Si los mexicanos fueran un pueblo verdaderamente tradicional, obrando según ese carácter y modo de ser, conservarían algunas tradiciones que, irremediablemente, han dejado perderse. Lo mismo podríamos decir de los hondureños, de los guatemaltecos, y posiblemente de los peruanos. Es una verdadera lástima que se haya perdido algo tan hermoso, solemne, trágico y ancestral como los sacrificios humanos. Según cuentan los antropólogos, era un magnífico espectáculo, emotivo y apasionado a más no poder, grandioso. Pero llegó la civilización, otra diferente, otro modo de ver las cosas, una sensibilidad pacata y poco recia, poco tradicional, y consiguió que esa tradición se perdiera.
Si nos remontamos algo más atrás en el tiempo, ¿no era también una fundada tradición la de comerse, crudos o someramente cocinados, a los enemigos que se capturaban en “legítima” guerra? Fue una verdadera pérdida cultural el que cierta evolución, quizás ligada a una mayor astucia del vencedor, convirtiera a los enemigos en esclavos en vez de convertirlos en menú. A la sórdida superstición de creer que comiéndole los higadillos uno se apoderaba de la fuerza del enemigo, la sustituyó otra más racional, que uno podía apoderarse mucho mejor de su fuerza si lo ponía a trabajar. Un paso evolutivo que hizo que se perdiera otra ancestral tradición.
Comprenderá quien esto lea, cuando salga de su perplejidad, que quien escribe no es partidaria en absoluto ni de los sacrificios humanos ni del canibalismo, y que en todo lo dicho anteriormente subyace en realidad una amarga ironía. Y no precisamente esa amargura es porque se pierdan ciertas sangrientas tradiciones, sino por todo lo contrario, es decir, por la conservación de algunas de ellas que, pese a no sacrificar seres humanos, siguen siendo bárbaras y crueles.
Aparte la violencia ejercida contra las personas, que es mucha, variada y extendida por prácticamente toda la faz de la tierra, “disfrutamos” de otras tradiciones violentas: las que se fundan en el sufrimiento de los animales. Es cierto que una larga tradición religiosa pone para buena parte de la humanidad a los animales como utilidades concedidas al hombre por la divinidad, pero creo recordar que en ningún caso esas utilidades se extendían a la diversión o al abuso. Vamos a dejar a un lado, que ya tendrá su hora de reflexión, la acendrada costumbre de comernos los animales o de hacerles trabajar para nosotros innoblemente, porque más grave aún es la diversión pública, consentida por todas las leyes y bendecida por la tradición, que tiene por objeto el sufrimiento de un animal para lucimiento de unos hombres y la diversión de otros. Un grado avanzado de civilización, una sociedad culta y sensible, no puede permitirse semejantes acciones. Pero se permiten. Y se animan, y se exaltan, y los periódicos le dedican secciones.
Los que defienden la tauromaquia alegan razones de tres clases para su mantenimiento: la razón estética, la conservación de una especie –la del toro de lidia, que es una especie de creación humana, artificial– y la sacrosanta tradición. Ninguna de las tres razones tiene un verdadero fundamento, y puede sospecharse que las tres son racionalizaciones de mala fe para justificar un gusto por el dolor ajeno y la violencia. Ninguna de ellas hace legítima éticamente la tauromaquia en cualquiera de sus formas, sea en una plaza, sea en fiestas de pueblo, como los toros de fuego de Soria u otras variantes igualmente crueles.
La razón estética no legitima nada, porque la belleza –si esta mal llamada fiesta la tiene, que eso es cosa de gustos y no de justos– no puede de ningún modo justificar la crueldad, el regodeo salvaje en la tortura ritualizada de un pobre animal, un mamífero superior, con cerebro y sistema nervioso, con las únicas defensas que le da la naturaleza, su instinto, sus cuernos y su fuerza, frente a la inteligencia y las malas artes del hombre.
La segunda razón, la conservacionista, es pura hipocresía. A quienes les gusta semejante espectáculo, por lo general, les importa bien poco la conservación de la fauna, y sí solamente la de esa especie en concreto. Es más, podría caber la sospecha de que estos aficionados sean también partidarios de la caza deportiva, de zorros o de otras especies, que se cazan sin necesidad ninguna, y, más aún, que también consideren la guerra una actividad necesaria para el hombre, lo cual les hace ser bastante indiferentes a la conservación de las especies, incluida la humana.
La tercera razón no tiene ninguna defensa ni razonamiento posible; se cae por sí sola cuando consideramos ciertas tradiciones perdidas, por fortuna, como los sacrificios humanos y el canibalismo. De una tradición como la esclavitud no me atrevo a decir que sea una tradición perdida, más que nada porque miro para el lado de los proxenetas y de los patronos sin escrúpulos.
Como en otras cuestiones, cambiar la sensibilidad social respecto a la crueldad contra los animales, cuya expresión pública máxima es la tauromaquia, no es cosa de unos años ni de una ley. Al menos una o dos generaciones, siendo muy optimistas y poniendo todos los esfuerzos, podría constar su erradicación, como enfermedad social que es. Harían falta leyes, sí, pero no sólo leyes, sino también educación y difusión social de campañas que crearan la sensibilidad y la conciencia necesaria. Y además buscarles otros negocios igualmente lucrativos a los empresarios taurinos, a los criadores de toros y a los nuevos gladiadores, los toreros y sus cuadrillas. ¿O es que nos vamos a caer a estas alturas de un guindo con la cuestión económica que subyace bajo todo planteamiento estético y pseudo–ético? Que se lo digan a Rumsfeld.
7 comentarios:
Interesante tu escrito, me confunde un poco tu postura con respecto a las tradiciones "ancestrales" como tu las mencionas, ¿Como crees que serían estas si aun se ejercieran?, ¿Has considerando que aparte de las que tu mencionas, existen aun muchas otras tradiciones que son muy antiguas y que merecen una mayor difucion para que no se pierdan?.
Saludos
Vamos a ver, te explico, aunque supongo que esta parte la habrás entendido. Toda la primera parte es irónica, por supuesto. El meollo de la cuestión es dilucidar qué tradiciones pueden ser conservadas pues son hermosas y no suponen ninguna crueldad. Todas las tradiciones culinarias, de danza, musicales, de arte plástico y artesanal, etc. Mi artículo va en contra de la conservación de la tradición taurina y de toda fiesta que implique el maltrato, la muerte y el dolor de los animales.
Me ha gustado el artículo.
La tauromafia es insostenible en una sociedad avanzada.
¡Dinero para obras sociales, no para torturar animales!
http://habacuc1988.blogspot.com
Por mi parte, ya sabes, tienes toda la razón. La tauromaquia, que para mí, no es sino barbarie, debería ser abolida. Pero, como siempre, no se trataría de una medida a golpe de legislación, sino de educación y conciencia social. Podemos ir creando corriente de opinión e incluso pasando a acciones más rotundas. Aún no he encontrado la asociación adecuada que entre a luchar más activamente.
Gracias por tu comentario. Entraré a tu blog, que me parece interesante y en una línea de pensamiento parecida a la mía.
estoy de acuerdo con lo mencionado anterior mente. mas no por completo.
tienes idea de cuanta gente come de esa "tortura" ?? ganaderos, camporales, gente del campo, empresarios, boleteros, vendedores de papas y refrescos, carniceros, los del rastro, toreros, entre muchos mas que puedo comentar.
ademas sobre la tortura que tu mencionas estoy de acuerdo, pero te has parado alguna vez en un rastro? en algunos no se compara la tortura con la de la tauromaquia. porque bien sabes que la carne de los toros de lidia se come, la has comido. lo sabias?
en que te afecta que se realize este dicho evento.
existen cosas mas importantes porque preocuparse para salvar nuestro medio ambiente. porque no buscas otra alternativa de como ayudar al planeta.
Para un ser humano empapado sobre todo en la zootecnia de bovinos y conociendo la creación del toro de lidia es muy sano referirme a este renglón como un aficionado a la fiesta brava ya que actualmente falta información y conocimientos ante todos los antitaurinos en la cual dejan de ver la creación vida y mortandad de animales de lidia los cuales. Primero, no pueden ser criados como animales mansos. Segundo, su instinto de conservación y vida (toro de lidia) se le ha dado un valor agregado a ese ser vivo que es el toro de lidia, el toro al salir a la plaza de toros su instinto es atacar y a lo cual el ser humano creo la forma de recrearse con la embestida de este animal.
Dichos animales al entrar al caballo y el picador o cabalgante le suministra tres pulgadas de acero en el lomo para muchos que piensan que es un sufrimiento no han analizado que el toro requiere de este castigo, ya que un animal al sentirse a gusto o confortable mueve el rabo. Esto implica que el toro por su temperamento sus niveles de adrenalina se incrementan a tal grado que si no es desangrado el animal puede sufrir un infarto o un colapso al corazón trayéndole la muerte de inmediato.
Otro factor importante es cuando le clavan las banderillas con armones de acero de dos pulgadas que el animal al sentirlo se crece y embiste o ataca con mas fiereza y esta es calmada con los muletasos que se le dan.
Después de estos el verdadero matador de toros debe de introducir un estoque o espada de aproximadamente un metro de largo en una zona idónea para que el animal tenga una buena muerte. Y anuando a todo lo anterior el desangrar al animal durante su lidia o festejo la carne de este puede ser comestible, caso contrario de no haberse desangrado el animal el ser humano estaría ingiriendo toxinas que podrían perjudicar a su salud.
Toda esta fiesta se ha a creado como un deporte o un arte incomprendida por una minoría, que realmente lo único que les falta es empaparse en la vida de los animales.
Con la realización de estos festejos taurinos también es incomprensible para un cierto grupo de gentes que al realizar una corrida de toros se benefician bastantes familias por participar de alguna manera dentro de estos festejos.
El empresario arriesga una buena cantidad de dinero para la realización de una corrida de toros en la que le da el beneficio a la ganadería, de la cual dependen el ganadero, el caporal, los vaqueros, los peones y sus respectivas familias. A los matadores, que benefician a los apoderados, banderilleros, picadores y gente que colabora directamente con ellos como a sus familias. Y en la plaza de toros, se benefician monosabios, torileros, cubeteros, torteros, cocineros, taquilleros e infinidad de gentes que también tienen que llevarles sustentos a sus respectivas familias.
Caso concreto los antitaurinos o lo retractores de la fiesta brava en el mundo no se han puesto a pensar de toda la gente que vive come y se mantiene de estos espectáculos.
No tomando en cuenta que se pagan impuestos municipales, estatales y federales con los cuales vivimos el país en general.
Yo creo que todos sabemos que hay mucha gente que vive de esto, pero también la hay que vive de traficar con drogas, y no por eso defendemos que sigan su negocio. Lo que describes de la muerte de los toros da la razón por completo a los antitaurinos. Si es tortura, es tortura, y no se debe consentir. Abolición ya.
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