogante, temiéndose otro absceso del nieto.</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> -No, gracias a Dios, no le ha vuelto a salir nada – dijo- es sólo que usted, Conchita, se ha portado muy bien con nosotros, que es usted un ángel del cielo, y en fin, que yo venía a darle las gracias.</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> Conchita sonrió más ampliamente y le dijo que ella sólo cumplía con su obligación, así que no había nada que agradecer. La vieja protestó que no era sólo obligación lo que ella hacía, sino lo atenta y lo cariñosa que era, el cuidado que tenía en no hacer daño y todo eso, que era la pura verdad.</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> -Y yo, Conchita, no sabía cómo corresponder... – añadió.</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> -De ningún modo, Josefa, no hace falta ninguna correspondencia, usted no tiene por qué preocuparse de corresponder... –De pronto se fijó en la bolsa de plástico a cuadros azules y blancos, en la que algo se rebullía, haciendo aparecer bultos redondeados aquí y allá. Menos aún deseó que la Josefa fuera tan obsequiosa, agradecida y correspondiente, porque al punto se imaginó con qué quería demostrarle sus agradecidos sentimientos la buena mujer –Es que no hace falta nada, Josefa, bastante es ya con su agradecimiento y con que su nieto esté bien al fin, que lo ha pasado usted muy mal con el chiquillo, que ya no es tan chiquillo, ¿eh?, que lo tiene usted hecho ya un hombre... –y siguió diciendo cosas así, inquieta, mirando de reojo la bolsa de plástico de cuadros azules y blancos, intentando evitar o al menos retrasar el momento en que la Josefa sacara de allí aquel ser palpitante que se rebullía sin parar.</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> -Sí, pero yo quiero corresponder porque a mí me enseñaron así y no puedo hacer otra cosa, Conchita, que de desagradecidos está empedrado el infierno, y que el desagradecido es un mal nacido, como decía mi abuela, que Dios tenga en su gloria... Así que me he ido al corral y lo mejor de lo mejor, Conchita...</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> Conchita intentó una vez más que la Josefa no lo hiciera, volvió a repetir lo innecesario que resultaba hacer aquello, que era su obligación todo lo que hacía... menos que no podía soportar ver un animal vivo que luego se tendría que comer, le dio una tras otra todas las razones para que aquello no saliera de la bolsa. Pero no hay fuerza suficiente en el mundo para oponerse a una abuela agradecida y la Josefa lo estaba mucho, así que sacó el conejo y, cogido de las patas traseras, le mostró a Conchita lo hermoso que era, el mejor que tenía en aquel momento en sus conejeras. El animalito se dio por vencido y dejó de hacer intentos de escapar. Se quedó colgando cuan largo era, las orejas alineadas con el lomo, mientras la Josefa lo sostenía de las patas con manifiesto orgullo. Conchita miraba aquel pelaje gris y blanco, suave, sedoso, los ojillos negros e ingenuos que brillaban sin mirada, y casi le da por llorar. Pero no podía rechazar más el presente sin hacerle un desaire a la mujer que, muy agradecida y habiendo elegido el mejor conejo de sus conejeras, se tomaría muy a mal su rechazo. Por otra parte, pensaba Conchita, ella sería incapaz de matarlo. ¿Qué iba a hacer con aquel pobrecito conejo?</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> -Se lo lleva a casa de su madre y se lo comen en familia, porque es muy grande. Lo hacen con arroz, que está buenísimo, y si no, al ajillo, o al horno, seguro que su madre sabe hacerlo muy rico.</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> -Pues muchas gracias, Josefa, pero es que le voy a decir una cosa... –comenzó a decir.</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> -¿No le gusta el conejo? –preguntó con ansiedad la Josefa, pensando que se había equivocado y que tenía que haberle llevado un buen pollo de corral.</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> A Conchita sí le gustaba el conejo, vaya que si le gustaba. También le gustaba el pollo. Y la ternera, y el cordero, y hasta el cerdo. Por el jamón se perecía. Lo único que nunca habría querido saber era cómo esos animales convertidos en apetitosos trozos de carne fresca llegaban a las carnicerías. Para ella un animal de estos o estaba en el corral o estaba pelado y despedazado en un mostrador; demasiado bien sabía lo que pasaba entre una cosa y la otra. Incluso tenía un amigo veterinario que le había hablado de las condiciones crueles en que los animales de granja se criaban antes de llegar a los mataderos y de la inhumanidad de estos establecimientos públicos, pero no quería recordarlo ni saberlo. En un momento de su vida, cuando era estudiante, se le ocurrió que lo suyo era una hipocresía y, tomando ejemplo de una amiga suya, pasó una temporada siendo vegetariana, pero la satisfacción moral de no tener contradicciones y de no sentirse hipócrita no le compensaba del abandono de una costumbre inveterada y muy generalizada entre la gente, la de comer carne. </p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> -Claro que me gusta el conejo, Josefa, claro que me gusta, y más éste, que debe de estar estupendo, criado por usted en la huerta... El problema es que yo no me atrevo a matarlo.</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> -Ay, hija, eso no es problema. ¿Quiere que se lo mate ya? –se ofreció complaciente y feliz la Josefa, con mucha disposición. Con la misma disposición se lanzó Conchita a evitar que lo matara allí mismo, delante de sus propios ojos, porque ya la Josefa estaba alisando el lomo y las orejas del animal dispuesta a pegarle un golpe de gracia en toda la nuca.</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> -No, no, Josefa, déjelo... –gritó Conchita. Y ya más tranquila se tuvo que inventar una excusa para la mujer. –Es que si lo mata ahora tendré que congelarlo y prefiero comérmelo fresco.</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> -Pues claro, tiene usted razón, es verdad, pero ¿quién se lo va a matar luego? –contestó muy razonablemente.</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> -Pues ya veremos... Usted no se preocupe, que ya lo mataremos de algún modo –contestó.</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> La Josefa le dijo que de algún modo no, que sólo había una manera de matar un conejo, y era dejarlo caer de las patas, alisarle bien el lomo y las orejas y darle un buen golpe en la nuca para dejarlo tieso. Se le ocurrió que Maruja, la mujer que iba a limpiar la casa dos veces a la semana, podría matarlo cuando se lo fuera a comer. Conchita la oía aterrorizada, imaginando aquello, pero vio el cielo abierto. Quizás se lo regalaría a Maruja. No, no podía regalárselo, porque Maruja le iría con el cuento a la Josefa, y eso no estaba bien. Y además, que Maruja no lo iba a entender y diría que eso era una cosa sin fuste, o sea, lo peor de lo peor, según ella. Lo que no podía soportar era tener al conejo vivo, corriendo por el patio por la mañana y al mediodía echarlo a la cazuela, vamos, concretamente, haber tenido una relación personal con el conejo y luego sacrificarlo. Pero esto no se lo dijo a la Josefa. Le aceptó el regalo porque no podía hacer otra cosa. La mujer cogió su bolsa de plástico, le dejó el conejo sobre la mesa de la consulta y se fue tan contenta a su casa, convencida de que había tenido un buen detalle con la practicanta. </p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"> Conchita se quedó allí, mirando al animalito atado de las patas. Movía el morro inquieto, como si olisqueara algo y le pareció que la miraba un momento pidiendo clemencia. Todo eso eran tonterías, desde luego. Ella podía pensar lo que quisiera, pero los conejos no tienen tanta sutileza, ni se podía imaginar lo que le esperaba, porque es de suponer que los conejos no tienen imaginación ninguna ni conocimiento de la vida. ¿Y sentido del peligro y de la muerte? No lo parecía, al menos. Estaba allí, tan tranquilo, y ya ni se rebullía. O quizás era más listo de lo que se podía pensar y ya sabía que había dado con una persona débil y apocada en cuanto a lo de matar conejos. Y de pronto ella volvió a la conciencia de sus viejas contradicciones. Esto era invertir la ley de la selva. La fatal necesidad. Si matas, comes. Para ella, sin embargo, la ley tenía un componente de orden moral, al invertir los términos: si comes, matas. Así lo pensó, pero viendo al pobrecito conejo, tuvo, una vez más, la tentación de hacerse vegetariana. Luego, recordando la inversión moral de la ley de la naturaleza, le vino la idea de intentar matar al conejo con sus propias manos. No debía de ser tan difícil. Se coge de las patas, se le alisa el lomo y las orejas, y un buen golpe. ¿Y si fallaba y se quedaba el conejo tetrapléjico, con el cuello torcido y ella perdía el valor para un segundo golpe?. ¿Y si lo conseguía? Pues no sabía qué era peor, porque se imaginó con el conejo muerto entre las manos, y encima tener que sacarle la piel y las tripas. Le dio un amago de náusea. Era imposible. Soltó al conejo en el pequeño patio de la consulta. Cuando terminó su trabajo, a las ocho de la tarde, ya de noche cerrada, se quitó la bata blanca con cansancio y pensó cómo se llevaría el bicho a su casa, si colgando de las patas, para lo cual tendría que atarlo de nuevo o apretado en su mochila, para la cual tendría que vaciarla entera y acomodarse sus cosas por los bolsillos del chaquetón. De este último modo se lo llevó, pensando aún por el camino en el tremendo dilema en el que la Josefa la había puesto. Al llegar, lo soltó en su propio patio, lleno de plantas en tiestos, y le echó unas hojas de lechuga. El animal se las comió en un santiamén y se puso a corretear por entre las macetas. Era simpático el animalillo. Nunca había gozado de la libertad de un patio, siempre en la jaula, engordando y poniéndose peludo y suave. Al día siguiente, con un vaso de café con leche en una mano y una magdalena en la otra, salió al patio en bata y vio otra vez al pobrecito conejo agazapado tras las macetas. Le echó otro par de hojas de lechuga: el desayuno del pobrecito conejo. Luego le hizo gracia cómo movía el morro. Con sus dos dientecillos le recordaba a un compañero de la carrera que se llamaba Ramón. Era un buen nombre para un conejo. Le puso ese nombre. Decididamente acababa de indultarlo; no se mata a un animal con nombre, excepto en las corridas de toros. Acababa de promocionar al conejo de carne para un arroz a mascota. A ella no le molestaba en absoluto que correteara por el patio. Con tal de que Josefa la Bizca no se enterara. Maruja tampoco lo iba a entender, pero ya se arreglaría con ella. Le explicaría cualquier cosa, o le diría la verdad, pidiéndole que no le dijera nada a la Josefa, con lo cual sería ya para siempre su cómplice, aunque la mujer no lo entendiera y pensara que era una persona sin fuste. Viviría con sus contradicciones y sin probar el conejo nunca más.</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"><br /></p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify" lang="es-ES"><br /></p>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-68729560642691165192008-10-30T22:41:00.004+01:002008-11-01T23:15:07.258+01:00"El Lobo", un cuento de aparecidos<style type="text/css"> <!-- @page { size: 21cm 29.7cm; margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } --> </style> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> "Pues le diré a usted... Creerá, quizás con buena lógica, que un sacerdote es la persona que más justamente puede creer en las apariciones. Si uno cree en Dios, como yo creo, y tiene la certeza de que el alma pervive tras la muerte física, el paso más importante para creer en la comunicación entre los mundos ya está dado. Quiero decir que, ante el enorme milagro de tener fe en estas cosas no demostrables por la razón, creer ya en las consecuencias menores y no totalmente necesarias de ello, carece de importancia. Las autoridades eclesiásticas son, sin embargo, muy suspicaces y reservadas en estos asuntos, y suelen considerarlas fruto de la superstición popular. Yo digo que tienen su base en el intenso deseo de las personas sencillas de obtener una confirmación en su fe...¿Cómo le diría?...El instinto que nos proporciona el terror ante la muerte nos inclina a confiar en que sea sólo un tránsito hacia otra vida. Yo lo creo sincera y profundamente, pero las personas sencillas, ya le digo, necesitan quizás de un testimonio que les asegure. Y de ese deseo, tan comprensible, puede que nazcan la mayoría de las historias de aparecidos. Le voy a confesar algo: un cura tiene las mismas posibilidades de creer en tales cosas que un hombre de ciencia o que una persona medianamente razonable. Dirá usted entonces por qué razón le he dicho que yo podía darle un fundamento a esa creencia. Si lo piensa usted bien, yo no le he dicho exactamente eso. Solamente le he asegurado que podía contarle, con mis modestas palabras, un caso real en el que yo fui protagonista. No el principal, desde luego. El principal era otro, y creo que nunca volverá para certificarlo. Que usted lo crea o no lo crea, será, como para mí mismo, una simple cuestión de fe. Sólo le puedo decir que cuando yo lo consulté con el obispo de mi diócesis, después de un largo tiempo de duda y de tribulación, me resumió su pensamiento con estas palabras, más o menos, porque mi memoria no es tan buena como para acordarme de las palabras textuales. Me dijo: "Hijo mío, debes considerar que nuestra mente es débil, que el caso ocurrió en medio de una noche intempestiva, que tú venías cansado y preocupado por el asunto de tu padre... Bien pudo ser una alucinación. Ese documento, que parece demostrar la realidad del caso, bien pudo llegar a tu poder por un camino mucho más normal que tu conciencia no quiere reconocer. En todo caso, sólo Dios lo sabe, pero, ya que lo nombramos, te puedo decir que siempre te quedará la última duda. El poder de Dios es infinito. Si Lázaro salió vivo de la corrupción y el cuerpo no es sino la máquina inservible y descompuesta, ¿por qué no creer que la fuerza que la movía se manifieste, con el permiso o incluso con la orden expresa de su creador?" Y le juro a usted que desde entonces no me atormenté más y, permítame que le diga, lo consideré una razón adicional para afirmar mi creencia, que ya de por sí era bastante firme. Mi aprensión inicial se convirtió en una prueba íntima y definitiva de la existencia de Dios y de la inmortalidad del alma.</p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> Y ahora paso a contarle el caso, que, cuando menos, le resultará entretenido. Pues verá, yo era entonces muy joven. Acababa de cumplir los veinte años. Desde los catorce estudiaba en el Seminario de la capital. Mi carrera eclesiástica no ha sido gloriosa, desde luego. Toda mi vida he sido solamente un modesto cura de pueblo, un párroco de aldea, pero para mí ha sido suficiente, a veces pienso que más que suficiente. Quizás ni lo merezco. Sin embargo, si usted no lo toma como prueba de soberbia, le diré que fui un brillante bachiller y un muy prometedor estudiante de Teología. Pero llegar a serlo me costó mucho trabajo y, sobre todo, muchas discusiones familiares. Mi padre, que en gloria esté, era un labrador de buen pasar en el Campo de Cartagena. Tenía una extensa tierra de secano, algo menos de regadío, y dos casas de labranza, una de las cuales ocupábamos la familia. Con el mayor desahogo podía darme estudios por su cuenta, pero eso era algo que no entraba en su dura mollera de labrador. Ya en la escuela de primeras letras, el maestro se lo propuso y su consejo fue secundado por el cura, pero él decía siempre que tiempo habría para pensarlo, que yo era aún un comino. Cuando cumplí los catorce años y yo mismo le pedí que me permitiera estudiar, él empezó a resignarse, pensando que quería ser médico. Estudiar para médico le parecía más o menos razonable; le veía una utilidad, además de un prestigio digno de su sacrificio. Pero cuando le dije que lo que yo quería ser era cura, estalló la crisis familiar. Las mujeres me apoyaban, así como las fuerzas vivas del pueblo, o sea, el cura y el maestro. El pedáneo y los compadres del pueblo se pusieron de parte de mi padre, porque pensaban razonablemente que siendo cura no me iba a ocupar de las tierras, mientras que siendo médico pondría arrendados que las llevaran y las mejoraría mucho. Ya ve usted, a ninguno se le ocurrió la posibilidad de que me hiciera ingeniero agrónomo, que hubiera sido lo suyo. Cabezas cerradas... </p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> Yo había sido hasta entonces muy feliz, lo que se dice un chiquillo del campo, sin complicaciones de ninguna clase. Me había hecho un mozo robusto, así que cuando mi padre, en plena rabieta por mi vocación, me miraba de arriba abajo y se detenía en el negro bozo que ya me cubría el labio superior, meneaba la cabeza con tristeza y decía: "Válgame, un tío tan grande con faldetas..." Sabe usted, me sorprendió mucho aquel revuelo en torno a mi persona, aquel tomar partido los mayores, aquellos cuchicheos de las mujeres... Finalmente, mi padre cedió. Fue un día a la parroquia y muy secamente le dijo al cura que podía ir preparándolo todo, que quería que su zagal fuera cura. Cuando al fin, un día de octubre, me puso en el autobús de Murcia, con una maleta de cartón y un cestillo de comida que mi madre me había preparado, fue la única vez en mi vida que lo vi llorar, aunque hizo el disimulo lo mejor que pudo.</p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> Hice el bachiller de la Iglesia con excelentes notas. Mis tías y mi madre estaban muy orgullosas; no puede usted imaginar qué chaquetas y qué chalecos me tejían para que no pasara frío en el Seminario. También mi padre se contagió algo y, siempre con cierta reserva viril, empezó a pavonearse por el pueblo de su "Curica", como solía llamarme. Cuando empecé los estudios de Teología, me miraba ya hasta con respeto y con frecuencia me consultaba sus problemas y sus decisiones de pequeño terrateniente. Yo solía pasar con ellos las vacaciones de rigor y algún domingo suelto entre vacaciones, cuando mis estudios me lo permitían. Mi padre era aún joven, rebasaba por poco los cincuenta, pero parecía mucho más viejo y su salud no era muy buena. Mi madre tampoco andaba muy derecha. Me preocupaba de ellos y procuraba solucionarles todo lo que podía; por ejemplo, algo que estaba a mi alcance era tomar a mi cargo todos los asuntos legales que tenían que resolver en la capital.</p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> La semana en la que ocurrió el caso, creo que fue la última del mes de febrero, fue para mí especialmente ajetreada. En esos cinco días, de lunes a viernes, tenía que realizar cinco exámenes muy duros, y además tratar con un abogado cierto asunto de lindes de una de las tierras de mi padre. Conseguí permiso del Rector para salir en las horas acordadas, con la condición de no descuidar mis estudios y no faltar a ninguno de los exámenes. Anduve como un loco toda la semana entre los dos extremos. Perdone si le parece una blasfemia, pero en el último examen ya no sabía si estaba hablando de Dios o de mojones. </p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> El litigio de las lindes era una vieja disputa que venía de tiempos de mi abuelo. Herencias, abandonos, líos familiares, leyes caducas, todo se mezclaba para que aquello fuera un verdadero galimatías legal. Nuestro abogado, quiero decir, el de mi padre, decía que tenía la razón su defendido y, según lo que me explicó, yo también estaba convencido de la cosa, pero, claro, éramos parte interesada. Lo mismo, digo yo, pensarían los de la otra parte. Por mí, le diré que tenía más un interés afectivo que material, si le he de ser sincero.</p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> Como le iba diciendo, cuando llegó el viernes de aquella semana, yo no podía tirar de mi cuerpo ni de mi alma. Conseguí permiso para irme al pueblo y pasar allí el sábado y el domingo. A las seis de la tarde terminé un comentario extenuante sobre San Agustín, precisamente sobre la parte de las "Confesiones" en que comenta la figura de su padre. Ya ve usted, venía muy al caso. A las siete, después de prepararme un hatillo para los dos días de asueto, pasé por el despacho del abogado, el cual me entregó un fajo de documentos para que mi padre los cotejara con otros que tenía en su poder. A las siete y media salía el coche de línea para mi pueblo y la parada estaba en la otra punta de la ciudad. Por suerte, la ciudad entonces no era tan grande como ahora. Pero después de aquella semana agotadora, lo único que me faltaba era una buena carrera con el enredo de los faldones de la sotana. Llegué sin resuello y apenas se puso en marcha, entre el ronroneo del motor y la oscuridad, me quedé dormido como un bendito. El revisor, que me conocía ya por las muchas veces que hacía ese trayecto, no me dejó seguir viaje dormido hasta Cartagena y me zarandeó bien para que me bajara en mi pueblo. Medio atontado, ese punto lo reconozco, bajé del coche con mi hatillo en una mano y el fajo de documentos atado con cintas rojas de algodón bajo el brazo. Hacía una noche de perros. Ya sabe usted cómo las gasta el viento en mi tierra. Llovía muy poco, pero el viento traía y llevaba las gotas de un lado para otro en el mayor desorden. Yo no llevaba paraguas ni mano en que llevarlo, pero era lo mismo; para una lluvia semejante, un paraguas era un juguete. Me detuve un momento y me subí el cuello del sobretodo. No había ni un alma en la calle. Debía de haber llovido lo suyo porque aquello era un verdadero barrizal. Entonces eran pocas las calles que estaban empedradas, y menos aún las asfaltadas. Tampoco la iluminación de los pueblos era como ahora. Cuatro miserables bombillas en algunas esquinas del pueblo, algunas puestas por los mismos vecinos, daban una luz amarillenta y raquítica, apenas suficiente para no descalabrarse o hundirse en aquellos barrizales. La casa de mis padres quedaba a las afueras del pueblo; era una casa de labranza, ya le dije, a mano izquierda del apeadero del tren,–sabe usted, siempre me ha gustado el tren, lo que más me gusta para mis escasos viajes, pero los horarios me venían muy mal- y un poco más allá, a un kilómetro más o menos, estaba el Cementerio. Gracias a Dios no tenía que pasar por sus cercanías en una noche semejante. La juventud es impresionable. Ahora, para ser sincero, preferiría antes pasar por el Cementerio que por ciertas calles de mi pueblo. Siempre he dicho que son más de temer los vivos que los muertos... Pero entonces, hágase cargo... En fin, desde la plaza donde el coche me había dejado, tomé mi camino, pasando callejuelas oscuras y embarradas. Temblaba de frío y no deseaba otra cosa que llegar cuanto antes a mi casa. Me esperaba el fuego del hogar y una cena caliente. Entonces, al doblar una esquina, casi ya a la salida del pueblo, tropecé con un hombre. A decir verdad, no tropecé con él, sino que su figura, muy cerca de mí, me hizo pararme en seco. Apenas susurré un buenas noches, intentando averiguar quién era el vecino que me cortaba el paso. Miré su cara entre las sombras y no podía creer lo que entreveía. Volví a mirarlo de arriba abajo, con su viejo gabán grisáceo y su sombrero de ala corta, como los que suelen llevar los campesinos de la zona. La piel curtida del labrador, al reflejo de una triste bombilla, parecía ahora cerúlea y los labios lívidos. No podía equivocarme. Era el Lobo. Así llamaban al hombre que tenía el pleito sobre las lindes con mi padre. Ni con él ni con su familia teníamos ningún trato, ni tan siquiera el saludo. Pero yo era un futuro sacerdote y, naturalmente, un buen cristiano. Lo confieso sinceramente, mi caridad no me daba entonces para amarlo, pero sí para saludarlo y preguntarle si quería algo. También reconozco que me sentía un poco atemorizado; a veces los apodos de los pueblos son una mera herencia, pero en este caso el portador del apodo "Lobo" había confirmado con su carácter lo que había recibido de sus abuelos: era un hombre muy violento. Pero me extendió la mano como en señal de buena voluntad. Vacilé un momento. No podía responder de inmediato a su gesto. Pasé como pude el fajo de documentos al otro brazo y apreté su mano de campesino, que estaba helada como un carámbano.</p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> –La paz sea contigo–dijo. Un extraño saludo, ¿no le parece? No es así, ni mucho menos, como se saludan los hombres del campo. No puede hacerse usted idea del frío y de la destemplanza de aquella noche. Yo temblaba y él mantenía mi mano en la suya como si fuera una tabla de salvación. Al fin me libró del apretón y volví a preguntarle si quería algo de mí. Sin contestar, sacó un papel del bolsillo de su gabán y lo puso en mi mano trémula. Se arrancó a decir estas palabras:</p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> –Por favor, muchacho –arrastraba las sílabas con gran dificultad, como si le faltara aire en cada golpe de voz–, por favor... entrégale esto a tu padre y pídele que me perdone, como yo lo he perdonado a él.</p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> Yo iba a decirle que no había nada que perdonar y otras cosas de buen cristiano, cuando el Lobo se dio la vuelta y desapareció entre las sombras de la calle. Cuando dejé de oír sus pisadas, salí de mi estupor y miré el papel doblado. Lo abrí y pude ver a malas penas que estaba escrito por una cara, pero era imposible leerlo allí. Lo guardé en el bolsillo y entonces, ya a toda prisa, me dirigí a casa de mi padre. El miedo, la curiosidad, el frío y el deseo de contar mi extraño encuentro con el Lobo, me empujaban.</p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> Fui recibido como siempre. Mi madre tenía un fuerte catarro y mi padre estaba que no vivía con el reúma, pero no me faltaron abrazos, besos y atenciones de todas las clases.<span style="font-family:Courier New,monospace;"> </span>Cuando me cambié <span style="font-family:Courier New,monospace;">de</span> ropa y estuve listo para sentarme a la mesa, puse delante de mi padre el fajo de documentos y, sobre ellos, el papel que el Lobo me había entregado para él. Mi padre rebuscó en los bolsillos de su chaleco las gafas de cerca y se las puso. Comenzó a leer en voz alta, echando la cabeza hacia atrás, en un gesto que le había visto hacer muchas veces. Pero, apenas pronunció las tres primeras, cuando se detuvo y recorrió las líneas en silencio, con mirada rápida. Luego me miró atónito.</p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> -¿Te ha dado esto el abogado?–dijo.</p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> –No, el abogado no. Ha sido el mismo Lobo.</p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> -¿Es que ha ido a la capital el Lobo? ¿Al Seminario? Pero... cuándo? Esto es imposible.</p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> -Por qué va a ser imposible?–dije yo– Me lo ha dado aquí, esta misma noche. Me lo he encontrado cuando venía para acá...</p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> –Pero es que aquí dice que renuncia a todo lo del pleito y que puedo dar la linde que quiera...</p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> –Bueno, mucho mejor. Lo mismo se ha cansado de tanta historia.</p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> –Mira, hijo mío, no es posible que te lo haya dado esta noche, no es posible... Porque al Lobo lo enterraron ayer tarde.</p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> Yo, que empezaba a llevarme una cucharada de sopa a la boca en ese mismo momento, dejé caer la cuchara y no pude volver a decir palabra. En ese momento volvía mi madre de la cocina con una fuente en la mano.</p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> –Sabes la novedad?–venía diciendo– Se ha muerto el Lobo, Dios lo haya perdonado. Después de todo, pobre hombre. Lo aplastó su propio carro cuando estaba sacándolo del barro. Un varal le partió el pecho.</p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> De pronto, mi madre se dio cuenta de la cara que yo tenía y acudió asustada a dejar la fuente en la mesa y a tocarme la frente, preguntando qué me pasaba. Entonces mi padre le extendió el papel del Lobo y le explicó el encuentro que yo decía haber tenido aquella noche.</p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES"> -Qué quiere usted que le diga sobre la realidad de esta historia? Sólo sé que yo pasé la peor temporada de mi vida. Cómo me verían, que el Rector me concedió un mes de permiso por enfermedad nerviosa. Consulté a médicos y a sacerdotes de mi confianza. Todos me venían a decir lo mismo, cada uno a su manera y desde su punto de vista. Que el cansancio, la oscuridad y lo intempestivo de la noche me habían engañado. Que quizás el documento aquel llegó a mi bolsillo de otro modo cualquiera que yo no había advertido, o que yo había olvidado, o que yo no quería reconocer. Más o menos lo mismo me dijo el Obispo, como antes le he dicho, pero añadió algunas cosas que me salvaron definitivamente de la tormenta en la que estaba. Me libré de la obsesión y reafirmé mi fe. Esto respecto al mundo espiritual. Respecto al terrenal, le diré que el documento levantó razonables suspicacias entre los herederos del Lobo. Le confieso que yo, en el caso de ellos, también las hubiera tenido. Sin embargo, las pruebas periciales de los grafólogos confirmaron que el documento había sido escrito, fechado y firmado por el Lobo. La fecha era de un día antes de su muerte. Cuándo había sido escrito en realidad y cómo había llegado a mis manos, era algo que no tenía ninguna demostración. Yo insistía en mis primeras declaraciones y nadie me creía, naturalmente. ¿Cómo podía demostrar yo que me había sido entregado aquella noche, casi dos días después de su muerte, por el propio Lobo? Eso queda para mi conciencia, sabe usted. Mi gente al menos siempre me creyó, y el pueblo, una vez más, se dividió en opiniones, los que se lo creían y los que no, pero ya sabe usted cómo son los pueblos.</p> <p style="text-indent: 1.27cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%; widows: 2; orphans: 2;" align="justify" lang="es-ES">¿El pleito...? Ah, sí. No cambió mucho la cosa. Los herederos ignoraron aquella póstuma voluntad de su padre y la cosa siguió adelante, amontonando cada año más legajos. Hasta que murió mi madre, tres años después del fallecimiento de mi padre, que en paz descansen los dos. Mi hermana y yo, junto con mi cuñado, que es un buen hombre y muy pacífico, decidimos que ya estaba bien de gastar dinero en abogados y presencia de ánimo con los Lobos, de modo que hicimos un documento dejando los límites donde ellos querían, aunque nos perjudicáramos en un acceso a la finca y en una toma de agua que nos podía haber ampliado la zona de regadío. Como nosotros estábamos bien vivos, la decisión fue aceptada de inmediato. Los Lobos van diciendo por ahí que al fin habíamos reconocido que su familia tenía razón y que nos había salido mal el engaño de la aparición. Hay que hacer oídos sordos a las malas palabras de esta gente. Lo que importa es que estamos mucho más tranquilos. Así quedó zanjada la cuestión para siempre... Espero."</p>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-2328300325566625302008-10-27T17:27:00.001+01:002008-10-27T17:27:52.573+01:00Comprensión lectora<object codebase="http://download.macromedia.com/pub/shockwave/cabs/flash/swflash.cab#version=9,0,0,0" id="doc_451094917928187" name="doc_451094917928187" classid="clsid:d27cdb6e-ae6d-11cf-96b8-444553540000" align="middle" height="500" width="100%"> <param name="movie" value="http://documents.scribd.com/ScribdViewer.swf?document_id=6378488&access_key=key-rhfkm1k0i2oog6ahm9g&page=&version=1&auto_size=true&viewMode="> <param name="quality" value="high"> <param name="play" value="true"> <param name="loop" value="true"> <param name="scale" value="showall"> <param name="wmode" value="opaque"> <param name="devicefont" value="false"> <param name="bgcolor" value="#ffffff"> <param name="menu" value="true"> <param name="allowFullScreen" value="true"> <param name="allowScriptAccess" value="always"> <param name="salign" value=""> <embed src="http://documents.scribd.com/ScribdViewer.swf?document_id=6378488&access_key=key-rhfkm1k0i2oog6ahm9g&page=&version=1&auto_size=true&viewMode=" quality="high" pluginspage="http://www.macromedia.com/go/getflashplayer" play="true" loop="true" scale="showall" wmode="opaque" devicefont="false" bgcolor="#ffffff" name="doc_451094917928187_object" menu="true" allowfullscreen="true" allowscriptaccess="always" salign="" type="application/x-shockwave-flash" align="middle" height="500" width="100%"></embed> </object><div style="font-size:10px;text-align:center;width:100%"><a href="http://www.scribd.com/doc/6378488/COMO-DISENAR-ACTIVIDADES-DE-COMPRENSION-LECTORA">COMO DISEÑAR ACTIVIDADES DE COMPRENSION LECTORA</a> - <a href="http://www.scribd.com/upload">Upload a Document to Scribd</a></div>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-8840203186569245822007-12-23T19:46:00.001+01:002008-06-18T18:25:10.708+02:00Margarita y las joyas<div style="text-align: center;">Este vídeo corresponde a las imágenes y parte de la música que se presentaron con la conferencia dada en el MUBAM (Museo de Bellas Artes de Murcia) el día 29 de noviembre de 2007.<br /><br /></div><br /><br /><br /><br /><iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.blogger.com/video.g?token=AD6v5dwYyEFYafrWqVy6AmjoBXdXiF_zYGU9HUtsr9rqtrTTIKR245fwCZoEgINWEqmSL_H253AbqVgbaXw' class='b-hbp-video b-uploaded' frameborder='0'></iframe>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-893609005913588122007-12-17T23:06:00.002+01:002008-12-09T03:05:39.692+01:00Margarita y las joyas 1<div style="text-align: justify;"><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://4.bp.blogspot.com/_4WHrvaWgMzY/R2bzDujRKeI/AAAAAAAAAKA/w07PfvhhMI8/s1600-h/MARGARITA.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer;" src="http://4.bp.blogspot.com/_4WHrvaWgMzY/R2bzDujRKeI/AAAAAAAAAKA/w07PfvhhMI8/s320/MARGARITA.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5145066869678483938" border="0" /></a><span style="color: rgb(255, 102, 102);font-size:85%;" >El día 29 de noviembre de 2007 di una conferencia en el<a href="http://www.blogger.com/http://www.museosdemurcia.com/mubam/"> Museo de Bellas Artes de Murcia,</a> con motivo de un ciclo organizado por el propio Museo y coordinado por <a href="http://blogs.murcia.es/santdo/">Santiago Delgado</a>. El cuadro asignado, graciosamente, a mi comentario fue este melancólico lienzo de Juan Martínez Pozo, un pintor murciano romántico muerto a los veintiséis años. Reproduzco aquí el texto completo de la conferencia. Sucesivas entradas numeradas con el mismo título permiten una lectura continuada del texto.<br /><br /><br /></span><div style="text-align: center;"><span style="color: rgb(255, 102, 102);font-size:85%;" ><span style="color: rgb(51, 51, 153);">MARGARITA Y LAS JOYAS</span></span><br /></div></div><br /><span style="font-style: italic;"> <span style="font-size:85%;">Evocación sobre un cuadro de Juan Martínez Pozo</span></span><br /><br /><br />Por razones que todo el mundo en esta ciudad sabe, me he criado viendo pinturas; para decirlo más claramente, he crecido en el estudio de un pintor. Eso incluye también visitas a museos desde muy niña y abundancia de libros de pintura a mi disposición desde que aprendí a leer, que no fue precisamente tarde. Por eso, cuando me pongo a mirar con atención un cuadro, y eso es ya un hábito en mí, empiezan a surgir ideas, sentimientos, recuerdos, relaciones, todo ello de una manera intuitiva, algo confusa. Son pequeños rayos de luz que vienen de la materia pura, y no sólo de la imagen en su conjunto, del tema o del motivo concreto, sino de la materialidad misma del objeto: la calidad y cualidad del material usado, su distribución, la finura o grosor del trazo, las zonas de color y de sombras. Tanto importa que sea una pintura altamente figurativa, abstracta o minimalista. Yo percibo por la vista, pero pronto el objeto toma otras cualidades sensuales distintas desde ese punto de percepción: puedo saber cómo sería si la tocara –lo que está muy mal en alguien que contempla una obra de arte, ya lo sé, pero que he hecho a menudo con pinturas de toda confianza, con los ojos cerrados- y cómo olería si me acercara lo suficiente a ella. Esa evocación sensual bien arraigada en mí, unida a los recuerdos más lejanos, me permite luego ir más allá, trascender lo inmediato –incluso aquellos aspectos técnicos que a los críticos tanto gustan- y entrar en el mundo de lo representado. Y de nuevo encontrarme, en ciertos casos, que lo representado trae a mi imaginación y a mi pensamiento todo un proceso de elaboración desde la infancia hasta la edad adulta. Así que empezaré tratando de explicar esas intuiciones directas que la pintura de este cuadro, esta “Margarita” de Martínez Pozo, me evoca. El de este pintor muerto tan joven es un pincel meticulosamente melancólico. Resulta muy difícil definir esa sensación, porque parece que la melancolía es dejadez y abandono, pero sólo parece, pues la melancolía es detallista, meticulosa y observadora. El alma se repliega y se sitúa en un punto de vista que antes no había tenido. Un poeta melancólico se demora en la observación del tiempo, de la luz, de las sombras, mira el espejo de su propia alma cuando el tiempo y la fugacidad o lo doloroso de los acontecimientos se refleja en ella. Un artista melancólico es un acechador del destino. Un pintor tiene otras costumbres: deja que sea su material el que trabaje en el telar de la melancolía, y así, necesariamente, aparece en el cuadro ese tacto aterciopelado en ciertas zonas, sedoso en otras, que da el deslizarse del tiempo en la creación, y, sobre todo, aparece la comprensión piadosa del modelo. De la profunda oscuridad nace la luz: la luz triste del rostro de la mujer, la luz pálida de sus finas manos, el oriente triste de las perlas, que la imaginación popular ha designado como lágrimas. Las perlas son llanto. Presagian llanto. Margarita es un nombre que designa a una flor, pero en su origen griego designaba a la perla. No hizo mal Goethe en cambiar el nombre que la muchacha tenía en el primer Fausto, Gretchen, por este de Margarita. Es cierto que es un cuadro literario, es decir, basado en una escena de la literatura. Esta obra ha sufrido y ha gozado de toda clase de ilustraciones y recreaciones pictóricas, generalmente más basadas en la magnífica ópera de Gounod que en el texto original de Goethe. Este mismo pintor, que aquí se muestra tan melancólico, es un entusiasta que arrastra el pincel lleno de colorido, arrebatado, en un cuadro como “Las cruces”, que, este sí, está plenamente basado en la ópera y no en el texto del genio alemán, ya que tal escena fue una recreación de Gounod, quien quiso convertir su ópera en un alegato cristiano de la eterna lucha entre el bien y el mal. Sin embargo, este cuadro que hoy vemos no viene de ahí, sino directamente del poema dramático Fausto y de esa primera parte que el poeta dedica, como él mismo dice, “al pequeño mundo”, a la concreción del mal en la tierra y sus efectos sobre sus pequeñas criaturas. Digo esto porque no se trata, a mi parecer de un cuadro “teatral”, sino literario, es decir, psicológico, se diría que lírico. Un pintor que desea pintar un cuadro “teatral” tiene que trabajar de memoria, o quizás con un ligero apunte tomado de cualquier modo en el propio teatro. Nunca se trata de un cuadro detallista, cercano en la visión, sino de grandes movimientos o de escenas concentradas pero ligeras, amplias, que dan idea de la teatralidad. Cuando se ve un cuadro de estos, se intuye el decorado, el disfraz de ópera, se intuye hasta el público. El cuadro se puede escuchar, no sólo ver. Pues ni en el Fausto de Goethe ni en la ópera de Gounod, ni en ninguna de las restantes recreaciones musicales o literarias, tiene Margarita ante el espejo la melancolía que presenta en esta imagen; esta es una imagen de estudio, una imagen recreada, pensada, casi acariciada, en la misma actitud del poeta melancólico. Es sin duda, tras ese primer encuentro sensual con el cuadro –tacto de ropa antigua, aroma de madera vieja-, la primera impresión que me alcanza. Una tremenda melancolía, no la alegría de la muchacha que se prueba joyas encontradas en su casta habitación, sin saber quién es el donante. Podemos comparar la jovialidad de esta escena de ópera con la joven de mirada baja, de rostro serio, ensimismado, de nuestra Margarita, una muchacha sana y sonrosada, una perfecta germana, pero que no está exultante como la Margarita de Gounod, sino pensativa.Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-13000197912938066062007-12-17T23:04:00.002+01:002008-06-18T18:27:24.665+02:00Margarita y las joyas 2Al igual que las perlas son en la imaginación popular un presagio de dolor y llanto, este cuadro fue concebido desde el presentimiento de la tragedia. Martínez Pozo conocía ya el desenlace. Su modelo ideal, no, pero no importaba a efectos de su creación, porque su creación tenía como punto de inspiración, no la Margarita inocente de Fausto, tanto en la ópera como en el poema dramático, sino la Margarita que el pintor había interiorizado; es decir, el propio pintor. Esta joven ya conoce su destino, porque su creador lo conoce. Y mira melancólica su rostro porque las joyas –un único collar de perlas, cuando la abundancia y la variedad son la nota dominante en la escena, y el cofre, curiosamente, no aparece- se las ha probado como quien cumple un destino inevitable, porque tenía que probárselas para que su sino se cumpliera. Quitando la técnica de los ropajes, que tanto recuerdan las ropas de Murillo y hasta de Velázquez -¿de dónde ha de aprender un pintor sino de los maestros que le precedieron?-, quitando ese modelo germánico popular, con su carnalidad nívea y su larga trenza rubia, lo que queda es una mujer enfrentada a un destino, cumpliendo un ritual necesario.<br />Y tras esta primera impresión, aparecen otras al mirar este cuadro: tres grandes líneas, tres luces de evocación o reflexión me llegan. La primera de ellas, los recuerdos asociados, la línea del proceso vital que me permite ahora ver algo más en el cuadro, algo que quizás pueda explicar con cierto esfuerzo. La segunda, un punto intermedio de evolución, que es la relación con la poesía y la música que este cuadro de ningún modo puede negar. La tercera una meditación que a algunos les podrá parecer inconveniente sobre la condición de la mujer, reflejada de un modo absolutamente claro a lo largo de siglos y siglos de arte, pero especialmente exacerbada en la representación del Romanticismo, época a la que pertenece no sólo este cuadro, sino también la inmensa obra literaria en la que se inspira.<br />Primero vayamos a esa primera percepción de origen remoto, en mi infancia. Hice yo un viaje a mis cuatro años de edad con mi padre. Me llevó a Madrid y, entre otras anécdotas que ya he contado en otras ocasiones, quedó grabado en mi memoria tierna una imagen. Él quería visitar una exposición temporal, no sé si en el Prado o en el Museo de Bellas Artes, pero sí que fue en un gélido invierno del año 1956; en aquella exposición se reunían grandes cuadros románticos de toda España. Allí nos encontramos a Francisco Cano Pato, el juez poeta, al que, por relaciones de carácter familiar bastante oblicuas, yo llamaba tío. Mi padre, naturalmente, se puso a hablar con el paisano amigo –no hay viaje a Madrid donde no se encuentre un paisano amigo- y yo me puse a mirar los cuadros desde la distancia segura de la pierna derecha de mi padre, que es refugio natural cuando se tienen cuatro años. Y lo que vi que me gustara o al menos no me desagradara, no lo recuerdo en absoluto, pero sí tengo clavada una imagen que me horripiló: un cuadro donde se representaba a una joven, muy pálida, junto a un hombre detrás de los cuales aparecía el mismísimo demonio de rojo aterciopelado, con la pinta de demonio más demoníaca que yo haya visto en mi vida. Claro que esto lo pueden achacar a que yo no hubiera visto en mi vida un verdadero demonio y al hecho manifiesto de tener yo entonces una mente impresionable y proclive al miedo cerval, o sea, una mente de cuatro años. Yo no paraba de señalar con el dedo, con los ojos bien abiertos, para no perderme ni una gota de terror, mientras mi padre seguía su plácida conversación con el juez poeta. Cuando se vinieron a dar cuenta de que lo mío no era gusto de dar la lata, sino pánico, ya se iba pasando, porque a todo nos acostumbramos, y entonces no se le ocurrió otra cosa a mi padre que explicarme la poca importancia que aquello tenía. Era un cuento, sólo un cuento. Al fin y al cabo era sólo una escena de la historia de Fausto, un hombre que vende su alma al diablo y que arrastra en su vesania a una pobre muchacha inocente. El miedo inmediato, el de la imagen, se me pasó, ya que era sólo un cuento, pero creo que me dejó una secuela mucho peor: el miedo metafísico, si es que a esa edad se pueden nombrar o sentir esas cosas, y algo bueno, la certidumbre de que ese miedo sólo tiene un alivio, el poder contarlo. El caso es que desde entonces vengo sufriendo ese miedo, que da alas hacia la oscuridad tenebrosa del ser humano y que nos aleja del animal satisfecho, y vengo también persiguiendo ese cuadro sin haberlo encontrado, aunque me haya pasado la vida jurando que lo había visto en este Museo, que tan generosamente nos abre sus puertas. Y ya sé que esto no es verdad, que no pertenece a este Museo, sino, según me dice mi erudito hermano Manuel, a una colección particular murciana, y su autor Germán Hernández Amores, cuyo hermano Víctor también recreó alguna escena fáustica. He dicho que tenía la certidumbre de ser uno de estos cuadros de Germán Hernández Amores el que yo vi, pero no puedo asegurar que no fuera el de su hermano Víctor, conservado hoy en el Museo de Pontevedra. Realmente da lo mismo. A cambio de ese cuadro que ya me parece una creación imaginativa de mi memoria y que alguna vez me gustaría volver a ver, tengo ante mí este de Margarita probándose las joyas, cuyo tema corresponde a un estadio más avanzado del Fausto de Goethe en mi recuerdo. Sea por aquella remota impresión, por no haber podido volver a ver esa pintura que hubiera analizado ya con malicia adulta, o por imperativos culturales tempranos, uno de los primeros libros que leí, quizás sin demasiada comprensión, fue el Fausto. Lo leí, lógicamente, de la arbitraria pero bien nutrida biblioteca de mi padre. Luego fue uno de los primeros que compré con mi dinero, para mi uso particular, en aquellas ediciones Austral de clásicos en rústica. Como una baraja quedó la criatura. Cuando aumentó mi poder adquisitivo y mi afán cultural, habiéndome juntado inconscientemente con otro lector impenitente, con la intención de tener hijos, electrodomésticos y libros, muchos libros, compramos con gran regocijo las obras completas de Goethe, en esa magnífica traducción de Cansinos Assens, con sus enjundiosos estudios previos y su inabarcable erudición. Conservamos esos ejemplares como oro en paño. Aún gusto de leer alguna novela o de repasar las poesías, sobre todo aquellas en las que Goethe recoge chispazos de arte popular, temas eternos de belleza creados por el pueblo y que los poetas cultos echan a su cestillo como el que añade unas flores silvestres a un ramo de rosas recién recogidas del propio jardín.<br />Fue por esa época cuando se desarrolló en mí el gusto por la ópera. Gusto por la música en general siempre he tenido. Esto tiene el mismo origen que mi gusto por los cuadros, aunque no con un valor tan sensorial. En el estudio de mi padre, mezclada a los olores de los barnices, de los óleos, de las colas de conejo, de los temples, de las esencias de trementina, del aguarrás, y otros potingues que los pintores usan para sus magias, había siempre música en el aire, a veces clásica –los conciertos de Bradenburgo, Schubert, mucho Beeethoven, mucho Brahms-, a veces ligera –música italiana moderna, canciones populares-, y muy a menudo ópera. Si no había ópera, la cantaba mi padre de aquella manera, que no era mala, porque tenía bonita voz de bajo, buen oído y algunos conocimientos musicales que le había inculcado su madre, la cual, a su vez, los había recibido en la casa de su abuelo, don Carlos María Barberán, ilustre presidente del Colegio de Abogados de Lorca, escritor aficionado, uno de los aviesos inspiradores de las procesiones de Lorca, con todo lo que estas conllevan de la espectacularidad del género lírico romántico y de la propia ópera, y muy gran admirador de las óperas italianas, hasta el punto de haber creado una, el libreto quiero decir, para que le pusiera música un amigo suyo, proyecto que quedó en nada. Cuando yo era jovencita vi en un cajón del estudio de mi padre el manuscrito de “Los Macabeos”, que de esto iba el libreto, y supongo, y espero, que haya sido puesto a buen recaudo por mi hermano Manuel, no tanto porque no se pierda, sino para que a nadie se le ocurra poner solfa a semejante cosa. De estas aficiones vinieron las mías. Muy joven oí por primera vez el Fausto de Gounod y creo que hizo en mí la misma impresión que debió hacer en un también joven Juan Martínez Pozo, que seguramente la escuchó en París, más en ambiente y modo que yo en mis limitaciones de provinciana perezosa. De toda esa magnífica ópera, particularmente, me embeleso con las partes en las que canta Margarita, porque son de una delicada expresividad, de una enorme piedad hacia la muchacha, quizás más piedad que la que mostró el consejero palaciego Goethe, del cual sabemos que en ejercicio de su cargo firmó una sentencia de muerte en un caso parecido al de la Gretchen primera, luego mejor llamada Margarita. No es por estar ahora frente a este cuadro, sino que mi preferencia por este tema y esta ópera viene de mucho antes, como se puede ver.Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-83058826571608892092007-12-17T23:02:00.001+01:002008-06-18T18:53:19.661+02:00Margarita y las joyas 3Nunca me ha parecido el Fausto una obra dramática en sí, sino un poema filosófico que adopta la forma dialogada del teatro, porque a su grandeza y riqueza otra forma no puede corresponder. Muchas tradiciones fáusticas anteriores, de carácter culto o popular, desde el milagro medieval de Teófilo, han sido poemas narrativos de carácter teológico o filosófico. El inglés Marlowe fue el primero que lo vio de un modo dramático en tanto que desarrolla un conflicto no sólo entre el bien y el mal, sino entre la divinidad y el ser humano. Pero fue Goethe el primero que comprendió la dimensión lírica del tema y la hizo brillar en el personajes de su Gretchen primera, el primero que introdujo en el conflicto una mujer real, una ingenua campesina, que cerrara el trío dramático y fuera el verdadero contrapunto de las dos fuerzas masculinas, Mefistófeles y Fausto. Que, pese a su crimen horrendo, representara la inocencia y el bien, y que fuera salvada por su propia decisión. Recordemos que el propio Fausto, como en un milagro medieval, es salvado finalmente por intercesión de mujeres santas, entre ellas la que fue la penitente Margarita.<br />Pero una de las cosas que más me han impresionado siempre del Fausto es precisamente la oposición entre dos líneas de pensamiento y creación que corren siempre paralelas en la obra: la tradición popular y la tradición culta. Es la culminación, por tanto, de esas dos líneas recorridas por Goethe como poeta, cuando une, como hemos dicho antes, las rosas cultivadas con las flores silvestres. Muchas de su poesías tienen un inconfundible aroma popular. Muchas escenas del Fausto son protagonizadas por gente del pueblo que como pueblo hablan y cantan. No era ajeno al pueblo ni despreciativo con él, romántico al fin, lo quisiera o no, y sobre todo con sus creaciones espontáneas o criadas -digo criadas y no creadas intencionadamente, por semejanza de estas obras populares con el largo y costoso camino de una crianza- a lo largo de generaciones en un perfeccionamiento colectivo. El romance del “Rey de Thule” que Margarita canta mientras da vueltas a su rueca es una muestra de ello. Procedente de una verdadera canción popular, Goethe supo ver la maravilla lírica que suponía. De fondo de estas postales de fin de siglo, lo que da una idea de la inmensa popularidad de su obra a lo largo del tiempo, podemos oír la versión cantada de la ópera de Gounod y leer el poema que la inspiró.<br /><br />EL REY DE THULE<br /><br />Hubo en Thule un rey amante,<br />que a su amada fue constante<br />hasta el día en que murió;<br />ella, en el último instante,<br />su copa de oro le dio.<br />El buen rey, desde aquel día,<br />sólo en la copa bebía,<br />fiel al recuerdo tenaz,<br />y al beber humedecía<br />una lágrima su faz.<br />Llegó el momento postrero<br />y al hijo su reino entero<br />cedióle, como era ley:<br />Sólo negó al heredero<br />la copa el constante rey.<br />En la torre que el mar besa,<br />Por orden del rey expresa<br />(tan próximo ve su fin),<br />la corte, en la regia mesa,<br />gozó el último festín.<br />En postrer soplo el anciano<br />moribundo soberano<br />apuró sin vacilar.<br />Y con enérgica mano<br />arrojó la copa al mar.<br />Con mirada de agonía,<br />la copa que al mar caía,<br />fijo y ávido siguió,<br />vio como el mar la sorbía,<br />y los párpados cerró.<br /><br />Cuando leo este poema popular, por derivación cuando escucho este fragmento de la ópera de Gounod, no puedo dejar de pensar en los romances novelescos castellanos, sobre todo aquellos incompletos o fragmentarios, que dejan una huella de misterio en la imaginación, y a los que en ocasiones, se llama romances líricos. Recuerdo, por ejemplo, el Romance del Prisionero o el del Conde Arnaldos, aunque evidentemente el sentido no es el mismo. Sólo me refiero a ese aroma misterioso, a esas actuaciones individuales plenas de sentimiento. ¿Por qué canta precisamente ese romance del Rey de Thule Margarita? Porque habla de un amor constante hasta la muerte, algo que se convierte también en presagio, puesto que su amante la abandonará, y ella será la constante, el Rey de Thule que muere amando.Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-8923462315064377622007-12-17T23:00:00.001+01:002008-06-18T18:54:14.672+02:00Margarita y las joyas 4<style type="text/css"> <!-- @page { size: 21cm 29.7cm; margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } A.sdfootnoteanc { font-size: 57% } --> </style> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify"> No anda este asunto muy lejos de una consideración acerca del lugar que la mujer, como objeto, pues como sujeto tímidamente comienza su dificultosa aparición, ocupa en la literatura del siglo XIX. Quizás me he quedado corta y no se trata sólo de la literatura romántica, sino de un lugar ocupado secularmente y que en el Romanticismo encuentra su máxima expresión por causas que exceden los límites de esta exposición literaria. Para resumir la idea, diré que más que nunca se exalta una imagen de lo femenino que apareció mucho tiempo atrás, en las cortes de amor medievales y en la primitiva adoración mariana: la extrema separación entre naturaleza y cultura, la naturaleza representada por la Mujer, la cultura representada por el Hombre. Esa separación es tan drástica que incluso afecta a las creaciones artísticas: lo popular sería perteneciente a la Naturaleza, o sea, femenino y colectivo, lo culto, lógicamente, a la cultura o civilización, es decir, masculino. La mujer real sólo puede estar en el que Goethe llama “el pequeño mundo” y no puede aspirar a las alturas metafísicas ni poéticas. La mujer, con minúscula, es un colectivo formado por individuos todos iguales o clasificados en imágenes fijas: la mujer fatal, plena de belleza y maldad, la doncella, casta y recogida, ignorante de todo, la matrona y la bruja. En esa dicotomía entre cultura y naturaleza, se produce la exaltación de una imagen femenina ideal, intangible; en definitiva, una imagen de mujer inexistente, ansiada y perseguida, convertida en símbolo de la belleza poética, una Mujer con mayúscula, mientras la mujer real es sometida a unas leyes biológicas estrictas sancionadas por leyes sociales más estrictas aún en las que ella, naturalmente no interviene. No es fácil demostrar esto en el corto espacio que tenemos, pero es algo que podemos ver claramente en el Fausto de Goethe, por la importancia que cobran dos mujeres en la obra: Margarita y Helena. Podemos ver, por ejemplo, sus tesoros. El tesoro de Margarita: un modesto cofrecillo de joyas ofrecido con vistas a la seducción. El tesoro de Helena, en la segunda parte del Fausto, los sótanos de un castillo inexpugnable donde se acumula todo el oro y las piedras preciosas de la tierra. Margarita entrega su vida por culpa de su pequeño tesoro; Helena es obsequiada con él a su vuelta del cautiverio en Troya. Y si fuera poco esta imagen, tendremos que mirar cómo Fausto abandona a la mujer real a su suerte, por más que en última instancia acuda a la prisión a ofrecerle una salvación ficticia y malévola, mientras persigue por los mundos ulteriores la imagen de Helena, en el recorrido onírico, delirante y simbólico que es la segunda parte del Fausto. Que esto es así lo sigue demostrando el hecho de que cada uno paga con lo que tiene, con lo que simbólicamente se le concede: Fausto con su alma para adquirir conocimiento y superioridad, pues no es sólo juventud y poder lo que se le entrega finalmente (esa es la parte previa que corresponde al pequeño mundo); Margarita con su cuerpo por las culpas de haber sobrepasado las estrictas leyes sociales a las que la mujer se somete. </p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify"> Y aún algo más, y que afecta a la misoginia desarrollada en la cultura occidental desde el medievo: el asunto de las joyas. Una pregunta que surge ante este cuadro en el que Margarita no parece precisamente muy entusiasmada con su magnífico collar de perlas-lágrimas: ¿por qué ese apego, esa fijación de las mujeres con las joyas? Puesta a pensar, encuentro dos razones: una afecta al regalo, a la donación seductora; la otra afecta a algo más pedestre y elemental, un asunto de supervivencia. Aparte estarían las razones tradicionales que cualquier misógino aduciría: la mujer es avariciosa, la mujer es coqueta, es vanidosa. Trata de acumular tesoros y trata de estar hermosa para ser halagada. Las acusaciones, como tales, no son ciertas en sí mismas, pero lo serían vistas de otra manera. Ahí vendría sor Juana Inés en nuestra ayuda, pero ya la llamaremos cuando tengamos necesidad. </p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify"> En primer lugar, a la mujer se le regalan joyas porque están hechas con materiales que provienen de las entrañas de la tierra, es decir, se le entregan objetos que tendrían el poder de la magia simpática para propiciar a los iguales: si ella es naturaleza profunda, se la identifica con la tierra, en cuyo seno se crían las joyas, como en el seno de ella se crían los vástagos; esto es el carácter simbólico del asunto. En otro orden de cosas, el enamorado entrega joyas para demostrar su poder social y atraer así a la mujer a una seguridad para la crianza. Si ella las acumula con gusto, es por otra razón bien diferente y mucho menos simbólica. Evoquemos un hecho común que todos habremos vivido en nuestra infancia, si pertenecemos a una clase media más o menos acomodada: nuestra madre tendría un modesto o lujoso joyero, según posibilidades, con sus joyas. De algunas nos diría que eran herencia de su madre y que algún día serían herencia para las hijas de la familia. Las joyas, por modestas que sean, son un pequeño tesoro que las mujeres se pasan de madres a hijas. Lo he estado pensando con detenimiento y creo que no basta la vanidad o la coquetería, ni siquiera la avaricia, para justificarlo. A mi parecer es algo que responde a la necesidad de asegurar la supervivencia. Las joyas constituyen un seguro para las mujeres. Que en ciertas capas sociales y en este tiempo ese seguro personal ha perdido por completo su función, es cierto, pero también lo es que las costumbres seculares no desaparecen fácilmente y, sin conocer ya la verdadera función, se sigue recurriendo a la misma estrategia. En sociedades más primitivas, algunas contemporáneas nuestras en países pobres, la mujer es pobre entre los pobres, porque, como ser tutelado, no es la propietaria de ningún recurso. El divorcio, el repudio, la viudedad o la soltería pueden sumirla en la miseria. No puede acumular dinero, porque no se le permite guardarlo en instituciones a su nombre -esto ocurría en este país mismo hasta no hace tanto- y según las leyes de muchos países queda excluida de la herencia de su padre. ¿De qué modo puede obtener recursos duraderos y rápidamente utilizables si no es acumulando joyas? Vamos a ver ahora los escaparates de joyerías en un país como Marruecos, en la Medina de Tetuán, imágenes que debo agradecer a un buen amigo, Manuel Rodríguez, que generosamente me las ha enviado. Podrían servir los escaparates de nuestras joyerías, pero las marroquíes son mucho más deslumbrantes y explícitas para lo que queremos explicar. <span style="color: rgb(0, 0, 0);"><span style="background: transparent none repeat scroll 0% 50%; -moz-background-clip: -moz-initial; -moz-background-origin: -moz-initial; -moz-background-inline-policy: -moz-initial;">La mujer marroquí es una de esas excluidas de la herencia paterna, así que estas son joyas de dote o regalos para mujeres que sólo contarán como patrimonio personal con lo que consigan acumular en oro y piedras preciosas. Para completar este cuadro, traigo aquí un precioso documento, una carta de dote morisca de Granada, registrada notarialmente en 1540. La rescata del pasado para nosotros la estudiosa granadina doña Joaquina Albarracín Navarro. En su momento era un documento jurídico; ahora es un documento histórico, pero hoy tiene para nosotros el sabor de lo lírico; el amor a las palabras y a los objetos preciosos que evocan.</span></span></p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify"> <span style="color: rgb(0, 0, 0);"><span style="background: transparent none repeat scroll 0% 50%; -moz-background-clip: -moz-initial; -moz-background-origin: -moz-initial; -moz-background-inline-policy: -moz-initial;">Dice para comenzar doña Joaquina Albarracín:</span></span></p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify"> <span style="color: rgb(0, 0, 0);"><span style="background: transparent none repeat scroll 0% 50%; -moz-background-clip: -moz-initial; -moz-background-origin: -moz-initial; -moz-background-inline-policy: -moz-initial;"> “Entre los documentos inéditos que Juan Martínez Ruiz guardaba en una carpeta titulada “en elaboración”, aparece transcrita una carta morisca de dote y arras escrita en letra procesal encadenada de muy difícil lectura, fechada “a treze días del mes de Nobienbre de 1540”, procedente del Archivo de Notarías de Granada. </span></span> </p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify"> <span style="color: rgb(0, 0, 0);"><span style="background: transparent none repeat scroll 0% 50%; -moz-background-clip: -moz-initial; -moz-background-origin: -moz-initial; -moz-background-inline-policy: -moz-initial;"> Los contrayentes son: Lorenço Hernández Abenhabid y Guiomar Axaa, de “la collaçión de S. Salbador” (Albaicín). ”</span></span></p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify"><br /></p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify"> <span style="color: rgb(0, 0, 0);"><span style="background: transparent none repeat scroll 0% 50%; -moz-background-clip: -moz-initial; -moz-background-origin: -moz-initial; -moz-background-inline-policy: -moz-initial;">En esa carta de dote, que pretende como se puede suponer asegurar los recursos de una mujer que se va a casar, aparecen perlas, piedras preciosas y oro, joyas semejantes a las que hemos visto en los escaparates de Tetuán. Joyas que nuestra melancólica Margarita no pudo ni soñar con su cofrecillo de joyas demoníacas. Las palabras que las nombran ya no existen y, si existen, nadie las usa. Hay también en ello algo de melancólico, algo elegíaco.</span></span></p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify"> <span style="color: rgb(0, 0, 0);"><span style="background: transparent none repeat scroll 0% 50%; -moz-background-clip: -moz-initial; -moz-background-origin: -moz-initial; -moz-background-inline-policy: -moz-initial;">Entre muchos enseres y prendas, la joven Guiomar -¡qué hermoso nombre de morisca!- recibe un abdul de çinco borlas de seda de grana con su aljófar e oro con sus trenças y otro abdul de seda amarilla, con colores Un abdul era un collar trenzado que usaban las moriscas de Granada, que se componía de trenzas de seda con labores de oro y borlas de la misma clase de color de grana, amarillo, azul y morado. Las borlas con bellotas de oro, que pendían de estos cordones o collares eran de ordinario tres, pero los había también con cinco. En vez de broche el adul se sujetaba a la garganta con</span></span><span style="color: rgb(153, 40, 76);"><span style="background: transparent none repeat scroll 0% 50%; -moz-background-clip: -moz-initial; -moz-background-origin: -moz-initial; -moz-background-inline-policy: -moz-initial;"> </span></span><span style="color: rgb(0, 0, 0);"><span style="background: transparent none repeat scroll 0% 50%; -moz-background-clip: -moz-initial; -moz-background-origin: -moz-initial; -moz-background-inline-policy: -moz-initial;">botones de oro o de aljófar. También incluía la dote de Guiomar un collar con alcorcíes de oro, los cuales eran unas piezas de oro con esmaltes que pendían de las gargantillas de aljófar. Anillos, le dan en dote tres, dos con turquesas y otro con un granate. Siendo morisca, no podían faltar las ajorcas, de oro por más señas, que eran brazaletes para los tobillos. ¿Y un collar con balage? Una de sus prendas más preciadas seguramente, pues el balage, nombre tomado de la provincia persa de Balajs, era un berilo semejante al rubí, de un tono no tan encendido y tirando al morado. Pero sin duda la estrella de la dote debía ser un collar con dos alcorcíes de oro, dos piedras balages y otras piedras y perlas, además de otro collar de oro pequeño, con dos alcorcíes esmaltados con perlas y aljófar, todo ello ensartado en un cordón de seda colorada. Zarcillos no debían faltar y eran de oro, de doce cuentas, con su aljófar y seis pinjantes, palabra esta en desuso que significa, según me dice mi amigo Paco García y me confirma, aún con más precisión, mi cuñado Luis Alberto el Arqueólogo, eran unas piezas preparadas en cualquier objeto de joyería para colgarle piedras preciosas o perlas, o lo que buenamente se quisiera.</span></span></p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify"> Para mirarse con sus joyas a Guiomar no le faltó en la dote un espejo de plata con una borla de seda azul. </p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify"> Si con un sencillo cofrecillo Margarita fue seducida, una muchacha humilde que no había visto una perla en su vida, y que se siente una “señorita”, ¿cómo se sentiría la joven dotada con estas deslumbrantes joyas? Se sentiría segura, podemos asegurarlo. ¿También hermosa cuando se las pusiera y se contemplara en ese espejo de plata, como nuestra Margarita se contempla en el espejo gótico de madera oscura? Con toda certeza. Diría el misógino: la vanidad femenina. Pero pensemos si no se ve la mujer hermosa con las joyas porque representan su salvación. Es decir, cambiamos el punto de vista. Si el verde nos alegra la vista porque representa ancestralmente la promesa de nutrición, las joyas nos hacen parecer hermosas porque representa nuestra riqueza. Lo que para el misógino es vanidad, no es sino seguridad. Lo que es avaricia, se convierte en supervivencia. Y esto más o menos es lo que decía Juana, aunque aplicado a la caida de la mujer en la seducción. En el caso de las joyas llama vanidad y avaricia el misógino a lo que su propio mundo masculino ha creado. Y ahora sí que podemos llamar a Sor Juana Inés de la Cruz en nuestra ayuda, con unas cuantas de sus magníficas y airadas redondillas contra la vanidad masculina.</p> <p style="text-indent: 1.25cm; line-height: 150%;" align="justify"><br /><br /></p> <p style="text-indent: 1.25cm; line-height: 150%;" align="justify"><br /><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm; line-height: 0.35cm;" align="justify"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> ¿Cuál mayor culpa ha tenido</span></p> <p style="margin-bottom: 0cm; line-height: 0.35cm;" align="justify"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> en una pasión errada: </span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm; line-height: 0.35cm;" align="justify"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> la que cae de rogada, </span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm; line-height: 0.35cm;" align="justify"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> o el que ruega de caído? </span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm; line-height: 0.35cm;"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> ¿O cuál es más de culpar, </span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> aunque cualquiera mal haga: </span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> la que peca por la paga, </span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> o el que paga por pecar? </span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> Pues ¿para qué os espantáis </span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> de la culpa que tenéis? </span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> Queredlas cual las hacéis</span></p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> o hacedlas cual las buscáis. </span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> Dejad de solicitar, </span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> y después, con más razón,</span></p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> acusaréis la afición</span></p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> de la que os fuere a rogar. </span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> Bien con muchas armas fundo </span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> que lidia vuestra arrogancia,</span></p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> pues en promesa e instancia </span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"> juntáis diablo, carne y mundo.</span></p> <p style="margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify"><br /></p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify"> <span style="color: rgb(0, 0, 0);">Y en el caso que nos ocupa, nunca mejor dicho.</span></p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify"> Quizás algún día las mujeres de todo el mundo acumulen joyas o las atesoren en sus pequeños joyeros solamente como un maravilloso recuerdo de familia. Quizás algún día Margarita pueda contemplarse en ese espejo sin la melancolía de un destino fatal que le traen esas tristes perlas. Quizás entonces, las mujeres puedan leer con mucho placer este pequeño poema sobre mujeres y joyas de un poeta hebreo del siglo XII, navarro por más señas, Yehuda Levi<sup><a class="sdfootnoteanc" name="sdfootnote1anc" href="http://www.blogger.com/post-edit.g?blogID=23457583&postID=892346231506437762#sdfootnote1sym"><sup>1</sup></a></sup>:</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify"><br /></p> <p style="margin: 0.21cm 0.5cm 0cm 2cm; text-indent: 1cm;" align="justify"> Seda bordada es el vestido de tu cuerpo, </p> <p style="margin: 0.21cm 0.5cm 0cm 2cm; text-indent: 1cm;" align="justify"> pero la gracia y la hermosura recubren tus ojos; </p> <p style="margin: 0.21cm 0.5cm 0cm 2cm; text-indent: 1cm;" align="justify"> las joyas de las doncellas son obras de artesano, </p> <p style="margin: 0.21cm 0.5cm 0cm 2cm; text-indent: 1cm;" align="justify"> mas esplendor y encanto son tus adornos.</p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><br /></p> <p style="margin-right: 0.5cm; text-indent: 1cm; margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0cm;"> Te revistas o no de brocados como las señoras, </p> <p style="margin: 0.21cm 0.5cm 0cm 2cm; text-indent: 1cm;" align="justify"> te basta tu figura, pues te adornas de encanto y no de joyas. </p> <p style="margin: 0.21cm 0.5cm 0cm 2cm; text-indent: 1cm;" align="justify"> Estás colmada de hermosura, ¿qué te añaden collares y lunetas? </p> <p style="margin: 0.21cm 0.5cm 0cm 2cm; text-indent: 1cm;" align="justify"> ¡Sólo impiden abrazar tu garganta, besar tu cuello!</p> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify"><br /></p> <div id="sdfootnote1"> <p style="text-indent: 1.25cm; margin-bottom: 0cm; line-height: 150%;" align="justify"> <a class="sdfootnotesym" name="sdfootnote1sym" href="http://www.blogger.com/post-edit.g?blogID=23457583&postID=892346231506437762#sdfootnote1anc">1</a><span style="color: rgb(0, 0, 128);">(</span><span style="color: rgb(0, 0, 128);"><span style="font-family:Georgia;"><span style="font-size:85%;">Yĕhudah Ha-Levi (1070-1141), nació en Tudela. Es sin duda el máximo exponente de la poesía hebrea peninsular medieval. Tras dejar en su juventud su ciudad natal, se estableció en las tierras musulmanas de Al Andalus, recibiendo allí una esmerada formación tanto en ciencias, particularmente en medicina, como en leyes, teología y poética.Tuvo estrechas relaciones con los mejores poetas judíos y árabes de su época, gozando en vida de una fama extraordinaria, siendo aún sus versos leídos con deleite en la actualidad. Tocó temas amorosos y báquicos, cantó a la amistad, lloró por la muerte de los seres queridos, reflexionó sobre asuntos muy humanos, ensalzó a Dios y trató de consolar a su pueblo en elexilio. Al final de su vida, dejó Sefarad y embarcó hacia Israel, deseando pasar sus últimos días en la añorada tierra de sus antepasados, por él tan amada.</span></span></span></p> </div>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-21064747807225630282007-08-13T16:05:00.000+02:002008-12-09T03:05:39.863+01:00Sobre "David Golder"<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgkIa9bpykDi7Qe-BxHYvWWQfafceKPhyQzpqTB7snaWQ7QcvMLFYIPBFvTsFvamOxorMfLaoLVoWfEBEux700gsDZizv0w5yskOF5AxojKCtW2aTwU-tA9G-pOVV_A-DckBzAiFQ/s1600-h/Golder.jpg"><img style="margin: 0pt 0pt 10px 10px; float: right; cursor: pointer;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgkIa9bpykDi7Qe-BxHYvWWQfafceKPhyQzpqTB7snaWQ7QcvMLFYIPBFvTsFvamOxorMfLaoLVoWfEBEux700gsDZizv0w5yskOF5AxojKCtW2aTwU-tA9G-pOVV_A-DckBzAiFQ/s320/Golder.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5098186448001021538" border="0" /></a><br /> <p class="MsoNormal" style="line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD">DAVID GOLDER<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD">Irene Némirovsky<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="line-height: 150%;"><i style=""><span style="" lang="ES-TRAD">Narrativa Salamandra<o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="line-height: 150%;"><i style=""><span style="" lang="ES-TRAD"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD">La novela “David Golder” es un breve y agudo retrato del Capitalismo encarnado en uno de sus ejecutantes –que ahora se llaman ejecutivos y son empleados a sueldos astronómicos e impensables–, y tiene su acción situada en los años veinte, aquellos que se llamaron “felices” y que fueron el alegre, y en ocasiones dramático, impasse económico entre dos grandes guerras. Por entonces –también por ahora, al menos en ciertos sectores– un hombre de negocios podía hacerse inmensamente rico no perteneciendo a ninguna gran corporación, sino por su propio esfuerzo y casi en solitario, siempre que se convirtiera en un sacerdote abnegado del sistema. Y eso exactamente es el protagonista de la primera novela de Irene Némirovsky, una escritora que no tenía los modelos muy lejos, pues su propio padre era uno de estos ambiciosos negociantes, enriquecido hasta el delirio por lo que hoy llamaríamos “pelotazos”, que no son más que oportunidades no demasiado limpias que el Capitalismo ofrece a sus hijos más osados, hijos con los que, sin embargo, no hay piedad nunca en la caída. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD">Pero sabemos que el Capitalismo es también el hijo predilecto de otro sistema no menos despiadado, su colaborador indispensable y, en realidad, la vía históricamente más reciente para mantenerse a flote. Hablamos de un sistema muy antiguo, más que cualquier otro sistema, que configura el mundo simbólico y que ha ido utilizando a lo largo de la Historia todo modo de organización para perpetuarse. Para decirlo con más propiedad, todos los <span style=""> </span>sistemas económicos, de producción, de organización social, no son sino las formas dimanantes del Gran Padre, las únicas que podían nacer de una constelación simbólica como el Patriarcado. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD">Por esa razón, por ser el reflejo individual de todo un sistema, David Golder ofrece, como toda obra literaria bien construida, varias posibilidades de análisis. Se puede ver desde diferentes puntos de vista sin que el objeto original pierda su unidad, porque todo encaja perfectamente; los aspectos sociales no están disociados de los meramente humanos, ni los económicos de los sociales. Naturalmente, y considerando lo dicho anteriormente, “David Golder” ofrece también un interesante análisis de género, que también encaja al milímetro en el orden total de la obra y –cómo no– en la sociedad de la cual es un retrato.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD">El protagonista de la novela, un judío enriquecido súbitamente, hombre implacable de negocios, es una de las figuras del padre más extremadas. Ocupa el espacio público casi constantemente y sólo de un modo precario el espacio privado, donde no es sino el instrumento, la máquina infatigable de producción de bienes. No es querido ni cuidado, sino sólo temido –no temido en sí mismo, por su personalidad y autoridad, sino por la contingencia de su ser y el riesgo que pueda correr como provisor– y, desde luego, utilizado. Su vida y su salud no interesan sino en la medida en que es el que aporta los recursos para el mantenimiento de un status social y económico del que la familia –si así puede ser llamada– es advenediza. Sus sentimientos, sus recuerdos, sus intereses personales, no cuentan para nadie. La familia no está hecha de sucesivas generaciones que atesoran los recuerdos y las tradiciones, sino de advenedizos que todo lo ignoran sobre su persona; él es un hombre “nuevo”, por lo cual su origen no cuenta, ya que el dinero, conseguido de súbito, lo ha sacado de su mundo primigenio y lo ha convertido a él mismo en un recién llegado a la cumbre del sistema. Ni siquiera la muchacha con la que se unió en la pobreza es la misma, aunque sea la misma persona. Sobre ella ha obrado también el desarraigo. Las transformaciones que ambos, hombre y mujer, han sufrido en su vida por causa del dinero han obrado en función del género, como no podía ser de otro modo. Si David Golder ha alcanzado los más extremados modos del padre, ella ha llegado a ser la abeja reina, una de las figuras extremas de la madre. Pero no podemos entender esto en un sentido mítico primitivo, donde ser madre o padre por excelencia eran los caracteres de un patriarcado original y primario donde las marcas de género respondían a unas funciones sociales determinadas, sino que en este caso, en un sistema capitalista avanzado, tales papeles simbólicos se convierten en grotescos, debido a su perversión, es decir, al desvío de sus originales funciones, ya que en ningún caso las cumplen. Son ambos pura parodia. Ni David Golder es la cabeza visible de un grupo patriarcal que asegura bajo su férula la supervivencia de sus descendientes y el<span style=""> </span>mantenimiento de un orden social, ni su mujer es la madre fecunda que asegura la continuidad biológica. Ambos son fundadores de la nada, parásitos de la tierra, simples muñecos que ocasionalmente cumplen un papel para un sistema desnaturalizado que ya no sirve al hombre, sino que se ha convertido en una maquinaria implacable contra el ser humano. La guerra parece <span style=""> </span>anunciarse ya en esta perversión, aunque no sea nombrada en ningún momento, se puede vislumbrar. Es necesario un nuevo pacto social en la fratría para la supervivencia: el conflicto está en qué tipo de pacto. El totalitarismo fascista y el comunista proponen dos posibles pactos en los cuales el sistema capitalista desaparecería –lo cual sabemos que al final no es verdad del todo–, con la instauración de un nuevo sistema oligárquico bajo la capa ideológica de lo popular o lo patriótico; las potencias occidentales llamadas democráticas proponen otro tipo de pacto ecléctico, el de la famosa frase de Lampedusa, que todo cambie para que nada cambie. El sistema sigue funcionando, limando su ferocidad. Al modo salvaje del período de entreguerras, no había camino para su continuidad. Y naturalmente cualquiera de los sistemas da por sentado que subyace la línea patriarcal, la cual es la verdadera armazón de todo. Sea cual sea, será un pacto entre caballeros, una vez terminado el juego masculino de la guerra que dirimirá qué tipo de pacto social se impondrá. En cualquier caso lo que muestra la novela de Irene Nemirovsky es la perversión absoluta del sistema patriarcal a manos de un sistema capitalista que es su hijo más reciente y querido, pero en esa perversión, como ya queda dicho, hay mucho de risible, si no fuera tan cruel que borrara toda sonrisa.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD">David Golder reúne en sí, ya queda dicho, como personaje, las características más exacerbadas del Padre. Su falta de piedad humana es una de ellas. Al Padre le interesa sólo la maquinaria, que todo continúe retroalimentándose. En este caso, el flujo de dinero, que ya es puro símbolo. Nadie está libre de ese afán por el dinero, al cual, por otra parte, no se le tiene ningún respeto. El dinero no es nada en manos de los personajes. Los que lo tienen lo despilfarran sin pena ninguna, los que no lo tienen se acogen al despilfarro de los otros. El primer caso es el de la mujer y la hija de Golder, el segundo el de Hoyos y otros parásitos acogidos a su mundo privado. Para él mismo el dinero es un puro juego de negocios. De hecho, Golder puede vivir con poco. En la ruina, vive en la austeridad absoluta. De lo cual podemos deducir que el dinero no es para él un modo de procurarse los medios de vida, ni siquiera los placeres que pueda proporcionarle, sino un elemento de carácter simbólico que se convierte en el objetivo mismo de su acción. La única finalidad que le encuentra cuando lo consigue es ponerlo a los pies de la mujer –primero la esposa, luego la hija– como ante una diosa insaciable. El placer que él obtiene está en el mismo modo de conseguirlo; es un juego de poder y astucia que le permite aplastar a los otros, como ocurre con su socio, cuyo suicidio abre la novela.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD">Los personajes en la novela no tienen eso que en narrativa se llama “psicología”. Alguien podría pensar que es un defecto de novelista joven –la autora tenía sólo veintisiete años cuando la publicó–, pero si es un defecto, realmente conviene al asunto tratado, pues estos personajes no precisaban ni un rastro de humanidad; son sólo esquemas de ambición y avaricia, como en el caso de Gloria, la mujer de David Golder, y él mismo, o de inconsciencia y frivolidad, bajo la cual hay tanta ambición como en los otros, como en el caso de Joy, la hija del matrimonio Golder, la nueva diosa que ha reemplazado a la madre en la exigencia de sacrificios, al final incluso humanos. En la extrema sofisticación del sistema capitalista avanzado volvemos a encontrar un fondo cruel de primitivismo. Sólo un personaje parece tener algo de lo que podríamos llamar humanidad, y es un personaje bastante menor en la novela, que sin embargo cobra una gran importancia simbólica: el joven marinero inmigrante que asiste a la muerte de Golder en el barco que le lleva a Constantinopla una vez consumado el gran negocio que rehace su fortuna para su hija. Este muchacho, entre la compasión y la codicia, está a su lado en esos momentos dramáticos. La compasión y el interés humano es lo primero que surge en él, aunque luego, a la vista de la cartera del hombre de negocios, piense también en la posibilidad de que ese dinero sea finalmente para él, como así resulta finalmente. Al menos en él encontramos la mezcla de sentimientos e intereses que es humana, no la pura linealidad de los demás personajes. Su carácter cobra importancia en la novela por representar la continuidad del sistema; este muchacho que huye de la Rusia comunista, va hacia Occidente para hacerse rico, para ser el nuevo Golder, y es el mismo Golder el que le proporciona la oportunidad de serlo, con ese dinero y los encargos que le hace para cumplir cerca de los centros de poder económico. Golder encuentra en él un heredero extraño, el hijo “espiritual” que puede reproducir lo que él ha sido como servidor del Capital. La línea de sucesión no podía ser femenina. Su hija no era una persona sino el objeto deificado ante el que poner las ganancias, lo arrancado por la fuerza a la naturaleza en una lucha que ya no es directa, sino medidada y simbólica. Ciertamente, Golder se asegura bien de que no sea ella nunca la que disponga de su dinero total, sino que sea la simple beneficiaria periódica de su rendimiento. Al muchacho le hace un legado mucho más importante, con la donación del poco dinero que lleva en su cartera, el legado de la continuidad, si es, como él, un hijo osado del sistema. <o:p></o:p></span></p>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-91642493304364778222007-06-30T12:17:00.001+02:002008-06-18T18:55:07.609+02:00La ley integral no es el problema<div style="text-align: justify;"><object width="425" height="350">La ley integral no es el problema, aunque tampoco sea la solución definitiva a la violencia machista. Las organizaciones feministas valoran la ley y denuncian cuáles son sus verdaderos problemas en cuanto a su aplicación. Merece la pena saberlo. Hay que escucharlas, porque la elaboración del discurso es propia de la construcción de la ciudadanía para las mujeres. El machismo no tiene discurso; es directo, es brutal, no entiende de leyes. Las leyes son acuerdos sociales para paliar o evitar un conflicto, pero nunca son las soluciones al problema. Así lo debemos ver, pero para que tengan la eficacia requerida tienen que ser verdaderos acuerdos sociales. La mentalidad machista es muy difícil de borrar de la sociedad. Las mujeres muertas son sólo la parte más visible, cruel e impactante del asunto. La violencia es estructural y se ejerce desde las propias instituciones, como de una manera implícita denuncian estas mujeres.<param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/hdYF0GoA75g"><param name="wmode" value="transparent"></object></div><object width="425" height="350"><embed src="http://www.youtube.com/v/hdYF0GoA75g" type="application/x-shockwave-flash" wmode="transparent" width="425" height="350"></embed></object>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-62532278300551921862007-05-30T22:39:00.001+02:002008-06-18T18:55:46.329+02:00Cécile Chaminade: una compositora ignorada<p style="text-align: center;" class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-TRAD">CÉCILE CHAMINADE<o:p></o:p></span></p><div style="text-align: center;"> </div><p style="text-align: center;" class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-TRAD"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="" lang="ES-TRAD"><o:p> </o:p>En el verano de 1865, un joven músico francés llamado Georges Bizet conoce en la ciudad francesa de Vésinet a una niña de ocho años, llamada Cécile Louise Stephanie, hija del financiero Monsieur Chaminade, que le deja asombrado por sus cualidades musicales precoces, debido a las cuales llamaría en adelante a la pequeña “mon petit Mozart”. Cuarenta años más tarde, esta niña sería ya una dama en cuyo nombre y honor se fundarían cientos de clubs femeninos en Estados Unidos, cuyas partituras serían vendidas por miles, y hasta daría nombre a una línea de cosméticos femeninos. Aquella niña fue, en definitiva, la primera mujer que vivió de componer música. Había nacido en París el ocho de agosto de 1857. Su madre, que era una buena aficionada a la música, como muchas mujeres de la burguesía por entonces, se ocupó de la iniciación musical de su hija. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="" lang="ES-TRAD">El joven Bizet, habitual visitante de la familia Chaminade junto con otros músicos célebres, no se equivocó en absoluto al recomendar encarecidamente que aquella diminuta genia tenía que seguir estudios musicales más allá del ámbito familiar. Su padre, sin embargo, tenía otra idea acerca de lo que la música podía significar para una mujer de su clase. Se opuso enérgicamente y declaró que una mujer burguesa sólo podía ser una buena madre y esposa. Tanto le lloraron madre e hija, tanto rogó Bizet como amigo de la familia, que el padre, unos años después consintió en que la jovencita acudiera a tomar lecciones con reputados maestros de la época, con la única condición de que esas clases fueran privadas, es decir, recibidas en absoluta soledad. No pudo Cécile compartir con otros condiscípulos sus avances y experiencias, ni aprender en la interrelación que es siempre una clase colectiva. No vivió, po supuesto, el ambiente musical del Conservatorio de París. Tampoco pudo variar apenas de maestro. Benjamin Godard fue su maestro más constante e influyente. Sin embargo, desde que tocara a los ocho años unas pequeñas piezas sacras que ella misma había compuesto para su primera comunión, las que fueron el asombro deBizet, no dejó nunca de ser alabada y celebrada como compositora e intérprete, lo que no impedía que ella en muchas ocasiones no se mostrara demasiado segura de sus cualidades creativas; no debe asombrarnos tal cosa, porque hay que considerar estas dudas, por una parte, las propias del propio proceso creador y, por otra, el hecho de ser una verdadera pionera en cuanto a su camino como compositora de éxito mundial; muchas mujeres antes se habían dedicado a la música como intérpretes, bien en el ámbito público, pero sobre todo en el ámbito privado del hogar o de los conventos; pocas, sin embargo, habían podido desarrollar su labor creativa como compositoras, pero desde luego a ninguna se le había permitido una carrera pública en este sentido. Tenemos el estremecedor ejemplo de Fanny Mendelshon o de Alma Mahler, que sufrieron todos los prejuicios de su época y no pudieron desarrollar sus cualidades musicales como debían, por el simple hecho de ser mujeres. El caso de Cécile Chaminade se convierte entonces en un primer ejemplo paradigmático de mujer compositora con una carrera propia y exitosa. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="" lang="ES-TRAD">Hasta la muerte de su padre, que en los últimos tiempos de su vida ya se mostraba orgulloso de la carrera de su hija y parecía haber olvidado de pronto el fin de toda mujer burguesa, Cécile escribió lo que el mundo fuertemente masculinizado de su época llamaba “música seria”. Su maravilloso y virtuosista “Concertino para flauta”, que sigue siendo un desafío para cualquier flautista fue compuesto, quizás para un flautista del que estaba enamorada y con el cual no llegó a casarse, aunque puede resultar un hecho legendario, ya que la única biografía más o menos fiable de Chaminade, la que hizo su sobrina Antoinette Lorel, permanece aún inédita en manos de la familia. A lo largo de su vida sólo se casó una vez, con un anciano editor de música marsellés, con el cual mantuvo o bien una relación platónica o bien un tranquilo matrimonio de conveniencia, el cual sólo duró cinco años. Viuda de Monsieur Carbonel, el editor musical, jamás volvió a casarse. Decía de ella misma: “Mi amor es la música, de la cual yo soy la religiosa, la vestal”. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="" lang="ES-TRAD">A partir de la muerte de su padre, que no le dejó precisamente una economía boyante, debido a sus malas inversiones, la música se convirtió en su modo de ganarse la vida para ella y para su madre, que fue, mientras vivió su fiel compañía. Eso podría explicar que no escribiera más de la llamada “música seria”, sino sólo piezas de piano para pianistas intermedios y canciones acompañadas de piano. Esta dedicación suya le proporcionó un enorme éxito en toda Europa y en Estados Unidos. La admiración por sus composiciones alcanzó a tanto que se fundaban clubs femeninos de admiradoras, y no sólo de su música, sino de su talante y estilo como mujer. En uno de esos clubs se llegó a formar una acróstico con sus iniciales que la definía como ideal de mujer profunda, creativa, casi con un cariz místico.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-TRAD"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 70.8pt;"><span style="" lang="ES-TRAD">C – Concentrado y concertado esfuerzo.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 70.8pt;"><span style="" lang="ES-TRAD">H – Harmonía<a style="" href="http://www.blogger.com/post-edit.g?blogID=23457583&postID=6253227830055192186#_ftn1" name="_ftnref1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style=""><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style=";font-family:";font-size:12;" lang="ES-TRAD">[1]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> de espíritu y trabajo.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 70.8pt;"><span style="" lang="ES-TRAD">A – Artísticos ideales.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 70.8pt;"><span style="" lang="ES-TRAD">M – Mérito musical mantenido.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 70.8pt;"><span style="" lang="ES-TRAD">I - Inspiración.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 70.8pt;"><span style="" lang="ES-TRAD">N – Notas.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 70.8pt;"><span style="" lang="ES-TRAD">A – Ardor y aspiración.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 70.8pt;"><span style="" lang="ES-TRAD">D – Devoción por el deber.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 70.8pt;"><span style="" lang="ES-TRAD">E – Empeño honorable.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-TRAD"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="" lang="ES-TRAD">Tenía un público femenino ferviente que la adoraba, mientras los sectores musicales masculinos, o sea, la gran mayoría, se pasmaban por una parte de sus cualidades o denigraban su música como música de salón. Lo cierto es que sus canciones siguen siendo hoy en día una verdadera delicia, aunque su nombre esté olvidado del gran público y sólo reservado a unas cuantas personas curiosas, eruditas y musicólogas. Steel Moegle, una de sus estudiosas, defiende su labor como compositora explicando el espacio que la música clásica dejaba al descubierto y que ella cubrió ampliamente y con excelencia. En definitiva, Chaminade escribía su música para sus contemporáneas, para las mujeres aficionadas a la música, pianistas y cantantes de mediano nivel. Quizás estemos ante un caso de lenguaje femenino incomprendido por el grupo humano que ha detentado el poder cultural durante siglos. Así como Virginia Woolf reclamaba para las mujeres creadoras una habitación propia, quizás lo que deba ser reeivindicado de una vez hoy en día, y ya sabemos que con lento y pacífico trabajo, sea una voz propia y una crítica acertada y justa que la comprenda. Chaminade, en el campo musical, la tuvo y eso le costó que siempre pusieran en entredicho su originalidad –todos los críticos tratan de encontrar el compositor al que se parece en cualquier pieza-, su peso específico – sus piezas son calificadas de ligeras-, o su papel innovador, cuando tales cosas nunca son buscadas en compositores varones. Se le buscan maestros y antecedentes, no parecidos; la ligereza en ellos es gracia; la falta de innovación es para ellos acertada utilización de los recursos tradicionales. Chaminade era una mujer en un mundo creativo de hombres. Un músico llegó a decir de ella, y esto no se sabe muy bien cómo tomarlo, que no era mujer que componía, sino un compositor que era mujer. Curioso tema para una larga reflexión sobre el género en la música, e incluso en otras artes. Pero sobre todo en la música, un coto fuertemente cerrado y defendido durante siglos de la presencia femenina. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="" lang="ES-TRAD">De ello tenía verdadera conciencia la compositora y su análisis acerca de las cualidades creativas de las mujeres y las barreras casi infranqueables que podían encontrar se reflejan claramente en estas palabras suyas:<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="" lang="ES-TRAD"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i><span style="" lang="ES-TRAD">“Yo no creo que las pocas mujeres que han alcanzado grandeza en el trabajo creativo sean la excepción, sino que pienso que la vida ha sido dura para las mujeres; no se les ha dado oportunidad, no se les ha dado seguridad… La mujer no ha sido considerada una fuerza de trabajo en el mundo y el trabajo que su sexo y condición les impone no ha sido ajustado a darle una completa idea para el desarrollo de lo mejor de sí misma. Ha sido incapacitada, y sólo unas pocas, a pesar de la fuerza de las circunstancias de la dificultad inherente, han sido capaces de conseguir lo mejor de esa incapacitación”.<o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i><span style="" lang="ES-TRAD"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="" lang="ES-TRAD">Cécile recorrió toda Europa con enorme éxito, llegando hasta la misma Turquía. La reina Victoria de Inglaterra la recibió con honores en Windsor. Su gira por los Estados Unidos fue clamorosa. Fue recibida por el propio presidente Roosvelt, agasajada y admirada en Canadá. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="" lang="ES-TRAD">Su obra consta de más de cuatrocientas composiciones, de las cuales apenas podemos escuchar hoy en día algunas grabaciones. Entre sus composiciones, la mayoría publicadas sólo en partitura y no grabadas comercialemente, encontramos un ballet, “Callirhoé”, que se mantuvo en cartel durante meses desde su estreno; el famoso Concertino para flauta; los Seis estudios de concierto para piano; una obra escénica, “La Sevillana”; una Sonata en Do menor; una gran cantidad de hermosas canciones para soprano y piano; innumerables piezas para piano solo. No resulta comercial, es de suponer. Hasta tal punto esto es así que una magnífica grabación de la Deustche Gramophone, realizada por la soprano Anne Sophie Von Otter, no lleva en portada ni en la carátula del disco el nombre de la compositora, sino en la contraportada y en letra menor. Otra curiosidad, no sabemos si casual o intencionada. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="" lang="ES-TRAD">Francia, cuyos músicos varones tanto la habían despreciado, la honró finalmente concediéndole la Legión de Honor, convirtiéndose en la primera mujer que recibía tal galardón. Su comportamiento durante la Primera Guerra Mundial fue ejemplar. Dejó de lado su carrera musical para convertirse en enfermera en un hospital de campaña; tenía entonces cincuenta y siete años. Después de la Guerra aún siguió componiendo, pero fue espaciando poco a poco sus apariciones públicas. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="" lang="ES-TRAD">En 1925 se retiró defintivamente de la escena musical y después de sufrir la amputación de un pie, fue a vivir a Montecarlo, donde vivió hasta su muerte, el 13 de agosto de 1944. Su nombre y su música se hundieron en el olvido más absoluto. Hoy en día aún no se ha recuperado su voz musical ni su personalidad de vestal del arte, mujer y artista, de méritos personales y cívicos. Parece que puede haber llegado el momento de recuperarla en la genealogía de mujeres que nos precedieron y que hoy pueden ser iconos de la liberación de las mujeres modernas.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-TRAD"><o:p> </o:p></span></p> <div style=""><!--[if !supportFootnotes]--><br /><hr size="1" width="33%" align="left"> <!--[endif]--> <div style="" id="ftn1"> <p class="MsoFootnoteText"><a style="" href="http://www.blogger.com/post-edit.g?blogID=23457583&postID=6253227830055192186#_ftnref1" name="_ftn1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style=""><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style=";font-family:";font-size:10;" >[1]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> <span style="" lang="ES-TRAD">Recuperamos la ortografía clásica de armonía/harmonía para que el acróstico cuadre.<o:p></o:p></span></p> </div> </div>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-75269655132521916962007-02-03T11:52:00.001+01:002008-06-18T18:56:45.448+02:00El león y el perro: las fases de la amistad<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 6pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;"><br /></p><p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 6pt; text-indent: 36pt; text-align: center; font-weight: bold;">EL LEÓN Y EL PERRO</p><p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 6pt; text-indent: 36pt; text-align: center;">LEÓN TOLSTOI<br /></p><p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 6pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;"><br /></p><p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 6pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;">En un jardín zoológico de Londres, se mostraban las fieras al público a cambio de dinero o de perros y gatos que servían para alimentarlas.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 6pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;">Una persona que deseaba verlas, y no poseía dinero para pagar la entrada, cogió al primer perro callejero que encontró y lo llevó a la Casa de Fieras. Le dejaron pasar e inmediatamente echaron al perro a la jaula del león para que éste se lo comiera. El perro asustado se quedó en un rincón de la jaula, observando al león, que se acercó para olfatearlo.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 6pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;">El perro se puso patas arriba y empezó a menear la cola.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 6pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;">El león le tocó ligeramente con la pata y el perro se levantó, sentándose sobre sus patas traseras.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 6pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;">El león iba examinándolo por todas partes, moviendo su enorme cabeza pero sin hacerle el menor daño. Al ver que el león no comía al perro, el guardián de la jaula le echó un pedazo de carne. El león cogió un trozo y se lo dio al perro.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 6pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;">Al llegar la noche, el león se echó en el suelo para dormir y el perro se acomodó a su lado, colocando la cabeza sobre la pata de la fiera.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 6pt; text-align: justify;"> A partir de entonces, los dos animales convivieron en la misma jaula. El león no hacía ningún daño al perro, dormía a su lado y a veces incluso jugaba con él.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 6pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;">Cierto día, un señor visitó el zoológico y reconoció al perro que se había extraviado. Fue a pedir al director que se lo devolviera, y cuando iban a sacarlo de la jaula el león se enfureció y no hubo forma de conseguirlo.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 6pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;">Así, el león y el perro siguieron viviendo en la misma jaula durante una año entero.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 6pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;">Al cabo de un año, el perro se puso enfermo y murió.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 6pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;">El león dejó de comer, se puso triste y olfateaba al perro, lamiéndolo y acariciándolo con la pata.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 6pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;">Al comprender que su amigo había muerto, se enfureció, empezó a rugir y a mover la cola con rabia, tirándose contra los barrotes de la jaula, como queriendo destrozarla.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 6pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;">Así pasó todo el día. Luego se echó al lado del perrito y permaneció quieto, pero no permitió que nadie se llevara de la jaula el cuerpo sin vida de su amigo.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 6pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;">El <span class="spelle">guardían</span> creyó que el león olvidaría al perro si metía a otro en la jaula, y así lo hizo, pero, ante su asombro, vio cómo lo mataba en el acto, devorándolo.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 6pt; text-align: justify; text-indent: 36pt;">Luego, se echó nuevamente, abrazando al perro muerto y permaneció así durante cinco días. Al sexto día, el león también murió.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: center; font-style: italic;"><o:p>REFLEXIONES SOBRE "EL LEÓN Y EL PERRO"</o:p></p> <span style="font-style: italic; font-weight: bold;">A unos amigos</span><o:p style="font-style: italic; font-weight: bold;"> </o:p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; font-style: italic;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; font-style: italic;">“El león y el perro” es un relato breve y de sencilla estructura, pero que encierra una fina enseñanza moral acerca de la amistad. En realidad, es un recorrido fabulado por las fases y matices de este sentimiento humano. Como sus personajes son animales, lo llamaremos fábula. En la fábula clásica, para decirlo de una vez, no son animales, sino que están absolutamente personificados, hasta tal punto que hablan, se relacionan entre ellos con cortesía, agresividad, aviesas intenciones, o cualquier otro tipo de relación que con frecuencia establecemos los seres humanos, observando conductas elaboradas muy alejadas de los instintos naturales. La fábula pretende de este modo, como cierta amplia parte del arte literario, entretener y enseñar a un tiempo. Sus personajes, animales tipificados y emblemáticos, representas virtudes, defectos, actitudes y situaciones humanas. Así que si alguien quiere leer verdaderos cuentos de animales o sobre animales, no debería acudir a las fábulas clásicas, ni medievales, ni neoclásicas, ni a las modernas, que también las hay, cultivadas sobre todo por algunos autores hispanoamericanos.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; font-style: italic;">En el caso de este pequeño relato de Tolstoi el nombre se torna inconveniente, pues se trata más bien de una parábola, pero podemos ver las coincidencias con la fábula en el hecho de que sus protagonistas sean animales y en que contiene una enseñanza, sutil, oculta y delicada, pero una enseñanza al fin. La diferencia está en que, aunque los animales protagonizan un suceso extraordinario, son lo que son: ni hablan, ni muestran actitudes humanas, ni nada que les haga parecer personas o simbolizar un defecto, virtud o actitud propia de humanos. Incluso si somos muy pesimistas respecto a los comportamientos y sentimientos de nuestra especie, podríamos aventurar que estos animales cumplen esa frase tan común y popular que afirma que los animales son mejores que muchas personas.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; font-style: italic;">Podemos decir ya que el cuento es una imagen de la amistad, de los afectos irremplazables y de la misteriosa elección de los afectos. Un león es un león, un animal salvaje que caza para comer; si el león está enjaulado, su agresividad natural se conserva intacta, pero quizás se pervierte, ya que no le sirve para el fin al que estaba destinada, la supervivencia. En cierto modo, ese cruel detalle, el hecho de que toda su majestad animal esté encerrada en una estrecha jaula en la que es mostrado como curiosidad, tenga algo que ver con su humanización. El caso, sea como sea, es que, cuando al león le echan un perro a la jaula, un animal que es su habitual alimento, él no lo ve como presa, sino que lo olfatea, en un intento de reconocimiento. Hay algo en el perro que sólo sabe el león, que le hace no lanzarse hacia él con las fauces de par en par dispuesto a devorarlo. Quizás las personas también en un primer encuentro con un congénere, en posición de debilidad, nos sentimos atemorizados, y en posición de poder vemos al otro como presa, oscuramente, en nuestras cavernas ancestrales, pero ya, al cabo de nuestra evolución, como presa de otros ámbitos no alimenticios: presa económica, presa de dominio, presa sexual. Y sólo si un misterioso pálpito interior nos lo dicta, nos acercamos a olfatear, a reconocer al otro como a un igual, por muy diferente que pueda ser a nosotros, y, en contrapartida, el débil sabe de inmediato que ese olfateo es el primer paso para la aceptación. Por ese motivo, el perro, un momento antes asustado en un rincón de la jaula, adopta la posición canina de juego, la postura del cachorro que muestra su debilidad, su indefensión y su disposición al juego que corta toda violencia. Verdaderamente este león del cuento se toma su tiempo para identificar al perro y conocerlo, lo cual es muy meritorio por su parte, ya que para ello tiene que renunciar a la satisfacción inmediata de un instinto perentorio, el de la alimentación. Pero la amistad ya está forjada cuando da el siguiente paso: no considerar al otro comida –o sea, objeto devorable- le lleva a compartir su comida con él, la que el cuidador le ha echado al ver que no se comía al perro. Ya tenemos representados dos fases de la amistad, el reconocimiento que impide el miedo y la agresión, y el compartir los bienes vitales. Compartir la comida ha sido desde tiempos inmemoriales una muestra de amistad, un modo de consolidar y celebrar relaciones humanas y, en muchas culturas, un deber sagrado. Recuérdese esa frase por la que se niega cualquier prerrogativa de relación a una persona: “¿Cuándo hemos comido a la misma mesa usted y yo?”, y otros dichos populares semejantes que aluden a la consolidación de la amistad o la alianza por medio de la comida. En cualquier caso, el león certifica su amistad de ese modo tan humano. Eso sí, sin decir ni una sola palabra.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; font-style: italic;">El tercer paso de amistad es la convivencia, y tras ella, la inseparabilidad. Un verdadero amigo no puede renunciar de ningún modo a la presencia de su amigo. El león lo manifiesta en furia cuando pretenden arrebatarle su perro; los humanos tenemos modos simbólicos de manifestar ese deseo y esa inseparabilidad, incluso si existe una distancia física; el león, como animal, lo expresa con una furia que impide que el legítimo dueño del perro se lo lleve. La amistad es ya firme y sólida. Y aún queda el último paso: la tristeza irreparable de la pérdida y la necesidad del duelo. Nuestro poco humano o muy humanizado león, según se mire con optimismo o pesimismo al ser humano, se aferra al cuerpo sin vida de su amigo.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; font-style: italic;">Pero aún nos reserva Tolstoi una última enseñanza, al finalizar este recorrido por las fases de la amistad. Cuando se pretende sustituir al amigo perdido con otro de su misma especie, el león lo ve, simplemente, como comida y lo devora al instante. Es decir, el amigo es irremplazable. El vacío que un amigo querido deja no se puede colmar con otro.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; font-style: italic;">Como siempre, finalmente, Tolstoi nos aboca a un misterio al que ningún ser humano puede dar respuesta: ¿qué afinidad secreta, qué impulso desconocido, nos lleva, no sólo a elecciones desinteresadas, sino incluso a elecciones para las cuales tenemos que renunciar a nuestros deseos, a nuestras pasiones, a nuestros instintos y necesidades?</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; font-style: italic;">Desde luego, el caso de esta amistad es excepcional entre los animales, pero, siendo muy optimistas, tenemos que reconocer que es igualmente excepcional entre los seres humanos. Muchos de nosotros lo sabemos.<o:p></o:p></p><span style="font-style: italic;"> </span>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-62897488287272355032007-01-29T19:44:00.001+01:002008-06-18T18:57:19.308+02:00Cómo conseguir "El diablo" de Tolstoi<div style="text-align: justify;">De verdad que, aparte de tenerlo en una colección de relatos del autor, me lo descargué de la red para poder imprimirlo y leerlo a mi aire, pero ahora soy incapaz de encontrar el enlace. Lo he intentado y debo ser la cibernauta más torpe del mundo. Si alguien lo encuentra, por favor que me mande el enlace -mi correo electrónico está en mi perfil-, pero como yo lo tengo en un archivo de texto, si algún curioso o curiosa lo quiere, con un simple mensaje a ese mismo correo, yo tendré mucho gusto en enviárselo lo antes posible.<br /><br />Bueno, como se puede ver, un buen amigo y mucho más listo que yo, ha encontrado el enlace, que dejo aquí para quien lo quiera utilizar:<br /><br /><div style="text-align: center;"><a href="http://www.planetalibro.com.ar/ebooks/eam/ebook_view.php?ebooks_books_id=1202">"El diablo" de Tolstoi</a><br /></div></div>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-33754412122805460992007-01-28T22:38:00.000+01:002008-06-18T18:57:58.782+02:00Aclaraciones para un largo artículo sobre Tolstoi<div style="text-align: justify;"><span style="font-style: italic;">Impresionada durante meses por el relato de León Tolstoi "El diablo", decidí ponerme a la tarea, por otra parte muy agradable, de tomar las notas necesarias y escribir finalmente un artículo que comentara el texto. He tratado de dar mi punto de vista, quizás no muy científico, quizás muy particular, respecto a este inquietante relato. Sé que ningún análisis, ningún comentario, ninguna atenta revisión podrá nunca dar el secreto del artista, pero de este modo, con la mayor humildad, rindo homenaje a uno de los escritores más queridos para mí, y no sólo por ser ese artista cuyo secreto es imposible de desvelar, sino por otros testimonios que me han influido desde mi juventud. </span><br /><span style="font-style: italic;">Aviso a quien esto se proponga leer que el artículo resultó tan largo que he decidido dividirlo en partes para su publicación. Se debe empezar por esta introducción aclaratoria e ir abriendo artículos sucesivamente hacia abajo, de modo que uno con otro tenga continuidad. Deseo que les guste, y si vienen a leerlo, podemos hablar luego.</span><br /><span style="font-style: italic;"></span></div>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-50666075449584191552007-01-28T22:37:00.000+01:002008-06-18T18:58:14.852+02:00León Tolstoi: desvelar e iluminar<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt; line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD">Todos los relatos de León Tolstoi, aparentemente sencillos, son de una gran complejidad. Nunca, sin embargo, esa complejidad es literaria, en el sentido retórico de la palabra literatura –ni alambicadas estructuras, ni juegos lingüísticos ni poéticos, ni grandes alardes formales, hasta donde esto se puede decir cuando se lee una traducción. La complejidad podría ser llamada literaria solamente en dos sentidos; si consideramos la literatura, la narración en este caso, como una forma de desvelamiento moral, y cuando consideramos la literatura un arte y el arte una iluminación. Para centrar lo que decimos, desvelamiento e iluminación sería el arte de Tolstoi. Ni siquiera podríamos hablar de “análisis” de la realidad o del mundo o de la psicología, pues la palabra análisis conlleva el seguimiento de un método científico, un separar las partes metódicamente con conciencia y propósito de hacerlo, que posiblemente Tolstoi nunca se propuso. Él lo que hace, de un modo natural, con la facilidad inmensa del artista, es desvelar; quita todo aquello que cubre la esencia del mundo por el sencillo procedimiento de nombrarlo y contarlo: cada acontecimiento menor, cotidiano, nos va diciendo por sí mismo su importancia en el relato y en el fin que se propone el autor, apartándolo a un lado como diciendo que es un sobrante, algo sólo apariencial, un puro velo o una coraza de lo esencial. Contándolo, Tolstoi lo convierte misteriosamente en pura forma que se adivina a través del velo, forma aparente e inevitable cobertura. Una vez dicho y narrado, desvelado. Y ya desnuda cada parte del asunto, lo ilumina poderosamente y nos convoca a mirar. La iluminación es doble o puede serlo. Una cae sobre el acontecimiento, sobre lo dicho y narrado, que queda expuesto en su esencia, limpio, diáfano; iluminación que es importante e imprescindible, naturalmente, pero que no basta por sí misma, pues la siguiente se produce en el lector convocado por el arte, si por una gracia especial libra sus ojos de las sombras de los prejuicios, de las pasiones, de los deseos, y simplemente, obedece la voz que le dice: “Mira”. Entonces puede ser que se sienta iluminado en su percepción, como cuando se tiene una súbita comprensión de un asunto que se lleva pensando sordamente durante mucho tiempo. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt; line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD">No todo el mundo creerá esto que digo, de ello soy consciente, porque quizás me supongan contagiada de esa parte de Tolstoi que rechaza la modernidad. Pero vamos a suponer que usted, que está leyendo esto ahora mismo, hace un sencillo acto de fe y lo cree; quizás saque la próxima vez que se acerque al maestro ruso un poco más de luz en su lectura. Y si lo cree, como sería mi deseo, con ese generoso acto de fe, cabría preguntarse: “¿Y cómo consigue tal cosa?” Yo, sencillamente, no lo sé. Vendrán con campanuda voz a decir que eso se puede saber con análisis y con estudios más profundos que la simple admiración ante el milagro y que no hay milagro en la literatura desde que se sabe tanto sobre ella. Pues quien lo sepa que lo diga, y si ha descubierto el secreto, que nos lo explique, ya que así cualquiera podrá escribir de ese modo en adelante, ya que bastaría con aprender la técnica por compleja que sea. Pero creo que ningún análisis, ni literario ni científico, podría captar ese secreto del artista, por el cual, así como el que nada hace, desvela e ilumina su objeto, a la vez que nos desvela e ilumina a quienes, acaso con ojos limpios, nos acercamos a mirar.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt; line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD"><o:p> </o:p></span></p>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-35045648403008287342007-01-28T22:36:00.000+01:002008-06-18T18:58:14.853+02:00El fastidio de la religiosidad<span style="" lang="ES-TRAD"><o:p> </o:p></span> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt; line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD">Todos los relatos de Tolstoi son complejos en su desvelamiento moral, y arte puro en su iluminación. Sin embargo es mucho más fácil encontrar en ellos el moralismo que la moral, como es más fácil encontrar el iluminismo que el inmenso caudal de luz con que hace que ningún punto de lo observado quede en sombra.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt; line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD">Hace poco, un lector voraz, pero ingenuamente moderno, declaró que le fastidiaba tanta religiosidad en Tolstoi. Directamente, lo que fastidiaba al lector era la adscripción al cristianismo, su declaración continua de ser cristiano; la religiosidad en sí no podía fastidiarle porque, sencillamente, no la veía. Así como se puede desvelar el objeto, es muy difícil desvelar los ojos del sujeto. Pocos artistas han podido hacerlo y solamente en casos concretos. Realmente ninguna opinión a este respecto merece ni encuentra respuesta; no hay nada más libre que la lectura ni nada más libre que el fastidio, y por otra parte, las cuestiones de religiosidad pertenecen al mismo capítulo libre del fastidio y de la lectura. Pero sí se puede reflexionar sobre el tema, incluso partiendo de tal declaración, porque Tolstoi es religioso en un sentido mucho más amplio que la religiosidad practicada por las iglesias –de hecho la iglesia ortodoxa lo excomulgó–, más amplio que el de cualquier grupo sectario, mucho más que el sentido en el que se adscriben los cultos y se ponen nombres a los credos. En un sentido tan amplio que quizás él mismo no tuviera conciencia total de ello, ya que de haberla tenido, habría perdido esa religiosidad o todo lo suyo seria puro mimetismo y falacia; pero no pudo ser esto último, puesto que en la gran mentira de cualquier arte, en el suyo se respira la verdad, la esencia. Pero ¿cuántas personas pueden verlo?<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt; line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD">Por todo esto, miedo da decir, tras una lectura de algún relato magistral de Tolstoi, que se va a “analizar” o a intentarlo al menos, desde cualquier punto de vista. Un análisis literario, de tipo estructural o textual, se puede hacer, pero tal análisis sólo arrojaría conocimiento sobre sí mismo, sobre el propio método , y sería algo que quizás sólo interesaría a estudiantes y estudiosos: sólo pondría de manifiesto la técnica, y ya se ha dicho, la técnica no puede ser más simple. Si algo tan sencillo fue novedad en su momento –quizás respecto a las exaltaciones y fantaseos románticos anteriores– no importa ya mucho. El hecho es que, transcurrido siglo y medio, esa técnica es hoy un vehículo narrativo más y de los más asumidos y conocidos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt; line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD">Si fuéramos al análisis desde el punto de vista sociológico, no obtendríamos tampoco otra cosa que eso mismo, un retrato social más o menos fiel y limitado, porque hablaríamos de un punto único, la Rusia zarista en sus últimas boqueadas, en un momento determinado, un mundo de campesinos y señores, lo cual se puede estudiar mucho mejor en un libro de historia, y mejor aún en varios libros de historia. Las historias de Tolstoi se pueden trasponer perfectamente a cualquier otro momento histórico; no es, desde luego, la situación social y política lo más importante de sus relatos, lo que no impide que los historiadores puedan acudir a él como fuente complementaria de sus estudios.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt; line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD">Muchos más puntos de vista se podrían unir a los anteriores y no serían sino aportaciones parciales al conocimiento. Se excusan con la conciencia de las propias limitaciones que ponen barrera a tan ambiciosos proyectos. Trato solamente de obedecer la orden del artista, y como en esto de mirar un relato de Tolstoi no hay lucro ni ascenso interesado de ninguna clase, se puede libremente reflexionar sin demasiado método, y así, esto que sigue podrá llamarse sin pena de nadie: “Reflexiones sobre…”, y póngase a continuación el título del relato que se vaya a mirar. Tolstoi pone el desvelamiento y la luz. Nosotros los ojos y la reflexión, hasta donde se pueda llegar con nuestros precarios medios.<o:p></o:p></span></p>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-23457583.post-70212779850020230832007-01-28T22:34:00.000+01:002008-06-18T18:58:14.853+02:00Reflexiones sobre "El diablo" de León Tolstoi<p class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.45pt; line-height: 150%;" align="center"><span style="" lang="ES-TRAD"><br /><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt; line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt; line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD">Si quien esto lea no ha leído antes “El diablo”, ese inquietante y aparentemente sencillo relato, hágalo de una vez, disfrute de un texto magistral y saque sus propias conclusiones. No haré yo como autores más sabios, que se pasan páginas y páginas hablando de escritos, autores y personajes, dando por supuesto que todos los lectores son tan leídos y sabios como ellos. Y como no puedo yo quitarme el afán didáctico de encima, mi primera recomendación es: “Léalo”. Porque antes es leer que otra cosa. Si una vez leído el relato, todo le queda lo bastante claro, estas reflexiones le serán innecesarias y, si acaso, por el gusto de seguir la palabra fácil y fluida, puede venir aquí como entretenimiento. Por el contrario, si el relato le produce la misma inquietud que a mí, y no le sirven los análisis inmediatos, venga aquí, lea lo escrito por mí y lo hablamos, porque en el encuentro de reflexiones se produce el nacimiento de la verdad.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt; line-height: 150%;"><span style="" lang="ES-TRAD">Sin embargo, y llevada aún del afán didáctico, consciente de las apretadas agendas de las personas modernas, y quizás también para ayudarme a mí misma en la tarea, resumo en breve la historia, que no es otra sino la de un joven hacendado que hereda una finca ruinosa, con sus siervos incluidos, en la Rusia zarista. Yevgueni, que así se llama el protagonista, retratado física y moralmente como eso que llamaríamos una buena persona, agradable, justo e inteligente, se entrega a la tarea de remontar la finca y ponerla en producción. Recluido en el campo, soltero y solo,<span style=""> </span>aunque con algunos remilgos de conciencia, se busca una campesina para satisfacer sus necesidades sexuales, por higiene, según se declara a sí mismo, con el fin de quitarse los escrúpulos. La pasión episódica por Stepanida, la campesina, se desarrolla paralelamente al trabajo organizativo de la finca. Llega un momento en que Yevgueni se casa con una muchacha que conoce en la ciudad, una señorita delicada y sentimental de la que se enamora. Momentáneamente olvida a la campesina y se aparta de ella; parece que eso es lo conveniente y adecuado. Pero su esposa pierde el hijo que esperaba, mientras que Stepanida tiene uno que bien podría ser suyo. Encuentros ocasionales con la joven campesina, tormentos interiores entre el deseo y el deber moral que él mismo se impone, le llevan cada vez más a sentirse poseído por alguien o algo que maneja su vida; finalmente, y cuando todo parece haber alcanzado su punto de perfección, pues la finca ha salido definitivamente de dificultades, su mujer ha tenido una niña por fin, y él ha entrado en política local como propietario respetado por todos, Yevgueni no puede soportar más la pasión que lo domina y toma una terrible determinación: se suicida. Sin embargo, la cosa no acaba ahí, sino que Tolstoi ofrece otro final en el que Yevgueni mata a la campesina. Es detenido y juzgado pero su pena es condonada y sustituida por penitencia religiosa porque su crimen se considera fruto de una locura transitoria. Regresa a su finca y allí se va degradando, alcoholizado e irresponsable.<o:p></o:p></span></p>Sarashinahttp://www.blogger.com/profile/13815950148018619556noreply@blogger.com10